Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Otro brindis por la Navidad

Empezaría como siempre, pero no me acuerdo. Ante la evidencia de que el pasado me queda lejos voy a optar por hacer un mensaje de futuro, incierto, por cierto.
Supongo, visto lo visto, que el próximo año, allá por septiembre, cuando pongan las luces de Navidad, para ser los primeros en esta absurda carrera sin podiums ni premios, de ganarle tiempo al tiempo y pillar mesa antes que nadie, en cualquier taberna de mala muerte, sólo para decir eso de "yo estuve allí", aunque a nadie le importe un pimiento, volveremos a encontrarnos, o eso espero, teniendo en cuenta que la bomba atómica está rompiendo aguas, y que igual existe una nueva ley de orden público que prohíbe las reuniones de malhechores, así de nuestro estilo, y tenemos que encargar un catering con nombre falso y dar cuenta del mismo en algún zulo de sierra morena, para poder tener la fiesta en paz.
Hasta que llegue ese momento, septiembre, tenemos por delante algunos meses que, a este ritmo vienen a ser un par de semanas. ¿Qué malo nos puede ocurrir? Nada que a estas alturas no podamos superar. Centrémonos en el trabajo que ya en las vidas personales cada uno de las apañe como pueda. Debemos empezar por la afortunada Juana, que ya pasó a mejor vida, la de jubilada a tiempo completo. Un brindis por Juana. Se la ve bien, así que nada que temerle a la jubilación, salvo que se la estamos pagando nosotros, sin saber si habrá alguien para pagar las nuestras. Seamos realistas, quizás nos queden para jubilarnos más años de los que pensamos, porque mantener a la horda, cada vez más grande e inútil de políticos que puebla este país, más ocupados en quitarse la mierda de encima que limpiar los barros de Valencia, nos cuesta un pastón. Y ya sabemos por larga experiencia, que los empleados públicos, a los que hace años dejaron de subirles el sueldo, somos los pagafantas de todas sus fiestas.
Veo negro el futuro, y eso que llevo gafas moradas. Sí, esas que te amargan la vida mires adonde mires. Un brindis por la oscuridad. 
Podemos seguir con Francis, nuestro macgiver particular. Igual te monta un escenario, con luces y sonido, que, ¡no te lo pierdas!, te lo desmonta. Flipante. Parco en quejas, más resistente que el duralex. Cuando se siente un poco quemado, los demás ya hemos ardido como hoguera de San Juan. Me encantaría saber su secreto, ese que le mantiene inalterable, aunque caigan chuzos de punta, siempre amable, y con muy buen humor. Persona muy cómoda, la puedes llevar donde quieras, por ejemplo, aquí. Es como de otro mundo, el de los súper poderes. Un brindis por este súper héroe camuflado. Sorprende que comparta horóscopo con Sandra, la benjamina, la turista accidental, desbordada por la pésima organización del universo. A ver, ¿quién ha colocado ahí la osa menor, coño?. Es que nadie se da cuenta que si viene un forastero al pueblo y le doy el único mapa que me queda, cuando mire las estrellas se va a creer que está en otra galaxia, porque no coinciden las cosas. Y eso es otra, hace 20 años que no se hacen mapas, y es que todo se lo gastan en gilipolleces, que no saben hacer la O con un canuto la gentuza esta. Qué harta estoy por dios y por la virgen, y el niño Jesús que ha nacido en el Belén de Miragenil. Bueno, ese otro que también da por saco, pero vamos a dejarlo, que me voy a poner mala, que lo estoy viendo venir. A ver qué trabajo cuesta pensar un poquito,  que no estoy pidiendo nada del otro jueves, sólo un poco de sentido común, una mijilla nada más. Mira, lo tengo claro, me cojo unos días, me voy a Australia y, vete tú a saber, igual, con suerte, ni vuelvo. Hombre ya.
Arrecógete mari y vamos a tomar algo, que eso se te pasa a ti en ná. Venga, un brindis por los canguros australianos. 
Ahora voy con mi equipo. Por cierto ¿y Gloria? ¿Ha venido? Ah, sí, ahí está. Chica es que como estás en la planta noble ni te veo. Gloria habita, como digo, la planta noble, dotada con moderno, por los cojones, hilo musical con encendido y apagado programado, que nadie puede controlar. El hilo cuenta con una lista de reproducción de lo más esperpéntico que nadie pueda imaginar. Desde el do,do,do,re,re, re mi, mi, mi, mi, mi,.... En escala ascendente y descendente en bucle interminable e insoportable, que convierte los momentos de íntima reflexión en tragicomedias de cámara oculta que te deja así, mira. Pero ella, lejos de crisparse, respira hondo y hace como que eso no está pasando, y si pasa, es pasable, y qué le vamos a hacer, la vida es así, no la he inventado yooooo. Me resulta imposible imaginarla en un estallido de ira, gritando como un trombón desafinado, que alza su voz por encima del piano, la batería y el do re mi, diciendo ¡que te vayas con la música a otra parte! Noooo. 
Luego está Paqui, y sus muñecos. Lo digo porque cambia de cara y de voz según las circunstancias. Teléfono en ristre, volumen bajo, está cotilleando. Volumen bajo, sin teléfono, uf, vete tú a saber lo que está haciendo. Tiene un muñeco para cada circunstancia. Usuario pesado, muñeco paciencia, jefa cabreada, muñeco mudo, conflictos laborales, muñeco enfadado. Resto del tiempo, muñeco alerta. No se le escapa ni una chiquilla. Perfecta contable, cuadra las cuentas como nadie y siempre dispuesta para lo que necesites. Incluso podríamos decir que es creadora de contenidos. Tú no sabes que necesitas algo, hasta que ella te lo dice. También psicoanaliza de forma que, ella ya sabe que dentro de 2 minutos no te vas a acordar de lo que te ha recordado, y, oportunamente, te lo requeterecuerda las veces que haga falta. Pues menos mal. Que Dios le conserve paciencia. Un brindis por Paqui. Y otro por sus muñecos. 
Feli, uhuhuhuh, es la señal de que te toca. Está instalada en una realidad paralela. Un mundo fantástico, donde casi todo el mundo es bueno y va todo Genial. En verdad creo que es pianista frustrada. Por eso, cuando llega por las mañanas, abre su ordenador, se frota las manos y en mitad del silencio, se marca una pieza en su teclado informático, de ritmo frenético y alocado, que dices, Dios, si Vivaldi levantará la cabeza, borraría la primavera y se quedaría con tres estaciones. Total, con tanta prisa como llevamos y el cambio climático en todo su esplendor, con dos estaciones nos apañamos de sobra. Finalizada la obertura en sol mayor, se asoma desde su realidad a la nuestra para comprobar, con pesar, que el mundo huele fatal, que la vieja del visillo existe y la gente miente sin parar. Y se vuelve a evaporar. Ahí se queda, dentro de su burbuja Art déco, maldiciendo el minimalismo y pensando en los adornos de Navidad. Oye, que los problemas vienen solos y como vienen se van. Y hace una especie de tirabuzón con la pierna, que es una peineta disfrazada. Y tan pancha. Cada año le pide a los Reyes Magos un despacho. Nada, carbón. Un brindis por Melchor. 
Tenemos chica nueva en la oficina. Ni se llama Farala ni es divina. Se llama M. Carmen y es humana. En verdad, en ella nada es lo que parece. Con apariencia de Santa tirando a Virgen Macarena,  M. Carmen, alias Perea, es una fusión de zipi y zape, con Bart Simpson, que igual te gasta una broma por teléfono, que te deja encerrada en el baño, que te mete un susto al salir del ascensor... O bien se disfraza de prima hermana ideal, que te canta en la boda de tu hija, que te anima la barbacoa del domingo o cualquier fiesta de guardar. Y todo eso con cara de no haber roto un plato en su vida. Eso para quien no la conoce, claro. Para quienes ya la tenemos calada, nos toca salir con precaución del ascensor y no darle nunca la espalda, por si acaso. Mejor verla venir. Buen fichaje. Era, sin duda, lo que nos faltaba. Un brindis por la Perea. 
Y con esto me despido hasta el mes que viene. Que Dios nos ampare. Feliz San Valentín gente. 




Por el camino yo me entretengo

Si crees que conoces a tus hermanos, vete a hacer el camino de Santiago con ellos. En menos de una jornada comprobarás que, efectivamente, los conoces como si los hubieras parido. Ojo, ellos a ti también.
Como somos personas muy ocupadas decidimos hacer la mitad del camino. Luego, ya si eso, haremos la otra mitad, en otro momento.
El camino nos ha servido para comprobar con asombro, que estamos en mejor forma de lo que pensamos. Salvo un par de roces en la última jornada, y aclaro, en los pies, todo fue bastante bien.
La organización del viaje fue lo más complicado, porque decidir el medio de transporte hasta el  punto de partida, generó más de un debate, de esos que te acercan al precipicio de la rendición. Ni que fuésemos a la luna, oye. Finalmente conseguimos cuadrar todo y no nos hizo falta cohete.
La lluvia nos recibió para situarnos geográficamente, pero teniendo en cuenta que uno de mis hermanos lleva la virgen a cuscurumillos, otro está en plena conexión con su poder superior y otra es más optimista que un girasol en un día nublado, la lluvia sólo duró un rato y no volvió a aparecer. Nuestro anfitrión nos recogió en el aeropuerto, nos llevó al alojamiento, más tarde nos acercó a Pontevedra y ya por la mañana, después de un maravilloso desayuno y contarnos su vida, nos acercó al punto de partida. Pero necesitábamos dejar el equipaje en la oficina de correos antes de  empezar. Otra vez la suerte de mis tres amuletos hizo su magia y justo un minuto antes de que el furgón saliera pitando, conseguimos llegar y dejar nuestras maletas. Menos mal, porque 22 kilómetros con mochila se pueden hacer, pero con maletas, por pequeñas que sean, como que no.
Durante la primera etapa, encontramos a unas hermanas gallegas que también hacían el camino. No nos hermanamos con ellas, porque eso ya sería como fundar una colonia, pero nos las volvimos a encontrar en los dos días siguientes. Era lo normal, íbamos al mismo sitio.

Primer destino, Caldas de Rei. Entrando en la ciudad pasamos por un famoso restaurante donde había más cola que en el paro. Uno de mis hermanos decidió que debíamos comer allí y nos puso en modo pause. Todos, menos él, sabíamos que aquello era inviable. Pero él y su virgen a cuscurumillos, insistieron. No hubo suerte en ese momento, pero reservamos para la noche sin problemas. Es que una cosa es la suerte y otra un milagro. En el restaurante nos atendió una chica que por el acento no era de Granada, pero por la mala follá que tenía, lo parecía.
Mi hermano, el de la virgen a cuscurumillos, es interactuador por excelencia. Su alma le pide ir gastando bromas allá por donde vaya. Pero, a veces, lleva su ironía a límites insospechados. Al ver el talante de la camarera nos temimos lo peor, que le soltara una de sus gracias y la mujer no lo entendiera. Pues lo hizo, pero de tal manera que, como suele ocurrir, se metió a la chica en el bolsillo. Y eso, eso sí que fue más milagro que suerte. Conseguimos tener la cena en paz y al final, la chica, que pensó que debíamos ser los únicos del bar que la entendíamos, nos confesó que estaba cabreada porque en una mesa le habían dicho que era muy antipática. Nos dio hasta pena y no le dijimos que el cabreo lo traía ella de su casa, si no, desde su nacimiento. Y que antipática era hasta decir basta. 
Desde que llegamos hasta la cena en este lugar ocurrió lo siguiente: Caldas de Rei es una localidad conocida por sus aguas termales. Eso no tiene nada que ver con un río, en cuya orilla nos paramos a tomar un café. Pero a mis hermanos eso les dio igual. Se bajaron al río a meter sus pies. Yo no tuve valor. Me quedé allí plantada, haciendo guardia por si algún vecino de la zona llamaba a la policía y había que salir pitando. Que va, entre la virgen a cuscurumillos, el poder superior y el optimismo del girasol, allí estuvieron hasta que los dedos de los pies se le pusieron como garbanzos, y sin rastro alguno de alarma. 
Y no tuvieron bastante con eso que, más tarde, encontraron un par de fuentes pequeñas, donde ponía claramente que una tenía agua caliente y que se prohibía el baño, que por otra parte era imposible por las reducidas dimensiones de la fuentes. Ya sabéis que eso a mis hermanos les importa un pepino. Y metieron sus pies. No sé de dónde les viene esa manía de remojar los pinreles en cualquier charco. 
Pues no os lo perdáis. No acaba ahí la cosa. Después de la cena, seguimos paseando, como si fuese necesario cargar la batería de los piernas, y llegamos a una especie de alberca, también de agua caliente, que estaba ocupada por un grupo de personas. Mis dos hermanos decidieron que donde caben seis, caben ocho y en menos de dos segundos ya se habían metido. La girasol y yo no dábamos crédito a esta nueva afición náutica. Fue entonces y no antes, cuando los reconvertidos boquerones advirtieron, a pesar de la penumbra, que el resto del personal estaba en pelota picada. Y salieron rápido de allí. Y a dormir.
 
Segunda etapa. Cómo en el día anterior, hicimos el camino dos delante y dos detrás. Puro civismo, para dejar que nos adelantaran los más rápidos. Y eso que llevábamos un buen ritmo. Disfrutando del paisaje y recogiendo sellos por el camino, llegamos a Padrón. Bonita ciudad. Reventados nos sentamos a la puerta del alojamiento, en una pequeña placita, a tomar un refrigerio. Apareció por una esquina una señora que apenas podía andar. Mi hermano, el interactuador, la observó con  atención y se dio cuenta que se dirigía a un albergue que había detrás de la plaza. Pero la señora iba despistada y pensó que iba a dar más vueltas de lo necesario. Ni corto ni perezoso se levantó para advertirla, con tan mala suerte que las piernas le flaquearon y la imagen fue tremenda. Parecía que la imitaba andando, lo que provocó nuestras insensatas risas. La intención era buena, que al final es lo que cuenta, pero sabiendo como las gasta, pareció una de sus bromas. En cualquier caso, porque yo sigo sin tener claro si fue queriendo o sin querer, la mujer se lo agradeció.
No hay manera de descansar con esta gente. Todo el día para arriba y para abajo, de acá para allá, que parece que nos vamos a perder algo. Madre mía. Así pasamos otra tarde, desaprovechando el pedazo de duplex que nos buscó la optimista, como si en lugar de haber caminado más de 20 kilómetros, vinieramos de dar la vuelta a la manzana. Ahora, eso sí, entre tanto ir y venir, nos trajimos nuestra correspondiente PEDRONÍA, que a falta de Compostela daba el apaño. Allí volvimos a encontrar a las gallegas y también a unas amigas sevillanas que conocimos en la inútil cola del restaurante donde fuimos a cenar la noche anterior, para consuelo de la extraña camarera.
Última etapa. La más larga. 25 kilómetros más o menos. Salimos de noche. La sorpresa fue la cantidad de gente que tuvo la misma idea. Aquello parecía la procesión del silencio. Poco a poco fue amaneciendo, y fue precioso. Etapa dura, especialmente el último tramo, ese que va desde que sabes que estás en Santiago, hasta que llegas a la Catedral. Atravesamos las bulliciosas calles aledañas, hasta llegar a la plaza del Obradoiro con la sensación de "misión cumplida". Creo que la alegría de llegar estaba empañada por la rápida despedida del hermano menor, que tenía el viaje de vuelta tan pronto, que casi no nos da tiempo a hacernos la foto de rigor. Eso fue un poco corta rollos. Al resto nos quedaba toda la jornada por delante. Intentamos sin éxito, abrazar al patrón, porque había una cola tan grande como el hambre que teníamos. Así que decidimos comer primero y hacer cola después.
Finalmente, tras el correspondiente tiempo de espera, llegamos a la escalinata que lleva al patrón. Yo iba primera, después la girasol y por último el de la virgen a cuscurumillos, que portaba su móvil para inmortalizar el momento. Tan entretenido estaba inmortalizando el momento, que no se dio cuenta que había una señora vigilando que nadie incumpliera la prohibición de hacer fotos. ¿Y qué pasó? Efectivamente. La señora se dirigió al infractor diciéndole "ni fotos ni videos" Y él, aprovechando que es rubio y lleva el uniforme universal del camino, de forma que nadie podía averiguar su procedencia, salvo por su acento, le contestó "Sorry". De esta secuencia nos dimos cuenta varios días después, viendo los videos prohibidos que grabó. Que risa, por favor. Salimos de allí y nos fuimos al monasterio de San Martín Pinario, a tomar un café y descansar, como si eso fuese posible con esta gente. El camarero del monasterio se encontraba haciendo caja, todo concentrado con sus monedas, y hasta le sentó mal que hiciéramos nuestro pedido. ¿Por casualidad los habitantes de Galicia vienen de la antigua civilización granadina? No sé, lo digo porque hay extrañas coincidencias. En esas cábalas andábamos cuando el interactuador se acercó al camarero y le preguntó ¿tú te llamas Santiago? Voy a seguir en lenguaje audio descrito. Breve silencio. El camarero gira la vista a mi hermano y contesta, Sí. La girasol y yo empezamos a notar los síntomas de un infarto. El interactuador continua su conversación explicando: Es que me han dicho que cuando llegara a esta ciudad, tenía que darle un abrazo a Santiago. Breve silencio otra vez. El camarero sale de la barra y abraza a mi hermano. ¡Joder! No me digáis que no es increíble. La girasol y yo salimos de nuestros escondites mentales, aún con cara de asombro y allí mismo, en ese instante, nos convertimos en fervientes devotas de la virgen de los cuscurumillos. Ese camarero volvió a su tarea, mientras continuaba una absurda conversación con mi hermano, compitiendo sobre quién estaba más cansado. Y para demostrarle que no se lo había ganado con aquella fabulosa ocurrencia, nos trajo a la girasol y a mí una chocolatina, diciéndole a él, a ti no te traigo nada. A esas alturas mi hermano ya sabía que se había llevado el premio gordo, así que sonrió satisfecho y a otra cosa, mariposa.
El resto del día transcurrió como siempre, de arriba a abajo, de acá para allá, hasta llegar al aeropuerto. Cuando ya parecía que todo estaba en orden, decidimos tomar algo porque el almuerzo ya no era ni un recuerdo y aún nos quedaba un vuelo y hora y media de carretera.
El interactuador fue a hacer el pedido. Cuando vio los desorbitados precios, más propios de una tasca neoyorquina, que de un aeropuerto español, no lo dudó, y aprovechando su éxito del café, y confiado en su virgen a cuscurumillos, preguntó a las chicas que atendían si no tenían algún tipo de oferta, tipo 3X2, o algo así, o si podía pagar con la tarjeta del gimnasio. Como siempre, arrancó la risas del personal y, por supuesto las nuestras.
Fin de la historia.