Ayer tarde saltó una bisagra de cazoleta de una puerta de un armario de mi cocina. Ahora qué? Me pregunté. A mirar en google, me contesté. Vistos tres o cuatro vídeos de esos manitas que abundan por las redes, decidí que ya estaba lista para repararla. Qué optimismo, por dios. Lo menos tardé dos horas y media en dejarla funcionando. Me senté en la encimera, cogí mi destornillador y me puse manos a la obra. Bueno, más bien brazos a la obra porque la puerta abría hacia arriba. Eso me hizo recordar ese mes de agosto que tuve que hacer 35 sesiones de radioterapia, a las 4 de la tarde cada día, con los brazos para arriba, como si la guardia civil me hubiera dado el alto. Chungo. Pero claro, aquello era poco rato y sólo provocaba quemaduras. Lo de la bisagra es otra historia, porque tanto rato con los brazos en señal de implorar debió provocar un desvío de mi normal riego sanguíneo y aceleró la actividad mental. Mientras trataba de enroscar ese tornillo amorfo y pequeño de la bisagra, mi mente realizó varios análisis matemáticos con logaritmos neperianos y derivadas de lo más complicadas, así como tres autodebates políticos llegando a las siguientes conclusiones:
Primera: me cago en el inventor de las bisagras de cazoleta.
Segundo: Puigdemon es un alienígena del planeta bruselin, traído a la tierra para hacer un estudio sobre el alcance verdadero de la memez española. Por error de cálculo su nave aterrizó al noreste de España, justo en medio del parlamento catalán en plenas elecciones, y no le quedó más remedio que dejarse llevar. El mundo estaba siendo invadido por un extraño virus, que aún se está estudiando, y que iba provocando la colocación de personajes de dudosa capacidad mental en puestos de poder, ( véase Trump, Kim Jong Un, Maduro... Y el mismo Puigdemon)
Oh, qué mala suerte. Lo que iba a ser una simple recogida de datos se topó de cara con esta difícil situación que se les fue de las manos a los del planeta bruselin, que quedaron como Mariano Rajoy, con la boca abierta esperando el desenlace de algo desconocido y esperpéntico que empezó como un truco o trato y aún está coleando. Oye y que parece que va para rato. Yo incluso dejé de ver los informativos. Me aburría aquel sin sentido que tanto ruido provocaba. Y de repente voy y me entero que los de bruselin se han llevado al Puigdemon a su planeta, pero que lejos de zanjar la cuestión han decidido dar un paso más y seguir buscando el límite de la estupidez. De esa estupidez que distorsiona la realidad convirtiendo la democracia, en la ley del embudo (ancho para mí, estrecho para los demás) y la mayoría en un mayoral y cuatro pastores que no dan ni para el belén de este año.
Tercera: como dicen en mi pueblo, "aficionados, todos al fútbol"
Podría seguir, pero tengo los brazos destrozados.
Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.
jueves, 2 de noviembre de 2017
La bisagra
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