Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.
domingo, 25 de agosto de 2013
Las gracias que no tienen gracia
Una mañana estupenda para pasarla en la playa. Alguna que otra nube que te permite soportar el calor al tiempo que te achicharras sin darte ni cuenta, porque la leve brisa alivia la quemazón y hace que aguantes ahí tumbada, vuelta y vuelta, como los pollos del asador. Quiero con todo este rollo decir que estaba en la playa y se estaba de puta madre. A mí me pasa como a las muñecas, me tumbo y se me cierran los ojos, así que, al no ver nada, tengo que imaginarlo todo según lo que oigo, y voy poniendo caras y gestos a los sonidos. De vez en cuando abro los ojos para ver si mi imaginación tiene algo en común con la realidad, o si, por ver tanta película americana, resulta que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. Esto es entretenido, la verdad. Esta mañana, una de las veces que he abierto los ojos veo cómo se instalaba una troupe compuesta de hombre, mujer y niña adolescente. Llegaron aprisa, como si estuviera a punto de empezar la función. Ya ves, la playa va a seguir allí cuando se larguen y al día siguiente y al otro, y al otro..... El hombre empezó a clavar la sombrilla con la misma prisa con la que había llegado y siguió con las sillas en las que, inmediatamente, se instalaron la mujer y la adolescente. Ya convencidos de que el sitio era suyo y nadie se lo iba a quitar, el hombre, mira hacia un lado y hacia otro para comprobar qué tipo de personal linda con su parcela de arena, y claro, teniendo en cuenta que a primera vista la categoría te la da la ropa y aquí estamos todos medio en pelotas, no aprecias si eres más o menos que los demás. Eso le debió dar seguridad en sí mismo y se acercó a la orilla, con los brazos en jarra, como si portara dos bombonas de butano en cada uno, pretendiendo, supongo, realzar su figura, aunque sólo consiguió que pareciera que tenía golondrinos en las axilas, ya que era aire lo que había entre sus brazos y el tronco, y no músculo. Cuando comprobó que el agua estaba a una temperatura que no le iba a dejar en ridículo por la impresión, se metió hasta el cuello. Hecho esto, el espíritu bucanero se apoderó de él y alzando los brazos y gritando llamaba a la mujer y a la adolescente para que vieran su hazaña. Éstas le sonreían como si estuviesen contemplando a Poseidón ofreciendo mares en calma de forma gratuita para todos. Tengo que reconocer que yo estaba "la mar" de entretenida con todo esto, hasta el punto que me incorporé para que no se me cerraran los ojos y verlo todo tal cual era, sin tener que imaginármelo, porque aquello, la verdad, no tenía desperdicio. A todo esto nuestro hombre decide dejar de hacer la sirenita y sale del mar, y dirigiéndose a toda la audiencia, o sea, en voz muy alta, le dice a la mujer y a la adolescente "está el agua caliente, alguien se ha dejado el termo encendido". Menudo nivel humorístico, pensé. ¡Venga, al agua! les dijo a la mujer y a la adolescente. Ésta última hizo caso, se levantó y se metió en el agua. La mujer se lo pensó algo más y él convenciéndola hasta que, quizás por no seguir oyéndolo, la mujer se levanta y se dirige al mar. En sus ojos se adivinaba que su intención era suicidarse allí mismo, pero no, sólo era mi imaginación. Al ponerse en pié la mujer, el hombre le mira el culo y le dice ¡anda, que estás más blanca....! Aún no lo entiendo porque justo en el culo llevaba una braga oscura. Otra gracia del gracioso. Pasé del tema. Me volví a tumbar y se me cerraron los ojos. Esto ocurre automáticamente. Al rato, vuelvo a incorporarme y veo al capitán Nemo saliendo de nuevo del mar y dice "que el agua está caliente, alguien se ha dejado el termo encendido". No me lo puedo creer, ¿otra vez? ¿es el único chiste que se sabe? Como lo diga por tercera vez le echo arena en los ojos. Pero no, no era el único chiste, sólo que el resto de gracias las decía bajito porque su diana era la mujer que estaba tomando el sol justo al lado de ellos y además, todo el que pasaba por allí. Lo sé porque la mujer y la adolescente, que tenían la misma poca gracia que su ídolo, miraban descaradamente a la mujer y le reían las gracias al salmón caducado, que no dejaba títere con cabeza. Al cabo de unos minutos, la mujer diana recogió sus cosas y se fue. Al cabo de otros minutos, recogí mis cosas y me fui. ¡Para tí la playa, boquerón!
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Si....graciosos sin gracia hay como pelo tiene uno en la cabeza..bueno, ahora con la puñetera caída de cabello de septiembre es mala comparación, pero es cierto que haberlos, los hay abundantemente, y ganas de darles con la mano abierta, también las hay.....un saludito.
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