Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Violencia de género.

Cada 25 de noviembre, para quien no se haya enterado todavía, es el día internacional contra la violencia de género. El término violencia de género ha pasado por una sucesión larga de consideraciones, hasta que, por fin, sociedad y legisladores han entendido que se trata de un fenómeno particular, que no puede subsumirse en otras categorías, como, por ejemplo, la violencia doméstica, ni es comparable con cualquier tipo delictivo de lesiones o daños a la integridad física, moral o psicológica de cualquier persona, porque el elevado número de mujeres que se encuentran en esta situación, y más concretamente, el número de crueles asesinatos que se producen anualmente, revela que no hablamos de hechos aislados. Hablamos de un grave y reiterado, y aún peor, largamente justificado, ataque a los derechos de la mujer. Y esto ocurre por el simple hecho de ser mujer. No hay ninguna otra causa para este bárbaro proceder, no encontraremos ninguna respuesta razonable que pueda justificarla. La única verdad es que esta violencia nace, crece y se reproduce por el mantenimiento interesado de la desigualdad entre mujeres y hombres.

Los asesinatos son la expresión más cruel de la violencia sobre la mujer. La punta del iceberg, como se suele decir. Pero son muchas las mujeres muertas en vida, enterradas en insultos, vejaciones y coacciones, amenazadas, aisladas, sin amistades, sin familia, a las que quizás nunca les pongan una mano encima, ni falta que hace para destrozarles la vida. Destrozarles la vida a ellas y a sus hijos e hijas que impotentes se ven obligados a vivir en continua tensión y miedo, con la sensación de ser un problema añadido para su torturada madre, cuando no son ellos/as mismos/as las víctimas de tan tremendos abusos. En uno y otro caso sufren graves daños psicológicos y, en el peor de todos, son asesinados/as sin que, hasta ahora, hayamos tenido la decencia de contabilizarlos/as como víctimas de esta violencia.

Por fin empezamos a tomar conciencia, al menos a nivel legislativo; socialmente quizás tengamos que esperar más tiempo o, aún peor, quizás nunca lleguemos a entender determinadas situaciones, y sigamos dejándonos llevar por los mensajes subliminales que inundan nuestros sentidos, en forma de imágenes, videos, comentarios en redes sociales y medios de comunicación, haciéndonos creer que lo de la violencia de género no es más que un invento político-electoralista y que sólo sirve para que cuatro locas, mentirosas, y, por supuesto, putas y guarras, cobren una paga. No son sólo mensajes, son expresión de violencia de género a través de terceras personas, todas las que reproducen estas ignorantes y perniciosas ideas. Apología del terrorismo en estado puro.


La violencia de género existe, nos pongamos como nos pongamos. Es algo terriblemente cruel que ninguna mujer debe soportar, ni tampoco sus hijos e hijas. Está claro que si no conocemos el concepto ni sabemos cómo se siente una víctima, nunca vamos a comprender porqué no denuncia a su agresor, porqué retira la denuncia o, simplemente, porqué va con una sonrisa por la calle. No es preciso saber porqué ocurre esto, aunque sería conveniente, porque nadie está libre de verse en esta situación, y una mínima información podría permitirnos evitarla o superarla. La información nos permite elaborar nuestra propia opinión sobre las cosas y nos dota de un espíritu crítico respecto a otras opiniones, además nos ahorra la osadía de la ignorancia. Y de paso, nos preparamos para la que se avecina. 

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