Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

viernes, 16 de junio de 2017

Volando vengo. Subway. (capitulo 5)

Después de pasar la mañana entera, desde bien temprano, subiendo y bajando de un autocar que nos llevó por Harlem, Bronx, Queen y Brooklyn, terminamos en pleno Chinatown. Allí, abandonados a nuestra suerte, decidimos comer algo. Buscamos y buscamos un sitio decente que sirviera pato, a la naranja, frito, asado, como fuese. Sitios había a patadas, decentes, no. Así que una de las siete veces que pasamos por el barrio de Little Italy, compuesto por dos calles en el corazón de Chinatown, mostrando lo fácil que es aunar diferencias, nos trincamos una pizza tres quesos que lo flipas. Después, viendo que llovía y que nos quedaba un largo trecho andando hasta el próximo destino, decidimos coger el metro. Ay madre, no quiero ni acordarme. Llegamos a la máquina expendedora, sacamos tres billetes que había que pasar por una ranura y, se supone, que se abría la puerta de acceso a las vías. Treinta veces pasamos los billetes y no había manera, aquello no se abría. Mientras mis acompañantes pensaban soluciones yo me dediqué a observar lo fácil que le resultaba a la gente abrir la puerta. Comprobé que pasaban la tarjeta por la ranura con una rapidez exagerada, así que ni corta ni perezosa pasé velozmente la tarjeta y click, se abrió la puerta y más velozmente me colé. Me entraron ganas de brincar hasta que me di la vuelta y vi a mis acompañantes al borde de un ataque de nervios diciéndome, ¿qué haces ahí, insensata? ¿Ahora que vas a hacer? ¿No ves que no podemos entrar? La cara más blanca que la pared se me quedó. A la porra la alegría, a la porra la ranura, a la porra la puerta, las vías, el metro, Nueva York, el mundo entero a la porra. Mi repetido argumento de "si yo he podido, vosotr@s también", no sirvió para nada. Así que me fui a buscar ayuda en una cabina donde había un hombre chino. Claro, estábamos en Chinatown. No veas. Si difícil es entender el inglés americano, el inglés chino ni te cuento. Le dije, o eso creo, que dos personas con sus tickets no podían acceder a las vías. Ese chino con cara de malas pulgas y los ojos apretados me gritó algo así "oootuuuoooo", "oootuuuoooo" Yo lo miraba con atención, como queriendo leer en los labios, pero ese chino no vocalizaba nada de nada, así que le dije "cómooooo?" Y el hombre, a todo pulmón, me repitió su mantra  tres veces más oootuuuoooo oootuuuoooo oootuuuoooo. Me volví desesperadamente por si algún alma caritativa quería traducirme aquello, pero nada, la gente mirando el espectáculo con la boca abierta y sin decir ni mu. Así que le dije al público, Osu osu, y me fui a buscar a mis acompañantes pensando cómo le iba a explicar aquello. El dueño del dúplex sabe inglés, lo mismo le digo oootuuuoooo y lo entiende. Y si no, tendré que buscar una salida. Y si no, me pongo a dar voces y que me detengan o algo. Uy, no, eso no, que los americanos usan armas y un mínimo movimiento es excusa para disparar. Morir en la estación de metro de Chinatown no es precisamente el final que había pensado para mi vida. Eah, ya estoy aquí. ¿Y qué te han dicho?. Pues, la verdad, no lo sé, oootuuuoooo, ¿os suena a algo? Sincronizadamente  mis acompañantes inclinaron ligeramente la cabeza hacia arriba poniendo los ojos en blanco y soplando. Qué mal me sentí. ¿Qué espíritu maligno me había empujado a cruzar aquella puerta?. En esto que miro hacia la cabina y veo al chino totalmente desencajado agitando su brazo enérgicamente hacia nosotr@s. Supe entonces lo que era el terror. Y de pronto, los tres a la vez (debía ser el día internacional de la sincronización) vimos otra puerta, que estaba allí desde el principio, pero no nos habíamos dado cuenta y, chachán, la puerta estaba abierta. Bueno, no estaba, la abrió el chino malafollá. Asunto resuelto. Ni nos reímos ni nada, oye. Tres días me pasé dándole vueltas al oootuuuoooo, para llegar a la conclusión de que aquello debía ser "go to the door".  Tan simple y tan complicado.

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