Acabaré pensando que la vida es una gran mentira. Ni los deportistas son tan magníficos sin sustancias, ni los ricos ganan su dinero, ni la justicia repara, ni los periódicos cuentan la verdad, ni la administración es pública, ni puedes poner la estufa en mi trabajo. Me da miedo comprobar que la profesión más desempeñada es también la más antigua, la de vendedor. Vayas donde vayas encontrarás a alguien vendiéndote algo. Incluso si no vas a ningún sitio, el vendedor te encontrará. Te llamará por teléfono justo a la hora en que vas a almorzar para decirte que has ganado un premio y que si lo quieres recibir tienes que..., o que es mejor que te cambies de compañía telefónica porque te están engañando, o que por ser la mejor cliente de tu banco te regalan un préstamo (ésta si que es buena). Lo último es poner las noticias y ver a Mario Picazo vendiéndote un coche, un seguro o un detergente. Me estoy volviendo paranoica, veo más anuncios en los programas de televisión, que entre programas. En mi buzón la publicidad supera a las facturas, que desde hace años es la única correspondencia que recibo. En el parabrisas de mi coche, en las farolas, en las bolsas de la compra, cada tres minutos en cualquier emisora de radio,...Todo se vende, aunque no sé si todo se compra. Somos mercaderes por excelencia, pero también mercancía. Producimos para consumir y consumimos para seguir produciendo, en un bucle peligroso que gira sin cesar. He intentado bajarme de esta noria, pero no hay manera, así que siguiendo la antigua máxima de "si no puedes con el enemigo, únete a él" he decidido ponerme en venta yo también. Ahí queda eso.
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