Hace mucho tiempo que tenía la necesidad de hacer algún cambio en mi casa. Algo no encajaba y tenía que solucionarlo, pero nunca encontraba el momento. Mi vivienda es un piso normal y, como tal, tiene los problemas normales de los pisos normales, es decir, los dormitorios dispuestos para que todos los vecinos durmamos cabeza con cabeza. Esto lo solucioné rápido, colocando armarios en lugar de cabeceros, pero perdí los enchufes e interruptores dispuestos para la colocación de las mesillas de noche, que han quedado tapados y anulados por los armarios. Desde aquí hago un llamamiento a los decanos y decanas, si hay alguna, de las facultades de arquitectura y similares, para que hagan el favor de dejar claro, en todas y cada una de sus asignaturas, que si alguien quiere dormir con su vecino, se instala en su casa y se deja de historias virtuales con tabique de por medio. El otro problema que no solucioné en su momento y que me daba quebraderos de cabeza era el salón. Aquí, el lince que diseñó la vivienda decidió poner los enchufes de televisión y teléfono en la pared menos indicada, con lo que tuve que forzar la disposición de los muebles para que todo encajara, y la cosa no quedó bien, no me resultaba cómoda, así que no hacía más que darle vueltas y vueltas hasta que hace poco me decidí. Es importante sentirte a gusto en tu casa.
Llevo aproximadamente un mes re-decorando mi casa conforme a un plan previamente fijado, cerrado y sellado, que ha ido diluyéndose y cambiando de color conforme pasaban las horas. Para eso parece que son los planes, para huir de ellos y llegar a la conclusión de que la vida, con sus misterios, produce cambios en los planes de decoración y no hay ningún estudio científico sobre esto. Llamaré a Punset. Ahora tengo claro que en la enseñanza obligatoria hay que incluir el bricolaje. Esto aseguraría más larga vida a tus planes, a esos que llevas varios meses diseñando con ilusión y cuentas matemáticas para que todo cuadre. Así se evitaría tener que escuchar las opiniones de pintores, electricistas... que, en toda tu cara y sin ningún miramiento te dicen que ese color de pared es raro y no quedará bien, o que para qué quieres una conexión de televisión en tal sitio, o qué más da que la lámpara esté aquí o allí, pero vaya, que a ellos les da igual, que cada uno ponga las cosas donde quiera, que ellos no se meten en eso. Pues menos mal. Y tú, después de escuchar opiniones no solicitadas, te quedas con cara de poker, y con cierta vergüenza absurda les dejas claro que eso es lo que quieres, mientras piensas que no los vas a llamar más y que habría que ver sus casas, a ver si de verdad tienen el gusto del que presumen. Lo que hay que aguantar y encima pagando, con lo que me cabrea a mí eso, porque es descubrir que el poderoso don dinero ni siquiera te convierte en la reina de la chapuza casera. No se dónde vamos a llegar. Por suerte en mi familia, como en toda familia que se precie, tenemos un Macgyver que además de dominar las más variadas técnicas del bricolaje, realiza sus trabajos con total precisión y sin darte su opinión, salvo que se la pidas. Gracias a él me he evitado llamar al servicio de bricolaje del seguro del hogar, del que no me fío ni un pelo. Según el clausulado de la póliza tienes tres horas gratis de bricolaje, pero... me da a mí, que el operario se pasaría las tres horas buscando herramientas y, lo peor de todo, opinando si mejor aquí, mejor allí. Me quedaré con la duda, pero no creo que pierda el sueño. Antes tenía un piso, ahora tengo un hogar. Ya sabes, la arquitectura para la estructura y la arquiternura para los interiores.