Después del largo día, cruzando océanos y esas cosas, por fin llegó la hora de descansar. No me jodas que sólo hay una cama, grande, pero una. ¿Pero estos americanos que se han creído, que somos scouts?. El del dúplex decide ir a protestar porque el apartamento se contrató para cuatro personas. La cuarta pasajera se machacó el dedo gordo del pie derecho con la moto tres semanas antes del viaje . ¡Qué mala pataaaaa! Pues, como digo el del dúplex decidió arreglar el asunto. Eso sí, antes de bajar a recepción dejó claro que él dormiría en el sofá. Creo que no le dimos las gracias por hacernos ese favor de dormir él solo y que el resto se apañe en la cama. En fin. Y allá que fue. Y allá que vino y nos contó que el recepcionista no estuvo receptivo a sus explicaciones y le dijo que por supuesto que era un apartamento para cuatro, dos en la cama y dos en el sofá.
Venga, que estoy cansada y me da igual dormir aquí que allí, contigo o sin ti. La verdad es que la cama era tan grande que no te dabas ni cuenta si había alguien más, y el colchón era el mejor que nunca he probado en mi vida, en serio. De hecho estuve buscando la marca pero tenía una funda sin cremallera y me quedé con la intriga.
Y llegó la mañana siguiente y me acordé de la azafata con la que hablé de los polvorones porque, sin duda, el plan de ese día era todo un planazo. Después de un desayuno con incidencia, el del dúplex se cargó la tostadora intentando meter un bollo redondo algo más gordo de lo normal, nos fuimos a la calle. 23 kilómetros andamos: Grand Central Terminal, broadway av, union square con su interesante mercadillo, la Zona Cero, Wall Street con ese toro dorado, completamente rodeado de turistas tocándole los cojones, el Puente de Brooklyn, el Brooklyn Bridge Park con esas impresionantes vistas de Manhattan, y aquí me voy a parar porque esto merece comentario.
Según el plan establecido, al llegar a ese último parque debíamos coger el Water Taxi para ir hasta el muelle 45, pasando por la estatua de la libertad para verla desde el barco. Pues bien, al dueño del dúplex le parecía caro el precio, 31 dólares por barba, y mientras yo intentaba averiguar si había un precio más barato para este servicio, con ese inglés colegial que sólo entienden quienes fueron al colegio contigo, mis acompañantes se acercaron a otro stand de otro ferry y antes de que me diera cuenta habían sacado tres pasajes a 7 dólares por barba y me esperaban muy satisfech@s de su hazaña. Cuando vi el recorrido me entró un sofocón como de menopausia. El maravilloso ferry barato no sólo NO pasaba por la estatua de la libertad sino que iba directamente a la otra punta del siguiente destino. Vamos que fuimos por el East River en lugar del Hudson River. Pá cargarse con la operación.
Las vistas desde el ferry eran bonitas, y mi cabreo hermoso como un oso. Y así llegamos a tierra, y como os podéis imaginar tuvimos que coger un taxi para llegar al High Line y recorrer sus vías de tren reconvertidas en parque, y de ahí a las galerías Chelsea, que estaban abarrotadas de gente alegre, comiendo, bebiendo, comprando. Y yo con mi cabreo, de paseo por allí.
Y hecho todo esto, nos fuimos de vuelta para el apartamento, previo paso por un super 24 horas donde nos compramos unas cervezas para pasar el mal trago, budweiser, por supuesto.
Y llegó la mañana siguiente y me acordé de la azafata con la que hablé de los polvorones porque, sin duda, el plan de ese día era todo un planazo. Después de un desayuno con incidencia, el del dúplex se cargó la tostadora intentando meter un bollo redondo algo más gordo de lo normal, nos fuimos a la calle. 23 kilómetros andamos: Grand Central Terminal, broadway av, union square con su interesante mercadillo, la Zona Cero, Wall Street con ese toro dorado, completamente rodeado de turistas tocándole los cojones, el Puente de Brooklyn, el Brooklyn Bridge Park con esas impresionantes vistas de Manhattan, y aquí me voy a parar porque esto merece comentario.
Según el plan establecido, al llegar a ese último parque debíamos coger el Water Taxi para ir hasta el muelle 45, pasando por la estatua de la libertad para verla desde el barco. Pues bien, al dueño del dúplex le parecía caro el precio, 31 dólares por barba, y mientras yo intentaba averiguar si había un precio más barato para este servicio, con ese inglés colegial que sólo entienden quienes fueron al colegio contigo, mis acompañantes se acercaron a otro stand de otro ferry y antes de que me diera cuenta habían sacado tres pasajes a 7 dólares por barba y me esperaban muy satisfech@s de su hazaña. Cuando vi el recorrido me entró un sofocón como de menopausia. El maravilloso ferry barato no sólo NO pasaba por la estatua de la libertad sino que iba directamente a la otra punta del siguiente destino. Vamos que fuimos por el East River en lugar del Hudson River. Pá cargarse con la operación.
Las vistas desde el ferry eran bonitas, y mi cabreo hermoso como un oso. Y así llegamos a tierra, y como os podéis imaginar tuvimos que coger un taxi para llegar al High Line y recorrer sus vías de tren reconvertidas en parque, y de ahí a las galerías Chelsea, que estaban abarrotadas de gente alegre, comiendo, bebiendo, comprando. Y yo con mi cabreo, de paseo por allí.
Y hecho todo esto, nos fuimos de vuelta para el apartamento, previo paso por un super 24 horas donde nos compramos unas cervezas para pasar el mal trago, budweiser, por supuesto.
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