Me encuentro en el aeropuerto de Madrid, con el dueño del dúplex y la tercera pasajera, con destino a Nueva York.
Seguíamos las indicaciones de colores que colgaban del techo para averiguar dónde estaba la puerta de embarque. Andamos tanto que casi me olvido que aquello no era una romería y me pongo a cantar por los romeros de la puebla. Por fin divisamos el número que buscábamos y apretamos el paso con la ilógica finalidad de ocupar los primeros puestos de la cola y que así la espera se hiciera más larga, pero eso sí, en un buen puesto, para darle rabia al resto del pasaje por embarcar cinco minutos antes. Dicen que esto son cosa de los años, pero en verdad, parece más propio de la edad infantil. En fin. De todas formas nos cortaron el rollo de cuajo un par de agentes de algo, con uniforme, que nos desviaron a un pasillo donde había tres atriles para una azafata y dos azafatos, que iban llamando a las personas, una por una. Me tocó la azafata que imponía por dos cosas, su altura y porque no sé qué tenía yo que hablar con ella. Y empieza la conversación:
AZ- buenos días, qué tal?
Yo- buenos días, muy bien
AZ- de dónde vienes?
Yo- de Córdoba
AZ- pero en Córdoba hay aeropuerto?
Yo- ah, no, vengo del aeropuerto de Sevilla, pensé que se refería a "de donde soy".
AZ- y dónde trabajas?
Yo- Pues en Puente Genil, que es un pueblo de Córdoba.
AZ- ummm, me suena mucho.... Qué hay cerca?
Yo- pues..... Por ejemplo Estepa el pueblo de los polvorones.
AZ- ah, sí, Estepa, yo soy amiga de la hija de un empresario de allí.
Yo- anda, fíjate
AZ- (intentando retomar la seriedad de su misión, que se le había ido al carajo) Bueno, y con quién viajas?
Yo- pues con éstos (digo esto mientras me vuelvo buscando a mis acompañantes sin verlos) bueno, unos que estaban ahí.
AZ- Primera vez en Nueva York?
Yo- pues sí
AZ- planazo, no?
Yo- a ver, a ver
Y me coloca una pegatina en el pasaporte y me desea un feliz viaje. Me dirijo a un mostrador donde mis compañer@s esperaban. La tercera pasajera me dice, toda indignada, pero esto qué es? Quiénes son estas personas, que ni son policías ni guardas jurados ni nada que se le parezca para interrogarme de esa forma, que si dónde vivo, que si dónde trabajo? Vamos hombre. A ti que te han preguntado?. A mí nada, le digo, hemos hablado de polvorones. Venga vamos que llegamos tarde. Y, por fin, embarcamos. Era mi primer vuelo transatlántico, así que estaba un poco inquieta pensando si soportaría ocho horas sentada en ese avión, o me entraría la histeria "meléndica" y gritaría como una posesa hasta que me dieran un par de tortas para calmarme. Creo que eso lo ví en una peli. Porque lo del aterrizaje de emergencia en pleno océano, como que no. Pero yo vivía mi inquietud con discreción, no como el dueño del dúplex que no sabía ya que hacer para llamar la atención. Tenia al japonés de su izquierda totalmente alucinado. Se le notaba el miedo en la mirada, el pobre hombre ni se atrevía a dormir después de ver al dueño del dúplex ir y venir con botellitas de vodka y whisky, y agitar frenéticamente la bandeja de su asiento, que estaba suelta, mientras decía en alto, mira, mira, me han puesto esta bandeja deslizante especialmente para mí. Catapum, el vaso encima. Suerte que bajaron las persianas y apagaron la luz que si no, nos hubiera recogido en el aeropuerto la NPYD en lugar del shuttle contratado y habríamos dormido en el hotel Prison, en lugar de en pleno centro de Manhattan.
Fue soltar las maletas y salir pitando para el MOMA. Una maravilla, oye. Me gustó mucho y eso que no pudimos estar tiempo suficiente para disfrutar la cantidad de arte que contiene. Después pasamos por el Rockefeller center donde había tanta gente que parecía que iban a dar un concierto. Por cierto que era día de graduaciones y nos las encontramos todas las de América entera en el Radio City Hall. Vale, es verdad, he exagerado un poco, sólo había una celebración, pero mucha gente. Intentamos subir al top of the rock para ver el famoso atardecer de NY. Pero que va, demasiada cola y mucho cansancio. Mala combinación. Así que nos fuimos a Time Square. También es casualidad que todo el mundo tuviera la misma idea a la misma hora, no? Y eso que justo 24 horas antes un conductor borracho se había llevado por delante a un puñado de gente. Es para estudiarlo esto.