Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 21 de abril de 2013

Etiquetas

El tema etiquetas me saca de quicio. Y no me estoy refiriendo a las que les ponemos a las personas,  o a las que algunas personas se ponen a sí mismas intentando darse el plus ultra que les falta,  como si los demás fuésemos tontos.  Que una cosa es comprar en los chinos y otra muy distinta no entender de marcas y de la diferencia entre el puente chino y el corte inglés. Todos sabemos que el puente chino es mucho mejor porque es más barato y porque todo lo que compras en el corte inglés es "made in china" y también porque las excelentes copias de los chinos nos demuestran lo tonto que, en ocasiones, resulta pagar una marca.  Por eso seguimos haciendo ricos a los chinos y fomentando su vicio explotador cada vez que entramos en sus enormes almacenes con olor a petróleo, perseguidos por unos ojos achinados a cada paso que damos por las hileras de estanterías repletas de cosas insólitas, muchas de ellas tan inútiles como intentar matar a James Bond. Es como si escupiéramos para arriba, sabiendo que ese escupitajo nos va a caer encima.  Y así vamos por la vida.  No he ido a China,  pero... me da a mí, que los trabajadores del corte inglés de China,  van a ser chinos también.  Si al menos fuesen españoles podríamos decir eso de "quid pro quo".

Etichette per l'abbigliamento con simboli Detersivi closu-up. Shallow DOF. Archivio Fotografico - 11085906
Pero no, no era eso de lo que yo quería hablar hoy.  Estaba pensando en las etiquetas comerciales. Esos pedazos de dossieres adosados a cualquier camisetilla de tirantes, con dos o tres frases escritas en varios idiomas y una retahíla de símbolos para indicarnos si la camiseta es inflamable o tóxica o no se puede lavar a más de 30 grados. Las etiquetas se han convertido en auténticas enciclopedias uni-producto que no tienen más función que cumplir una exigencia legal,  pero que para nada cumplen con el objetivo que la ley pretende con su imposición. Los consumidores seguimos igual de desprotegidos/desinformados con o sin etiquetas. Claro ejemplo, los canelones con carne de caballo. ¡Y anda que no tenia letras la caja de los canelones!, una parrafada de ingredientes, siglas y números.....aunque ni rastro de la carne de caballo. Imperdonable olvido. Pero si no leemos ni los contratos del banco, la luz o el agua, y mucho menos las condiciones de las contrataciones on line, que aceptamos sin parpadear, ¿para qué queremos tanta etiqueta?.  Además, lo primero que hacemos cuando llegamos a casa es cortarlas y tirarlas  junto con los tickets de compra.  Un auténtico suicidio consumista. Parece que es darle emoción a la compra y ver qué pasa si la prenda está hecha de un tejido que me da alergia o no se puede lavar, y ambas cosas las descubrimos después de usarla y no podemos cambiarla porque le hemos cortado la etiqueta.

No me quejo de que se nos dé información, pero sí del formato. La actual etiqueta es una broma pesada, es como decir "no quieres información, pues toma información, a ver si tienes valor de conservar la etiqueta pegada a la prenda, con sus tres folios de tela, y llevarla puesta, con la ropa, ahí, para que se sepa qué mezcla de productos llevas encima, cuánto has pagado por ellos y si contaminan o son insolidarios", o también, "no quieres información, pues toma información, ahora vas y te compras una caja para guardar etiquetas y pegatinas para etiquetar las etiquetas, que así todas juntas, no se sabe de qué son cada una." Y una tercera opción, más cercana a la realidad sería "no quieres información, pues toma información, ahí te pongo lo que me exige la ley, pero que sepas que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. ¡Suerte!" Mientras más controles se imponen, más fullerías se generan y acaban provocando una constante sensación de ser conejillos de indias, absolutamente desprotegidos y objeto de burla.
Creo que deberíamos cambiar el actual sistema de etiquetado, dejar en paz las camisetas, sábanas y manteles, que esos, con verlos, ya sabemos de qué están hechos y los calambrazos que nos van a dar, y ponerle etiquetas a lo que de verdad las merece: la mentira, la falta de honradez, la irresponsabilidad, la poca gracia que tiene, por ejemplo, conceder a Sevillana Endesa el premio C de Consumo (hace varios años de esto). Es como institucionalizar y legalizar el robo a mano des-armada y el des-interés común. Deberíamos publicitarnos como "producto de Europa, más falso que una copia china".