Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 19 de mayo de 2013

El árbol de los deseos

Hace varios años mi madre me regaló un pequeño árbol, de madera, hecho de piezas que encajan entre sí. Es el árbol de los deseos, me dijo, sin que yo le diera mucha importancia a eso. Al mirar dentro de la caja donde venía, comprobé que incluso tenía instrucciones. ¡Vaya! pensé, a ver si en lugar de un souvenir es ingeniería práctica. Leí parte de las instrucciones que decían así:

"ÁRBOL DE LOS DESEOS
Antigua tradición escandinava
Según la leyenda el árbol debe colocarse en un lugar visible (esto puede hacerse porque además es una hermosa pieza decorativa)
Cuando surge un deseo, se retira una pieza del árbol, se escribe el deseo en un papel, se envuelve la pieza retirada con dicho papel y se guarda aparte.
El árbol tratará de estar completo otra vez y canalizará la energía del propietario para que se cumpla el deseo y usted vuelva a colocar la pieza en su lugar.
...."

Me quedé pensando un buen rato. Siempre he tenido problemas para desear. Se me han escapado un montón de estrellas fugaces pensando qué podía pedir. Un día decidí pensar un deseo y memorizarlo para no perder más oportunidades con los chispazos celestes. Resultó inútil, lo olvidé porque para mí los deseos son más fugaces que las estrellas. No es que lo tenga todo, no tengo tanta suerte.... ¿o sí? Es más bien que me apaño con lo que tengo, sea más o sea menos. Tardé en darle uso al árbol y la primera pieza que le quité fue para un deseo ajeno. Y llegó el día en que necesité del árbol para mí. Quité otra pieza y dejé al árbol en un otoño extremo. Sólo tiene cuatro piezas y los favores solicitados eran deseos a largo plazo, complicados de conseguir, con lo que era imposible emocionarse pidiendo favores. Pero el tiempo dio sus frutos. Los dos deseos se cumplieron, el propio y el ajeno. Habían pasado años, pero era el tiempo requerido para que ambas cosas pudieran producirse. Por fin pude recomponer el árbol y devolverlo a una merecida primavera sin flores, y su copa volvió a lucir completa. Lo deposité en la estantería y me olvidé de él. Al poco tiempo me surgieron varios deseos. Son los trozos de papel que se ven en la imagen. Está claro que olvidé las instrucciones. Pero hoy, buscando algo, las encontré y decidí leerlas comprobando que no lo estaba haciendo bien, porque no debía insertar los deseos en el árbol, sino desprender sus piezas, como hice con los dos primeros deseos. Esta segunda vez sí que he leído las instrucciones completas y ¡he descubierto dónde radica la verdadera magia del árbol!.

Segunda parte de las instrucciones:
"...
NOTA IMPORTANTE: Para completar la leyenda escandinava con la sabia tradición española y hacerla más eficaz, debe tener en cuenta dos consejos.
NO LE PIDAS PERAS AL OLMO. El deseo solicitado debe ser coherente con sus circunstancias y acorde con sus posibilidades.
A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO. No le deje todo el esfuerzo al árbol. Trabaje usted también para facilitar la consecución del deseo."

Ahora lo entiendo todo.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Hay que jugar en serio

Hace unos días, mi sobrina de seis años propone jugar a policías y ladrones, con unos walkies muy chulos que tenía. Se esconde con su walkie y a mí me dan el otro para que le hable. Pulso el botón y digo: águila roja llamando a gaviota blanca, cambio y corto. Espero, pero no oigo nada. Repito: águila roja llamando a gaviota blanca. Nada, no me contesta nadie. Pues debe ser que no funcionan o que yo no sé manejarlo, pensé. Al poco rato aparece la niña con cara de enfadada y le digo ¿qué pasa, no me oyes, porqué no contestas? y alzando la ceja y los brazos me dice ¡Porque no has dicho nada que tenga sentido! Pero bueno, vamos a ver, le dije, ¿tú no has visto en las películas cuando sale un avión con problemas, que el piloto coge su walkie y dice: "aquí gorrión escayolado llamando a central, cambio y corto", y entonces la central le dice: "aquí central, díganos su posición, cambio y corto"? La niña me miró con cara de decepción, como si acabara de descubrir que tiene una tía inútil para el juego, porque no dice más que tonterías con el único objetivo de enfadarla y librarse de jugar. Suerte que con ella todo es cuestión de tiempo. Como tiene buena memoria, un día verá una película donde un avión en apuros llamará a la central pidiendo auxilio y se acordará de los walkies y del águila roja. Entonces comprenderá que eso de decir cosas sin sentido es mucho más corriente de lo que parece. Y lo peor viene cuando además de decir cosas sin sentido, las hacemos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Cuatro palos

Ayer, casualmente, (digo esto porque no es una actividad nada habitual en mí y quiero que así conste antes que nada) vi un poco de un documental de la 2. Era Hawaii, un auténtico paraíso de islas donde los habitantes de tan especial lugar llevan flores en el pelo y se visten con pareos llamativos. No averigüé de qué vivían, quizás de alguna subvención europea, no sé, lo digo porque se les veía totalmente relajados, jugando en la playa a tirar jabalinas a un coco, tocando los timbales, bailando... Que les entra hambre, pues a pescar, que les da sueño, pues a dormir, que están marchosos, pues te montan un botellón playero en menos que canta un gallo, eso sí, con agua de coco. Y esto será así hasta que llegue a esas playas una baraja de cartas. Entonces ya se estropea todo, porque empezarán a jugar, a apostar, a mosquearse por perder, a querer trabajar para sacar dinero para apostar a la cartas..... y ya se sabe, se convierten al "normalismo" que es lo peor que nos puede pasar.
No sé si era la música de fondo que le habían puesto al documental, pero aquello emanaba una paz difícil de encontrar en la calle donde vivo, en la que todos los sábados, a las ocho de la mañana, tienes a los del Ayuntamiento con la máquina esa que es como un cañón de aire, que suena como un cortacésped y que utilizan para hacer montones de hojas secas que luego recogen como toda la vida, con cepillo y cogedor. ¡Qué cosas!. Así empieza un sábado por la mañana y continúa cuando despierta mi vecina, que también es del Ayuntamiento y que en su afán por convertir su pequeño piso de protección oficial, en uno de esos  chalets de la sierra,  donde viven sus amigos, y así sobresalir del resto del personal que poblamos el barrio que a ella le ha tocado en suerte, y que no llegamos a su altura, (sobre todo en tontería), le ha dado por hacer una cantidad de arreglos tales como, colocar césped artificial en la terraza, simulando el jardín de su chalet, con el típico tresillo de todas las terrazas y de todos los folletos del carrefour, leroy merlín, ikea..., y también ha colocado unas antorchas solares para alumbrar por la noche, que pierden el pulso con las farolas de la calle, y lo que más me irrita, un potente ambientador insoportable, muy desagradable, para darle glamour a su terraza, aunque lo único que consigue es incomodarme y marearme, casi quitarme las ganas de salir a mi humilde terraza, sin césped, con una mesa de plástico blanca, de esas de toda la vida, que además me la ha prestado mi hermana, hasta que un año de estos yo encuentre una que me guste y se la devuelva. Ahora, que yo me he dicho, ¿tú qué quieres, pelea? pues pelea vas a tener y me he comprado un bote muy grande de Casa Jardín con el que practicaré la legítima defensa, esto es, repelar sus agresiones con los mismos medios, y ya, de paso, aprovecho para matar los bichos de mis plantas.
Ya ha tenido suerte que le haya tocado yo de colindante de terraza, porque si le llega a tocar mis colindantes de puerta, a esa mujer le da algo. Mis colindantes de puerta tienen una terraza sin glamour, pero muy divertida, con un gigantesco girasol de plástico que se ve desde que vienes por la calle a bastantes metros y que seguro que ella recalca: no, mi terraza no se ve desde aquí, porque da a la otra calle. Y con eso ella marca la diferencia entre su césped y el girasol.
Su terraza es como un diminuto Hawaii flotante, un remanso de paz perfumado artificialmente. Un precioso jardín mal ubicado, cubierto por toldos para que el entorno no estropee su magia. Sólo le falta un detalle, la música ambiental, porque la de los pájaros del barrio no le pegan mucho, y eso que cantan bien. Y ya, de paso, estaría bien que el vecino de arriba no diera tantas voces, ni siquiera si el Barcelona marca un gol, porque eso rompe de forma abrupta la exquisitez del lugar. Y mientras tanto, los sueños, sueños son. Quizás algún día le toque la lotería y pueda comprarse un chalet en la sierra, al lado de sus amigos, o quizás alguien le regale una baraja de cartas y se convierta al "normalismo". O, peor aún, mañana me encargo el césped y el tresillo en el leroy merlín, que hay oferta.