Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 30 de marzo de 2025

La Capital

No me dejan en paz. Como si no fuesen suficientes los conflictos bélicos existentes, ni los anunciados para un futuro próximo, pero cuyos bombardeos ya se oyen, y no tan lejos, cual truenos que anuncian tormentas. Pues, con esta tesitura, se le ocurre a la tropa multicity, que vayamos a conquistar la capital.  ¿Estamos locas o qué? Me ahorro la respuesta por evidente. Lo que no me ahorro es el tren, el hotel y la entrada del Rey León. Por cierto Cantos, me debes tu parte del hotel, que no se me olvide. Eah, pues a preparar la mochila de guerra. Ropa cómoda, calzado confortable, un par de bragas y, lo más importante, el taco, para pasearme por Madrid como si fuese rica, sin reparar en gasto de energía, porque ya sabéis quienes hacéis seguimiento de los viajes, que con esta tropa, 24 horas son como tres días de ejercicio físico intensivo. Bien lo sabe la Especialista, que ya ha empezado a calentar y, de paso, ha prevenido a la nueva incorporación, la Malaguita, no sea que piense que esto es un viaje de relaxing cup of coffe con leche en una plaza madrileña. No, no, no. Aquí se suda la camiseta, eso sí, con unos vinos, wine si quieres. El desayuno de Red Bull es el pistoletazo de salida de una maratón maratoniana. Más énfasis no se puede poner, que si no... Y en esta ocasión, Red bull viene con refuerzos. A esta segunda incorporación la llamaremos Quo Vadis. Ellas saben porqué, y si no, que me lo pregunten. A cambio de las dos nuevas integrantes, se nos ha dado de baja una de las mañas, a la que echaremos de menos, porque necesitamos más tiempo con ella. Tiempo de compartir ocurrencias, risas, confidencias. Tiempo de hacer familia, de crear cercanías, rodalíes o como quieras llamarlo. Compartir, compartir, con partir tenemos que nos sobra. Luego ya iremos viendo. Así que, Cármenes, Buzz lightyear, Maña, id preparándolo todo, que la capital la conquistamos sin despeinarnos. ¡¡¡Vamos!!!!! 

jueves, 5 de diciembre de 2024

Otro brindis por la Navidad

Empezaría como siempre, pero no me acuerdo. Ante la evidencia de que el pasado me queda lejos voy a optar por hacer un mensaje de futuro, incierto, por cierto.
Supongo, visto lo visto, que el próximo año, allá por septiembre, cuando pongan las luces de Navidad, para ser los primeros en esta absurda carrera sin podiums ni premios, de ganarle tiempo al tiempo y pillar mesa antes que nadie, en cualquier taberna de mala muerte, sólo para decir eso de "yo estuve allí", aunque a nadie le importe un pimiento, volveremos a encontrarnos, o eso espero, teniendo en cuenta que la bomba atómica está rompiendo aguas, y que igual existe una nueva ley de orden público que prohíbe las reuniones de malhechores, así de nuestro estilo, y tenemos que encargar un catering con nombre falso y dar cuenta del mismo en algún zulo de sierra morena, para poder tener la fiesta en paz.
Hasta que llegue ese momento, septiembre, tenemos por delante algunos meses que, a este ritmo vienen a ser un par de semanas. ¿Qué malo nos puede ocurrir? Nada que a estas alturas no podamos superar. Centrémonos en el trabajo que ya en las vidas personales cada uno de las apañe como pueda. Debemos empezar por la afortunada Juana, que ya pasó a mejor vida, la de jubilada a tiempo completo. Un brindis por Juana. Se la ve bien, así que nada que temerle a la jubilación, salvo que se la estamos pagando nosotros, sin saber si habrá alguien para pagar las nuestras. Seamos realistas, quizás nos queden para jubilarnos más años de los que pensamos, porque mantener a la horda, cada vez más grande e inútil de políticos que puebla este país, más ocupados en quitarse la mierda de encima que limpiar los barros de Valencia, nos cuesta un pastón. Y ya sabemos por larga experiencia, que los empleados públicos, a los que hace años dejaron de subirles el sueldo, somos los pagafantas de todas sus fiestas.
Veo negro el futuro, y eso que llevo gafas moradas. Sí, esas que te amargan la vida mires adonde mires. Un brindis por la oscuridad. 
Podemos seguir con Francis, nuestro macgiver particular. Igual te monta un escenario, con luces y sonido, que, ¡no te lo pierdas!, te lo desmonta. Flipante. Parco en quejas, más resistente que el duralex. Cuando se siente un poco quemado, los demás ya hemos ardido como hoguera de San Juan. Me encantaría saber su secreto, ese que le mantiene inalterable, aunque caigan chuzos de punta, siempre amable, y con muy buen humor. Persona muy cómoda, la puedes llevar donde quieras, por ejemplo, aquí. Es como de otro mundo, el de los súper poderes. Un brindis por este súper héroe camuflado. Sorprende que comparta horóscopo con Sandra, la benjamina, la turista accidental, desbordada por la pésima organización del universo. A ver, ¿quién ha colocado ahí la osa menor, coño?. Es que nadie se da cuenta que si viene un forastero al pueblo y le doy el único mapa que me queda, cuando mire las estrellas se va a creer que está en otra galaxia, porque no coinciden las cosas. Y eso es otra, hace 20 años que no se hacen mapas, y es que todo se lo gastan en gilipolleces, que no saben hacer la O con un canuto la gentuza esta. Qué harta estoy por dios y por la virgen, y el niño Jesús que ha nacido en el Belén de Miragenil. Bueno, ese otro que también da por saco, pero vamos a dejarlo, que me voy a poner mala, que lo estoy viendo venir. A ver qué trabajo cuesta pensar un poquito,  que no estoy pidiendo nada del otro jueves, sólo un poco de sentido común, una mijilla nada más. Mira, lo tengo claro, me cojo unos días, me voy a Australia y, vete tú a saber, igual, con suerte, ni vuelvo. Hombre ya.
Arrecógete mari y vamos a tomar algo, que eso se te pasa a ti en ná. Venga, un brindis por los canguros australianos. 
Ahora voy con mi equipo. Por cierto ¿y Gloria? ¿Ha venido? Ah, sí, ahí está. Chica es que como estás en la planta noble ni te veo. Gloria habita, como digo, la planta noble, dotada con moderno, por los cojones, hilo musical con encendido y apagado programado, que nadie puede controlar. El hilo cuenta con una lista de reproducción de lo más esperpéntico que nadie pueda imaginar. Desde el do,do,do,re,re, re mi, mi, mi, mi, mi,.... En escala ascendente y descendente en bucle interminable e insoportable, que convierte los momentos de íntima reflexión en tragicomedias de cámara oculta que te deja así, mira. Pero ella, lejos de crisparse, respira hondo y hace como que eso no está pasando, y si pasa, es pasable, y qué le vamos a hacer, la vida es así, no la he inventado yooooo. Me resulta imposible imaginarla en un estallido de ira, gritando como un trombón desafinado, que alza su voz por encima del piano, la batería y el do re mi, diciendo ¡que te vayas con la música a otra parte! Noooo. 
Luego está Paqui, y sus muñecos. Lo digo porque cambia de cara y de voz según las circunstancias. Teléfono en ristre, volumen bajo, está cotilleando. Volumen bajo, sin teléfono, uf, vete tú a saber lo que está haciendo. Tiene un muñeco para cada circunstancia. Usuario pesado, muñeco paciencia, jefa cabreada, muñeco mudo, conflictos laborales, muñeco enfadado. Resto del tiempo, muñeco alerta. No se le escapa ni una chiquilla. Perfecta contable, cuadra las cuentas como nadie y siempre dispuesta para lo que necesites. Incluso podríamos decir que es creadora de contenidos. Tú no sabes que necesitas algo, hasta que ella te lo dice. También psicoanaliza de forma que, ella ya sabe que dentro de 2 minutos no te vas a acordar de lo que te ha recordado, y, oportunamente, te lo requeterecuerda las veces que haga falta. Pues menos mal. Que Dios le conserve paciencia. Un brindis por Paqui. Y otro por sus muñecos. 
Feli, uhuhuhuh, es la señal de que te toca. Está instalada en una realidad paralela. Un mundo fantástico, donde casi todo el mundo es bueno y va todo Genial. En verdad creo que es pianista frustrada. Por eso, cuando llega por las mañanas, abre su ordenador, se frota las manos y en mitad del silencio, se marca una pieza en su teclado informático, de ritmo frenético y alocado, que dices, Dios, si Vivaldi levantará la cabeza, borraría la primavera y se quedaría con tres estaciones. Total, con tanta prisa como llevamos y el cambio climático en todo su esplendor, con dos estaciones nos apañamos de sobra. Finalizada la obertura en sol mayor, se asoma desde su realidad a la nuestra para comprobar, con pesar, que el mundo huele fatal, que la vieja del visillo existe y la gente miente sin parar. Y se vuelve a evaporar. Ahí se queda, dentro de su burbuja Art déco, maldiciendo el minimalismo y pensando en los adornos de Navidad. Oye, que los problemas vienen solos y como vienen se van. Y hace una especie de tirabuzón con la pierna, que es una peineta disfrazada. Y tan pancha. Cada año le pide a los Reyes Magos un despacho. Nada, carbón. Un brindis por Melchor. 
Tenemos chica nueva en la oficina. Ni se llama Farala ni es divina. Se llama M. Carmen y es humana. En verdad, en ella nada es lo que parece. Con apariencia de Santa tirando a Virgen Macarena,  M. Carmen, alias Perea, es una fusión de zipi y zape, con Bart Simpson, que igual te gasta una broma por teléfono, que te deja encerrada en el baño, que te mete un susto al salir del ascensor... O bien se disfraza de prima hermana ideal, que te canta en la boda de tu hija, que te anima la barbacoa del domingo o cualquier fiesta de guardar. Y todo eso con cara de no haber roto un plato en su vida. Eso para quien no la conoce, claro. Para quienes ya la tenemos calada, nos toca salir con precaución del ascensor y no darle nunca la espalda, por si acaso. Mejor verla venir. Buen fichaje. Era, sin duda, lo que nos faltaba. Un brindis por la Perea. 
Y con esto me despido hasta el mes que viene. Que Dios nos ampare. Feliz San Valentín gente. 




Por el camino yo me entretengo

Si crees que conoces a tus hermanos, vete a hacer el camino de Santiago con ellos. En menos de una jornada comprobarás que, efectivamente, los conoces como si los hubieras parido. Ojo, ellos a ti también.
Como somos personas muy ocupadas decidimos hacer la mitad del camino. Luego, ya si eso, haremos la otra mitad, en otro momento.
El camino nos ha servido para comprobar con asombro, que estamos en mejor forma de lo que pensamos. Salvo un par de roces en la última jornada, y aclaro, en los pies, todo fue bastante bien.
La organización del viaje fue lo más complicado, porque decidir el medio de transporte hasta el  punto de partida, generó más de un debate, de esos que te acercan al precipicio de la rendición. Ni que fuésemos a la luna, oye. Finalmente conseguimos cuadrar todo y no nos hizo falta cohete.
La lluvia nos recibió para situarnos geográficamente, pero teniendo en cuenta que uno de mis hermanos lleva la virgen a cuscurumillos, otro está en plena conexión con su poder superior y otra es más optimista que un girasol en un día nublado, la lluvia sólo duró un rato y no volvió a aparecer. Nuestro anfitrión nos recogió en el aeropuerto, nos llevó al alojamiento, más tarde nos acercó a Pontevedra y ya por la mañana, después de un maravilloso desayuno y contarnos su vida, nos acercó al punto de partida. Pero necesitábamos dejar el equipaje en la oficina de correos antes de  empezar. Otra vez la suerte de mis tres amuletos hizo su magia y justo un minuto antes de que el furgón saliera pitando, conseguimos llegar y dejar nuestras maletas. Menos mal, porque 22 kilómetros con mochila se pueden hacer, pero con maletas, por pequeñas que sean, como que no.
Durante la primera etapa, encontramos a unas hermanas gallegas que también hacían el camino. No nos hermanamos con ellas, porque eso ya sería como fundar una colonia, pero nos las volvimos a encontrar en los dos días siguientes. Era lo normal, íbamos al mismo sitio.

Primer destino, Caldas de Rei. Entrando en la ciudad pasamos por un famoso restaurante donde había más cola que en el paro. Uno de mis hermanos decidió que debíamos comer allí y nos puso en modo pause. Todos, menos él, sabíamos que aquello era inviable. Pero él y su virgen a cuscurumillos, insistieron. No hubo suerte en ese momento, pero reservamos para la noche sin problemas. Es que una cosa es la suerte y otra un milagro. En el restaurante nos atendió una chica que por el acento no era de Granada, pero por la mala follá que tenía, lo parecía.
Mi hermano, el de la virgen a cuscurumillos, es interactuador por excelencia. Su alma le pide ir gastando bromas allá por donde vaya. Pero, a veces, lleva su ironía a límites insospechados. Al ver el talante de la camarera nos temimos lo peor, que le soltara una de sus gracias y la mujer no lo entendiera. Pues lo hizo, pero de tal manera que, como suele ocurrir, se metió a la chica en el bolsillo. Y eso, eso sí que fue más milagro que suerte. Conseguimos tener la cena en paz y al final, la chica, que pensó que debíamos ser los únicos del bar que la entendíamos, nos confesó que estaba cabreada porque en una mesa le habían dicho que era muy antipática. Nos dio hasta pena y no le dijimos que el cabreo lo traía ella de su casa, si no, desde su nacimiento. Y que antipática era hasta decir basta. 
Desde que llegamos hasta la cena en este lugar ocurrió lo siguiente: Caldas de Rei es una localidad conocida por sus aguas termales. Eso no tiene nada que ver con un río, en cuya orilla nos paramos a tomar un café. Pero a mis hermanos eso les dio igual. Se bajaron al río a meter sus pies. Yo no tuve valor. Me quedé allí plantada, haciendo guardia por si algún vecino de la zona llamaba a la policía y había que salir pitando. Que va, entre la virgen a cuscurumillos, el poder superior y el optimismo del girasol, allí estuvieron hasta que los dedos de los pies se le pusieron como garbanzos, y sin rastro alguno de alarma. 
Y no tuvieron bastante con eso que, más tarde, encontraron un par de fuentes pequeñas, donde ponía claramente que una tenía agua caliente y que se prohibía el baño, que por otra parte era imposible por las reducidas dimensiones de la fuentes. Ya sabéis que eso a mis hermanos les importa un pepino. Y metieron sus pies. No sé de dónde les viene esa manía de remojar los pinreles en cualquier charco. 
Pues no os lo perdáis. No acaba ahí la cosa. Después de la cena, seguimos paseando, como si fuese necesario cargar la batería de los piernas, y llegamos a una especie de alberca, también de agua caliente, que estaba ocupada por un grupo de personas. Mis dos hermanos decidieron que donde caben seis, caben ocho y en menos de dos segundos ya se habían metido. La girasol y yo no dábamos crédito a esta nueva afición náutica. Fue entonces y no antes, cuando los reconvertidos boquerones advirtieron, a pesar de la penumbra, que el resto del personal estaba en pelota picada. Y salieron rápido de allí. Y a dormir.
 
Segunda etapa. Cómo en el día anterior, hicimos el camino dos delante y dos detrás. Puro civismo, para dejar que nos adelantaran los más rápidos. Y eso que llevábamos un buen ritmo. Disfrutando del paisaje y recogiendo sellos por el camino, llegamos a Padrón. Bonita ciudad. Reventados nos sentamos a la puerta del alojamiento, en una pequeña placita, a tomar un refrigerio. Apareció por una esquina una señora que apenas podía andar. Mi hermano, el interactuador, la observó con  atención y se dio cuenta que se dirigía a un albergue que había detrás de la plaza. Pero la señora iba despistada y pensó que iba a dar más vueltas de lo necesario. Ni corto ni perezoso se levantó para advertirla, con tan mala suerte que las piernas le flaquearon y la imagen fue tremenda. Parecía que la imitaba andando, lo que provocó nuestras insensatas risas. La intención era buena, que al final es lo que cuenta, pero sabiendo como las gasta, pareció una de sus bromas. En cualquier caso, porque yo sigo sin tener claro si fue queriendo o sin querer, la mujer se lo agradeció.
No hay manera de descansar con esta gente. Todo el día para arriba y para abajo, de acá para allá, que parece que nos vamos a perder algo. Madre mía. Así pasamos otra tarde, desaprovechando el pedazo de duplex que nos buscó la optimista, como si en lugar de haber caminado más de 20 kilómetros, vinieramos de dar la vuelta a la manzana. Ahora, eso sí, entre tanto ir y venir, nos trajimos nuestra correspondiente PEDRONÍA, que a falta de Compostela daba el apaño. Allí volvimos a encontrar a las gallegas y también a unas amigas sevillanas que conocimos en la inútil cola del restaurante donde fuimos a cenar la noche anterior, para consuelo de la extraña camarera.
Última etapa. La más larga. 25 kilómetros más o menos. Salimos de noche. La sorpresa fue la cantidad de gente que tuvo la misma idea. Aquello parecía la procesión del silencio. Poco a poco fue amaneciendo, y fue precioso. Etapa dura, especialmente el último tramo, ese que va desde que sabes que estás en Santiago, hasta que llegas a la Catedral. Atravesamos las bulliciosas calles aledañas, hasta llegar a la plaza del Obradoiro con la sensación de "misión cumplida". Creo que la alegría de llegar estaba empañada por la rápida despedida del hermano menor, que tenía el viaje de vuelta tan pronto, que casi no nos da tiempo a hacernos la foto de rigor. Eso fue un poco corta rollos. Al resto nos quedaba toda la jornada por delante. Intentamos sin éxito, abrazar al patrón, porque había una cola tan grande como el hambre que teníamos. Así que decidimos comer primero y hacer cola después.
Finalmente, tras el correspondiente tiempo de espera, llegamos a la escalinata que lleva al patrón. Yo iba primera, después la girasol y por último el de la virgen a cuscurumillos, que portaba su móvil para inmortalizar el momento. Tan entretenido estaba inmortalizando el momento, que no se dio cuenta que había una señora vigilando que nadie incumpliera la prohibición de hacer fotos. ¿Y qué pasó? Efectivamente. La señora se dirigió al infractor diciéndole "ni fotos ni videos" Y él, aprovechando que es rubio y lleva el uniforme universal del camino, de forma que nadie podía averiguar su procedencia, salvo por su acento, le contestó "Sorry". De esta secuencia nos dimos cuenta varios días después, viendo los videos prohibidos que grabó. Que risa, por favor. Salimos de allí y nos fuimos al monasterio de San Martín Pinario, a tomar un café y descansar, como si eso fuese posible con esta gente. El camarero del monasterio se encontraba haciendo caja, todo concentrado con sus monedas, y hasta le sentó mal que hiciéramos nuestro pedido. ¿Por casualidad los habitantes de Galicia vienen de la antigua civilización granadina? No sé, lo digo porque hay extrañas coincidencias. En esas cábalas andábamos cuando el interactuador se acercó al camarero y le preguntó ¿tú te llamas Santiago? Voy a seguir en lenguaje audio descrito. Breve silencio. El camarero gira la vista a mi hermano y contesta, Sí. La girasol y yo empezamos a notar los síntomas de un infarto. El interactuador continua su conversación explicando: Es que me han dicho que cuando llegara a esta ciudad, tenía que darle un abrazo a Santiago. Breve silencio otra vez. El camarero sale de la barra y abraza a mi hermano. ¡Joder! No me digáis que no es increíble. La girasol y yo salimos de nuestros escondites mentales, aún con cara de asombro y allí mismo, en ese instante, nos convertimos en fervientes devotas de la virgen de los cuscurumillos. Ese camarero volvió a su tarea, mientras continuaba una absurda conversación con mi hermano, compitiendo sobre quién estaba más cansado. Y para demostrarle que no se lo había ganado con aquella fabulosa ocurrencia, nos trajo a la girasol y a mí una chocolatina, diciéndole a él, a ti no te traigo nada. A esas alturas mi hermano ya sabía que se había llevado el premio gordo, así que sonrió satisfecho y a otra cosa, mariposa.
El resto del día transcurrió como siempre, de arriba a abajo, de acá para allá, hasta llegar al aeropuerto. Cuando ya parecía que todo estaba en orden, decidimos tomar algo porque el almuerzo ya no era ni un recuerdo y aún nos quedaba un vuelo y hora y media de carretera.
El interactuador fue a hacer el pedido. Cuando vio los desorbitados precios, más propios de una tasca neoyorquina, que de un aeropuerto español, no lo dudó, y aprovechando su éxito del café, y confiado en su virgen a cuscurumillos, preguntó a las chicas que atendían si no tenían algún tipo de oferta, tipo 3X2, o algo así, o si podía pagar con la tarjeta del gimnasio. Como siempre, arrancó la risas del personal y, por supuesto las nuestras.
Fin de la historia. 

jueves, 14 de marzo de 2024

La conquista de Granada. Capítulo I.

Llegó la lluvia a Granada. Una barbaridad de lluvia. Y se celebra tanto la llegada del agua celestial, que allá se fue la tropa a calarse hasta los huesos. 
La salida fue de película de agente 007. Cada equipo sale de un lugar diferente para reunirnos en un punto geográfico determinado. Todos los equipos con sus coordenadas y los selfies por contraseña. Una vez estemos en el destino previsto nos reuniremos en una habitación del hotel elegido, mirando antes a ambos lados del pasillo para no ser descubiertas, sacaremos los teléfonos móviles a modo de mapa, para ir trazando el plan. Llamaremos a Glovo para comer algo. Y eso. Mañana por la mañana desayunaremos como unas turistas cualesquiera, sin que nadie sospeche la verdadera razón de nuestro viaje. Y a la hora prevista, como quien no quiere la cosa, llegaremos de una en una, al recinto fortificado llamado por el populacho La Alhambra. Allí nos mezclaremos con los guiris, que no se note nada, e iremos avanzando lenta y disimuladamente hasta nuestro objetivo. Recordad que la tropa aragonesa llegará en el último momento, consiguiendo así un efecto inesperado. La tropa aragonesa se unirá también al resto de equipos, de la misma manera, paso a paso, de guiri a guiri y tiro porque me toca. Llegaremos a una zona llamada patio de los leones. Allí no nos detendremos mucho. Un par de fotos y punto. Todas atentas al cronómetro. Cuando lleguemos a la zona conocida como los palacios nazaríes, ahí, justo ahí, nos detendremos. Miraremos alrededor con disimulo, y en cuanto los guiris estén distraídos, nos pondremos en primera fila. Ya queda menos. La idea es salir de allí antes que nadie. Si alguien se queda rezagado, el resto tiene instrucciones de continuar sin mirar atrás.
La noche anterior, en el hotel, habremos fijado el punto exacto al que hay que llegar al salir del recinto amurallado.
Cada equipo habrá memorizado las coordenadas y latitudes exactas. Iremos llegando como podamos, pero lo más rápido posible.
No podemos olvidar tampoco que la noche anterior, en esa habitación de hotel, tantas veces mencionada, se habrá decidido otra cuestión de máxima importancia: quién portará el arma secreta durante todo el recorrido. Debe ser persona especialmente cuidadosa por la fragilidad del arma a la que llamaremos, para despistar, El Bote.
Pues bien, llegados todos los equipos  a ese último punto del trayecto, la persona elegida tendrá que cumplir escrupulosamente el mandato principal. Esa orden será la que culmine el trabajo que hemos venido a hacer. A la hora fijada, la sargento dirá las palabras CLAVES en el siguiente orden: CUATRO ESTRELLAS GALICIAS, DOS COCACOLAS Y UN AQUARIUS DE NARANJA.
Misión cumplida. 

martes, 29 de agosto de 2023

Tan cerca, tan lejos

(advertencia: historia basada en hechos reales. Se han cambiado los nombres de los protagonistas para preservar su intimidad. No se han introducido escenas ni elementos para la dramatización y, por consiguiente, cualquier parecido con la realidad no es pura casualidad)

Si de hacer kilómetros se trata, the winner is...
Verano de 2023, Jane y Michael a la caza del espeto. Plan perfecto. O eso parecía. Lo primero era reservar en algún lugar especializado en sardinas, claro, y ahí comienza la aventura. Como en una carrera de relevos, empezó la tarea Michael y la acabó Jane que encontró el sitio perfecto. Pero, como el mundo entero está ya reservado para varios años, tuvieron que coger el segundo turno de comida, a partir de las 15,30. Bueno, pensó Michael, no está mal, así hay tiempo para hacer el trayecto con tranquilidad. Pero ¿cuál fue el problema? La prima de Málaga. Había que recogerla, y así se hizo. Y la prima iba acompañada de su marido, que solícito se prestó a conducir porque, se supone, conocía mejor el camino. Quizás olvidaron el pequeño detalle de recordarle que iban a comer espetos. Lo digo, porque este hombre se hizo un tour por carreteras malagueñas, sin ton ni son, de manera que cuando ya eran las cuatro de la tarde, sin atisbo alguno en el horizonte de sardinas ni nada que se le pareciera, con los estómagos tocando las castañuelas, Jane se plantó y le pidió "amablemente" al conductor que pasara al asiento de atrás, que ya ella se hacía cargo de "reconducir" la situación. Y así fue. Y llegaron a su destino a las cinco de la tarde, que eso debía ser como el cuarto turno de comidas. Su suerte fue que la cocina seguía abierta y aún quedaban sardinas. Comieron espetos por fin, para arreglar el día, y esas sardinas fueron ya las últimas del verano, otoño, invierno y primavera, hasta que se borre el recuerdo de la odisea, o sea, lo que viene siendo un par de semanas mal contadas. Y volvieron a Málaga, a dejar en su casa a la prima y a su marido. Y hora y media después llegaron a casa destrozados, como si en un arranque de locura juvenil hubieron decidido ir a desayunar a Valladolid. Ahora, cuando salen a cenar se piden cachopo. Que nada les recuerde ni a los espetos, ni a la prima de Málaga, que es la auténtica prima de riesgo y no la de la eurozona.
Así que ya sabéis, si no queréis comer cachopo, no olvidéis quedar con la prima de Málaga en el bar reservado, y que ella llegue cuando pueda. 

viernes, 14 de abril de 2023

Aquel viaje. Capítulo 3. Última etapa

Se queja alguna de la panda de que me he saltado muchas cosas. Ha sido queriendo. Es imposible relatar la cantidad de anécdotas que acumulamos en 24 horas. Pero intentaré en esta última etapa extenderme un poco más. Aviso para quien quiera retirarse ahora de la lectura. Estáis a tiempo. 
Amaneció como siempre. A la porra tanta poesía con los amaneceres. El despertador  sonó justo cuando estaba pillando el sueño. La Cantos se quedó flipada cuando lo apagué y me levanté. Preguntó ¿tú siempre te levantas así? Me miré de arriba a abajo. Mentira, me miré de cuello para abajo, que no soy tan flexible, y pensé, claro, tendré los pelos tiesos. Y le dije, sí, ¿por qué? Y contesta, vaya, yo cuando suena el despertador lo apago y me quedo un rato en la cama. Aquella frase retumba en mi cabeza todavía. Pero vamos a ver, entonces pon el despertador más tarde, ¿no? Es que si no, eso es como una autotortura. La cama te atrapa. Hay que salir corriendo de allí. Bueno, así nos quedamos, pensando cada una en las rarezas de la otra. 
La Maña vendría temprano a recogernos y teníamos que desayunar, porque con el tute que nos esperaba, no era cosa de desmayarse en mitad de la función. 
Las primeras en aparecer en el comedor fuimos la Cantos y yo. No es por nada pero, en verdad, esto fue así por mi buena costumbre de saltar de la cama. Ahí lo dejo. Desayunamos normal, creo yo. Digo esto porque aparecieron las catalanas y si os cuento lo que desayunó Redbull, os van a dar ardores. Creo que tuvieron que reponer las vitrinas. No digo más. Ahora me explico que tenga tanta energía la colega, que va pegando brincos por el mundo como si viniera de dormir nueve horas. Todo lo hace con ritmo, mucho ritmo, ritmo muy rápido, ritmo enérgico. Tú ya me entiendes.
El tandem de las catalanas es de lo más curioso. Buzz Lightyear es la extraña calma en mitad de un huracán. Ella está en su mundo, con sus amistades invisibles, pero también en el nuestro, en un extraño desdoble de tambor... o era redoble, bueno, da igual, que quiero decir que está aquí y allá. Pero oye que se pone Redbull a bailar y le sigue el rollo de una manera tan natural, que acabas pensando "esto lo tienen ensayado". Estas tienen más fiestas en lo alto que Froilán en la calle Serrano. Son unas auténticas cracks que yo metería en nómina para cualquier fiestuki, y te bailan hasta los camareros. Las adoro. 
Por su parte las Cármenes iban completamente a su bola. Otra muestra de compenetración. Ellas llevaban como un viaje paralelo, con otro tempo, con pausas, sin prisas, pero disfrutando a tope de todo. Estar estaban, venir venían, pero de pronto, sin darte cuenta, iban y desaparecían, para al momento volver a aparecer. Me gusta rimar. Mucho más que remar, donde va a parar. 
Y luego estaba la Especialista, con su particular sentido del humor, que yo calificaría como "humor imprescindible". Si no está, no es lo mismo. Tú ya me entiendes. Tiene ocurrencias de todo tipo. Todavía no me explico como consiguió convencernos de coger el metro, para bajarnos en la primera parada. Vamos a ver, que no me dio tiempo ni a pillar un cacho de barra donde agarrarme, que es que casi no terminamos de subirnos cuando llegamos al destino. Pero oye, que se empeñó y se salió con la suya. La Especialista no solo se ríe de su sombra, sino que se ríe de la tuya también. Se ríe ella y toda persona que se encuentre en su radio de acción. Así ocurrió con la vecina de asiento de tren, que cuando ya llevábamos más de medio viaje, no pudo aguantarse más la risa con las ocurrencias de la Especialista y, claro, la dejamos compartir con nosotras. Habrá algo mejor que compartir risas. Pero no contenta con eso, va y repite operación con el vecino de mesa del restaurante donde hicimos el último almuerzo. Por favor, ese hombre se lo pasó mejor ese día, que cuando hizo la primera comunión. Sin disimulo alguno, estaba completamente metido en la escena familiar, como si de una obra de teatro se tratara. Ay, que risa madre. 
Podría contar cosas durante una semana. Pero me pilla ocupada. 
Maña, has sido una perfecta anfitriona. Tu completo y magnífico planning nos ha dejado tan asombradas como destrozadas. Sé que has disfrutado con nosotras, tanto como nosotras contigo. De este viaje hemos vuelto con nuestros corazones más llenos. Te agradezco infinito tu disposición en un momento tan complicado para ti. Espero que te hayamos compensado. 
Todas tenemos claro que este viaje ha creado una alianza eterna.
La despedida fue la menos triste que he tenido en mi vida. Y espero con ilusión el próximo encuentro. 

 

martes, 11 de abril de 2023

Aquel viaje. Capítulo 2. La llegada


El viaje fue tan rápido como intenso. Empezó con una jota que se marcó La Cantos en la estación de Córdoba, y que remató con otra en la estación de Zaragoza. De jota a jota y tiro porque me toca. 
Durante el trayecto todo fue bien. Y eso que el revisor del tren nos regañó dos veces. La primera con cierta condescendencia, totalmente fingida. La segunda con manifiesto cabreo. El motivo, en ambos casos, fue que nos sentamos en la fila anterior a la que nos correspondía, y según este hombre, eso no podía ser porque los asientos eran nomimativos. Siete vueltas les dimos buscando nuestros nombres y, a Dios pongo por testigo, que no los encontramos. Y eso que La Cantos se tiró al suelo por si los habían escrito debajo del asiento, y ya de paso, buscó el enchufe para cargar el móvil. Aún estoy dándole vueltas a cómo consiguió encajarse de rodillas en ese reducido espacio. Y más vueltas aún, a cómo consiguió salir de allí, sin un rasguño. Eso sí, el enchufe lo encontró. 
Las Cármenes, que venían en el mismo tren, pero en distinto vagón, no dieron ni un ruido. Y es raro, porque Carmen madre es de las que las mata callando. ¡Ahhh claro! Pues eso, ni un ruido. 
Y llegamos al destino. Salimos del tren corriendo, empujadas por las ganas de ver al resto de la panda, La Maña, Redbull y Buzz Ligthyear, habían llegado unas horas antes. Y os digo una cosa, que para llevar allí tanto tiempo, ya podían haberse acercado más a las vías, que casi se nos acaba la estación y no aparecían por ningún lado las jodidas. Osú, lo que es darle emoción al encuentro. Finalmente aparecieron y fue bonito, muy bonito. 
Y allí mismo, tras los abrazos, La Maña sacó la agenda de actividades y nos dijo ¡al ataque!. Cargamos las armas, digo, las mochilas, y a partir de ahí, un no parar oye. 

A eso de las 10 de la noche, reventadas de pies y manos, con las calles hirviendo de gente, aterrizó en mitad de la cena El Maño y nos arrastró sin piedad y, también hay que decirlo, sin que opusiéramos resistencia alguna, hasta un garito abarrotado de gente joven, que bailaba reggaeton como si fuesen las 10 de la mañana. 
Imagino a Carmen hija, con sus 16 años recién estrenados, pensando que sus tías eran unas viejas locas, con más pilas que el conejo de duracell, y que si contaba a sus amigas lo que le estaba pasando, seguro que no la creerían. Pesadillas tendrá desde el viaje, soñando que llega esa panda de cincuentonas desmadradas diciendo, ¡¡ vengaaa, a bailar!! Y ella llama a Carmen madre para que la auxilie, y su madre viene bailando y cantando. Y entonces se despierta de golpe y suspira. 
 Bueno, bueno, bueno, no os podéis ni imaginar a Redbull encaramada en la barandilla de los servicios, desde donde empezó a jalearnos. Y nosotras, por supuesto, le seguimos el rollo como si fuésemos las alumnas aplicadas de su gimnasio. Arriba, abajo, a derecha, a izquierda, paso atrás, media vuelta y otra ronda más. Y no contenta con eso, bajó y enganchó a las componentes de una despedida de soltera, y se puso a hacer el trenecito con ellas. Lloro de risa cada vez que me acuerdo. 
En el bar trabajaba el hijo del Maño. Espero que siga conservando su puesto después de nuestro paso por allí. 
Y el sueño no nos venció. Fue la Maña recordándonos que a la mañana siguiente, bien temprano, vendría a recogernos porque aún nos quedaban un montón de cosas por hacer. 
Y dormimos corriendo.