Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Navidad, Navidad, salada Navidad.

Lo de salada Navidad es porque yo soy más de jamón y embutidos variados que de turrones. No es la navidad una de mis temporadas favoritas. ¿Qué por qué? Porque la relaciono con el frío y con los peces en el río, con estruendo de panderetas y zambombas, con el  gorrito rojo con el ribete blanco. Y, para lo poco que veo la tele, no hacen más que poner películas ñoñas de Santa Claus, paseando en su trineo de ciervos con cascabeles que hacen música de campanitas, resolviendo desgracias y desamores, en un mundo de calles llenas de luces y tiendas, donde hay mucha gente comprando a destajo, con mucha prisa y cenando a las seis de la tarde (las cosas de los guiris), y que siempre terminan muy muy bien, con un final más que perfecto, eso sí, gracias a la magia navideña de Santa Claus. La vida misma. De todas formas me lo tomo con deportividad y me quedo con lo bueno, que también de esto hay. Me encantan las comidas familiares, esas que te pasas todo el día cocinando y poniendo la mesa bien bonita, y luego llegan los comensales, se lo trincan todo en dos coma tres y se van corriendo. Me cago en la leche. Perdón, es que acaba de venirme a la mente esa cocina llena de platos y esa bolsa de basura hasta las trancas de cabezas de gambas. Y eso no  es lo peor. Lo peor viene después, cuando tras cocinar para el triple de personas que venían a cenar, te pasas comiendo las mismas sobras los tres días siguientes. ¿Y qué me dices de la ilusión de la lotería?, si, ya lo sé, que está muy bien pero dura muy poco, justo lo que tarda en salir el gordo y comprobar que este año tampoco te ha tocado. Pero, hasta ese momento, has acabado con el hambre mundial, le has quitado las trampas a toda tu familia y te has comprado una cantidad ingente de tonterías que ni siquiera sabes qué hacer con ellas. ¿Sabes qué? que casi mejor que no te toque la lotería, mejor que le toque a Santa Claus, a ver si cambia los ciervos por un seat ibiza y se da un corte de pelo y de barba, que está más visto que el belén de mi casa, que creo que es de mi edad más o menos. Por fin termina el 2013, que yo soy tela de supersticiosa y he estado todo el año acojonada, esperando los males del trece. Bueno, aún sigo con los dedos cruzados, que nunca se sabe. Y es que después de ver el anuncio de la lotería de este año, se me han puesto los pelos de punta y me ha dado por pensar que es la imagen viva de lo horrible, una premonición de algo horroroso. Bah, qué tontería. Igual me entra el susto que me lo quito intentando razonar. Hasta que mi madre aparece poniendo una cara rara y moviendo la mano como en la canción de cinco lobitos tiene la loba y diciendo, lalalalalá la la la, y  me entra el susto otra vez. Que le ha hecho gracia a la buena mujer lo de Raphael y anda todo el dia imitándolo. Estoy por congelarla y ponerla  en el belén, al menos hasta que se le olvide la sintonía, al lado de las ovejas y los patos. Cumpliendo con la tradición navideña de felicitar las fiestas, aprovecho este momento para hacerlo y para desearle a quien lea esto, un feliz año nuevo. A ver si es posible que podamos vivir en paz y armonía, hombre ya.