Ayer por la mañana fui a buscar un regalo para mi sobrina. Con urgencia, porque ese mismo día era su cumpleaños. El día anterior estuve inspirándome en el balcón de san google desde donde puedes ver mucho más allá de lo que te alcanza la vista. Después de largas horas con el cuello flexionado hacia abajo como si me hubiesen dado la colleja del siglo, encontré algo que creo que puede gustarle: un dron. Me tragué sin pestañear un buen puñado de tutoriales sobre el tema, con lo que cuando ya mi cuello había cogido la forma curva para siempre, yo sabía más de drones que la misma persona que los inventó. Madre, lo que se llega a aprender con el youtube.
No tengo muy claro si a mí eso me podría divertir o sacarme de mis casillas, pero, en fin, ella es una niña habilidosa y si no, seguro que su padre va a flipar en colores con el cacharrito. Su madre creo que no, no lo tengo muy claro. La cuestión es que no se quede olvidado en un cajón porque vale una pasta, 49 euros exactamente según marcaba la página web de El corte inglés, esa mole de cemento "saca de apuros" que me pilla cerca de casa. Y allá que fui toda dispuesta a apoderarme de aquél artefacto. Después de dar cuatro vueltas por los pasillos, preguntar a un empleado, dar cuatro vueltas más, por fin los encontré. No se si el empleado encontró la salida al terminar su turno, porque orientación, lo que se dice orientación, no tenía mucha. Y allí estaban. Ocupaban un pequeño espacio en una larga estantería de tres plantas. Arriba un rótulo anunciaba su existencia, DRONES. Había unas quince cajas, pero doce eran todas del modelo que yo iba buscando. ¡Excelente! pensé. Comprobé el precio, 49 euros. Pero, no sé, me entró la duda. Siempre me gusta preguntar. A veces para comprobar la veracidad de los tutoriales, a veces para comprobar que quien te vende algo no tiene ni puñetera idea de lo que te está vendiendo, y otras veces para poder cabrearme con alguien si luego el producto no se ajusta a lo que buscaba. Ese muchacho que vino a des-informarme era igualito que Manu Sánchez, lo que ya hacía presagiar la poca gracia que me iba a hacer. No sé porqué no estoy atenta a los detalles, jolines. Le hice una pregunta simple, teniendo en cuenta el nivelazo en drones que tenía yo a esas horas, y para salir del paso y dando muestras de que de tonto no tenía un pelo, empezó a preguntarme él, que para quién era el dron, que para qué lo quería.... y yo, que no me esperaba aquello, en lugar de mandarlo directamente a freír espárragos, le contesté todo lo que me preguntó religiosamente. Lo sé, lo sé, vamos a dejarlo. El joven me sugirió que buscase un dron en la planta de juguetes que eso se ajustaba más a lo que yo estaba buscando. Tengo que decir en mi defensa que sobre drones infantiles no me leí ni un solo tutorial, así que opté por aceptar su sugerencia con cierto cabreo porque me dejó la autoestima por los suelos, y bajé a la planta juguetera donde con mezcla de asombro y enfado comprobé que los drones eran feísimos, con más colorines que estilo, ¡y encima eran más caros!. Mira que no, que no, que yo tenía claro a lo que venía y que no tengo que escuchar a nadie cuando tengo las cosas claras, hombre ya, que me subo otra vez para arriba y asunto terminado. Las escaleras mecánicas ya tenían mis huellas. Llegué, busqué a Manu que estaba allí todo contento hablando con una compañera y le dije, mira, que ya he visto los drones infantiles y eso no es lo que quiero, que me voy a llevar el que te dije antes. Voy con él hasta la estantería y ¡¡¡¡¡¡ME CAGO EN SU NACIÓN ENTERA!!!!!!, el muy..................., .............., ................., y ..........................., sí, todo eso, había cambiado el precio. Ahora el dron costaba 69 euros. Me sujeté a la estantería, miré al suelo, sin trabajo ninguno porque el cuello lo tenía ya acostumbrado, resoplé como un toro a punto de embestir y mirándole con los ojos fuera de las órbitas le dije, ¿pero ésto qué es?, hace un momento el precio eran 49 euros. Y me dice, sí, pero es que en el precio ponía que era hasta el 28 de febrero. (Ojo, que era día 3 de marzo) Y le digo, si claro, lo que tú digas. Y me dice, sí, sí, lo ponía. Y le digo, mira, te aseguro que aunque lo pusiera si no llegas a quitar el precio me ibas a cobrar 49 euros. Esto es una auténtica tomadura de pelo. Esto es, vete para abajo que arregle este despiste. ¿Tú te crees que yo me voy a llevar esto? y no es por el dinero, es porque no me gusta que me tomen el pelo. Y me dice, lo entiendo. Vamos, por favor, ese "lo entiendo" es como reírse en toda mi cara. Ya tuvo suerte el tipo de que yo no sea persona violenta, la verdad, pero tengo mi corazoncito y me sentí muy mal. Le pedí que se fuera, que así, en lenguaje agresivo es, quítate de mi vista o te parto la cara. Saqué mi móvil y le disparé. Noooo. Saqué mi móvil y busqué el dron con el escáner de Amazon. Allí estaba, a 49 euros. Bien. El único problema es que no lo tendría ese día, así que tuve que seguir buscando algún detalle para salir del paso. En la misma planta está la zona de las cosas curiosas, que es como una tienda de chinos pero con más glamour, sobre todo en los precios. Encontré unos lápices preciosos de colores y una especie de pequeño cañón para proyectar los vídeos del móvil. Con los lápices acierto seguro porque le encanta dibujar y lo hace muy bien, y con el proyector, no sé, puede ser entretenido. Y llegó el momento de dar los regalos. Le encantaron los lápices y se quedó pasmada con el proyector. Rápidamente se puso a montarlo y cuando ya estaba listo, le busqué un vídeo y metió el móvil en la caja. No se veía nada de nada. Después de una hora dándole vueltas al asunto sin conseguir que aquello funcionara, ya os imagináis lo que hice ¿no? sí, exacto, busqué un tutorial. Una chica explicaba con soltura cómo hacer funcionar aquello y, bingo, ya salía luz por allí después de ciertos ajustes en el móvil. A continuación bajamos la persiana y le dimos al play. Vaya una puñetera mierda de proyector. ¿Y ahora qué?. Le dije a la niña, mira no sólo es que no funciona esto, es que además no tiene nada de divertido, así que vamos a meterlo todo en la caja, antes de que me salga el demonio que llevo dentro y lo tire al suelo y salte en lo alto. No te preocupes, chiquita, tu regalo de verdad llegará el miércoles. Esto era sólo una tontería para entretenernos un rato y vaya si lo hemos conseguido. La niña me miró con cierta frustración y me dijo, vale. Desde entonces tengo los dedos cruzados (esto lo he escrito con la nariz) para que el miércoles llegue el dron y funcione. Ya lo de menos es que le guste o no. Porque una cosa os digo, como el dron no funcione, me van a oír hasta en Australia. Me va a entrar un cabreo tan grande que me voy a hacer un tutorial de hora y media sobre chapuzas, poca vergüenza y otras miserias. Que de tutoriales sé yo un rato.
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