Parece que se acaba la Navidad, pero no es así. Ahora viene la segunda parte "Las ansiadas rebajas ". Tengo que reconocer que en mi anterior vida, si es que la hubo, yo debía ser rica porque no hay cosa que me ponga los pelos más de punta que ir a comprar en rebajas. Me entra pánico cuando veo la marabunta arrasando con todo lo que encuentra a su paso, como si fuese el último dia en que podrán comprar durante el resto de sus vidas. Y compran y compran y vuelven a comprar. Para mí es una imagen apocalíptica. Así que espero pacientemente a que los compradores compulsivos devuelvan la mitad de lo comprado, bien porque tengan un momento de lucidez, bien porque no tengan manera de colocar lo comprado ni en sus cuerpos, ni en sus casas. Y ahí estoy yo, esperando. Ese es mi momento de rebajas, lejos de tumultos y artículos tirados por los suelos o colocados en lugares donde nunca los buscarías. Cada uno se especializa en lo que quiere. Están los profesionales de las rebajas, esos que madrugan para llegar los primeros a los establecimientos, generando el pánico a los guardas jurados que deben abrir las puertas y que saben, que cuando esto ocurra, un tropel de gente entrará con desesperación, dispuestos a llevarse por delante al mismo guarda jurado si éste decide interponerse en su camino o trata de poner orden en la marea "rebajera ". Esas marujas contables, que ya saben lo que quieren y llevan meses esperando ese momento y están dispuestas a matar si alguien decide estropearles el plan, esos jubilados con ansia de aventura, que cuentan triunfantes su safari por las rebajas exhibiendo sin pudor las piezas cazadas y sus precios, esa juventud que busca oportunidades, o lo pillo en rebajas o no lo pillo nunca. En fin que no piso yo una tienda hasta pasado mañana como muy pronto, no creo que tarde mucho más el desvalijo. Y hay que ver como dejan las tiendas, como si hubiesen pasado cincuenta elefantes republicanos huyendo a toda pastilla de un rey torpe, con una escopeta de última generación, con mira macroscópica, hecha especialmente para quijotes y miopes. Lo que no tiene apaño son los pasamanos de las escaleras mecánicas, que van más rapidos que las escaleras, acelerando a las personas que van subiendo escalones al tiempo que el brazo se les va estirando. En realidad no sé si es una estrategia comercial o un daño colateral ocasionado por personas obesas aficionados a las compras que ralentizan con su peso las escaleras. Por eso yo nunca me agarro, para ir a mi ritmo, pero siempre me coloco a un lado para que el resto de pasajeros pueda circular al compás de los estiramientos que vayan sufriendo. Y dentro de cuatro días, con el frío y con la nieve, todos los escaparates estrenarán la nueva moda primavera. Luego dicen que no venden. Si es que..
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