Acabo de oír al ex presidente de Uruguay, José Mujica, diciendo que el tiempo que invertimos en comprar cosas inútiles, es tiempo de vida que perdemos. Bueno el mensaje era bastante más elaborado, pero yo he sacado esa conclusión. Y la verdad, me he cogido un rebote de cuidado al comprobar que he perdido unas cinco horas y media de mi vida para comprarme un móvil, por increíble que pueda parecer. Hace varios días que mi antiguo móvil (con poco más de un año de vida, o sea un bebé) empezó a darme problemas, entrando en coma cuando menos pegaba. Intenté tener paciencia, pero acabé perdiendola y enfilando mis pasos al corte inglés. Después de ver los teléfonos que tenían por allí expuestos, que a mi me parecian todos iguales y con precios astronómicos, decidí acudir al mostrador de vodafone, a ver si por ser cliente me hacían alguna oferta interesante. No había nadie allí. Tuve que esperar más de media hora hasta que por fin apareció una chica, muy amable. A esas alturas yo ya habia decidido el modelo que quería, con lo cual ya le estaba ahorrando el trabajo de ayudarme a decidir, y sólo tenía que averiguar cuánto me rebajaba del precio marcado. A esta tarea dedicó tres cuartos de hora. Cuando por fin lo averiguó, decidí que era un precio razonable y le dije toda dispuesta, "pues me lo llevo". La adrenalina de la compra inútil se expandió por todo mi cuerpo, pero sólo una milésima de segundo, justo lo que tardó la amable chica de los cojones en decirme que no lo tenía. Me fui de allí con pensamientos cuasi asesinos y me acerqué a una tienda vodafone cercana, que la misma chica amable me había indicado. Estaba a tope de gente y yo no estaba en condiciones de esperar, con el riesgo de que fuese para nada. Me marché con el convencimiento de que mi "viejo" móvil se recuperaría, que sólo tenía una mala racha, oye, como cualquiera. Que va, me equivoqué, el muy malaje decidió seguir fastidiándome. Al día siguiente, por la tarde, me fui a la tienda más grande de Vodafone que conocía. Estaba llena de gente y tenía una máquina para pedir turno. Allí metí todos los datos que me pidieron y esperé. Pasada una hora oí mi nombre y pegué un brinco. Lo primero que hice fue preguntar si tenían el terminal que yo quería, ni buenas tardes ni nada de eso. Me dijeron que sí y le dije que me lo llevaba. Ya sin adrenalina, casi sin ilusión, total me tenia que gastar una pasta por un capricho de mi antiguo móvil, que le dio por morirse en este momento. Se supone que esto es una venta de coser y cantar, ¿no? Pues no. El chico que me atendía en esta ocasión tardó otra hora más en rellenar no se cuantos formularios para poder sacar la factura, que encima la hizo mal y tuvo que repetirla y después se atrancó con otra cosa y tuvo que llamar a su jefa para que lo sacara del entuerto. A los tres cuartos de hora le dije, "niño, que parece que estoy comprando una casa, hijo". Se sonrió con esa cara de "ja, ja, ja, qué graciosa". Claro que no voy a decir aquí lo que mi cara le estaba diciendo a él. Cuando por fin corrigió todos sus fallos y me dio el puñetero teléfono, al que yo ya hasta le estaba cogiendo manía, me dice el chico que pase ahora con su compañero para que me transfiera los contactos y la información de un teléfono a otro. Y una porra. Agarré la caja del terminal y salí pitando de allí para nunca volver. Claro, en lo que quedaba de día, porque a la mañana siguiente, y tras comprobar que necesitaba una tarjeta que no me habían dado, antes de que abrieran la tienda ya estaba esta menda allí con su cajita. Saqué mi turno y según la pantalla informativa no tenía a nadie delante. Aún así tuve que esperar unos veinte minutos, ¿por qué?, pues ni idea. Lo único que se me ocurre es que en realidad aquello era una tienda de orange o de movistar, camuflada de vodafone con el objetivo de espantar a los clientes. Vaya que después de esta odisea, sólo espero que me quede vida para disfrutar del móvil aunque sea.
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