Mientras piensas...
jueves, 14 de marzo de 2024
La conquista de Granada. Capítulo I.
martes, 29 de agosto de 2023
Tan cerca, tan lejos
viernes, 14 de abril de 2023
Aquel viaje. Capítulo 3. Última etapa
martes, 11 de abril de 2023
Aquel viaje. Capítulo 2. La llegada
viernes, 17 de marzo de 2023
Aquel viaje. Capítulo 1. La tropa aragonesa.
sábado, 7 de septiembre de 2019
Murcia, país tropical.
sábado, 1 de junio de 2019
Que empiece el espectáculo
Ir a un concierto siempre parece un buen plan. Más si es al aire libre una noche de calor. Más aún si te coges asientos lejos de la bulla y con las mejores vistas a la ciudad que además se encuentra en fiestas y te permite unir los focos del recinto a los del recinto ferial. Llegamos pronto en un uber, de puerta a puerta. Escalamos hasta encontrar nuestros asientos, duros como el cemento. Había poca gente pero nuestros tres asientos estaban parapetados. A la derecha una pareja de mujeres exhibiendo su amor a bastante más de tres metros sobre el suelo. A la izquierda una pareja mixta xxl con dos bolsas, xxl también, de palomitas y dos litronas de cocacola. Pensé que levitarían a mitad del concierto. Luego comprobé que ni un huracán sería capaz de levantarlos. No les miré a la cara. Las miradas te unen a la gente, para bien o para mal, y en una situación tan temporal es mejor no crear vínculos, ni buenos ni malos. Así que mirada directa al escenario. Empieza a llegar más gente. Me llama la atención las dos chicas que se sientan justo delante mía. Muy jóvenes, muy finas, muy comedidas, hasta que se apagaron los focos. Yo lo sabía. Sabía que se querían, que se querían abrazar y no se atrevían. Pero el ambiente invitaba. A su lado, otra pareja de mujeres sin tanto miramiento. Al frente otra pareja masculina haciéndose selfies sin parar de atusarse los flequillos entre beso y beso. Se apagan los focos y todo el personal pendiente del espectáculo. Como a la quinta canción una de ellas se atreve y le da un beso en la cara a su acompañante, que le sonríe pero nada más. A eso de la décima canción, cuando mi espalda y mi trasero ya se resentían, la otra decide corresponder yla coge brevemente de la cintura. Debieron sentirse pecadoras porque en cuanto la cantante se despidió la primera vez, cogieron sus bártulos y salieron pitando de allí, no sea que se encendieran de nuevo los focos y quedara al descubierto su amor encubierto. Ay, qué lástima. Me daba entre risa y pena. Ya espabilarán. Fin de la historia. Entretanto la pareja xxl estaban grabando el concierto, cada uno con su móvil, seguramente para verlo hoy, tranquilamente en casa, con una hamburguesa del McDonald's y tres o cuatro litros de refresco para tragar mejor las patatas fritas de acompañamiento. Mientras veían algo del concierto en las pantallas de sus móviles, para no perder el encuadre, ella cantaba todas las canciones. Ese estéreo era súper molesto, la verdad. Pero no quería mirarala para decirle, cállate ya, que mi entrada no incluía tu espectáculo. Y no lo quiero. Ni regalado. Pero esa indicación requería mirarla y ya había decidido evitar el contacto visual, no fuese a ser que encima me cayera bien. Así que aguanté como pude el doble y simultáneo concierto. Ohhhh, menuda noche. El resumen, no obstante, es bueno. Me gustó la música que me tuvo toda la noche moviendo los pies y los brazos, porque el culo se me había dormido formando ya parte de la grada. Y los efectos especiales fueron geniales, los del lejano escenario y los del cercano graderío. Para repetir, eso sí, con un cojincito y unos ojos prestados que me permitieran mirar sin sentimiento a mi acompañamiento musical y decirle, toma mis almendras, come y calla.