(advertencia: historia basada en hechos reales. Se han cambiado los nombres de los protagonistas para preservar su intimidad. No se han introducido escenas ni elementos para la dramatización y, por consiguiente, cualquier parecido con la realidad no es pura casualidad)
Si de hacer kilómetros se trata, the winner is...
Verano de 2023, Jane y Michael a la caza del espeto. Plan perfecto. O eso parecía. Lo primero era reservar en algún lugar especializado en sardinas, claro, y ahí comienza la aventura. Como en una carrera de relevos, empezó la tarea Michael y la acabó Jane que encontró el sitio perfecto. Pero, como el mundo entero está ya reservado para varios años, tuvieron que coger el segundo turno de comida, a partir de las 15,30. Bueno, pensó Michael, no está mal, así hay tiempo para hacer el trayecto con tranquilidad. Pero ¿cuál fue el problema? La prima de Málaga. Había que recogerla, y así se hizo. Y la prima iba acompañada de su marido, que solícito se prestó a conducir porque, se supone, conocía mejor el camino. Quizás olvidaron el pequeño detalle de recordarle que iban a comer espetos. Lo digo, porque este hombre se hizo un tour por carreteras malagueñas, sin ton ni son, de manera que cuando ya eran las cuatro de la tarde, sin atisbo alguno en el horizonte de sardinas ni nada que se le pareciera, con los estómagos tocando las castañuelas, Jane se plantó y le pidió "amablemente" al conductor que pasara al asiento de atrás, que ya ella se hacía cargo de "reconducir" la situación. Y así fue. Y llegaron a su destino a las cinco de la tarde, que eso debía ser como el cuarto turno de comidas. Su suerte fue que la cocina seguía abierta y aún quedaban sardinas. Comieron espetos por fin, para arreglar el día, y esas sardinas fueron ya las últimas del verano, otoño, invierno y primavera, hasta que se borre el recuerdo de la odisea, o sea, lo que viene siendo un par de semanas mal contadas. Y volvieron a Málaga, a dejar en su casa a la prima y a su marido. Y hora y media después llegaron a casa destrozados, como si en un arranque de locura juvenil hubieron decidido ir a desayunar a Valladolid. Ahora, cuando salen a cenar se piden cachopo. Que nada les recuerde ni a los espetos, ni a la prima de Málaga, que es la auténtica prima de riesgo y no la de la eurozona.
Así que ya sabéis, si no queréis comer cachopo, no olvidéis quedar con la prima de Málaga en el bar reservado, y que ella llegue cuando pueda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario