Siempre que empieza un nuevo año me gusta hacer limpieza y deshacerme de todas las cosas inútiles que vas acumulando con el tiempo. Esto lo hago con cierta desazón porque tengo la mala costumbre de ir cogiendo carrerilla y acabo tirando cosas que no debía. Como ese día en que a mi madre se le rompió la picadora y compró otra exactamente igual, aunque guardó la antigua pensando que podría arreglarla. En un arrebato de limpieza cogí la bolsa de la picadora antigua y me la llevé al contenedor. A ver para qué quería dos picadoras iguales. Arreglar ni arreglar. Oye que empiezas a guardar cosas por si esto, por si lo otro, y acabas que no puedes ni andar por la casa. A los dos días oí una voz desconcertada que preguntaba por su picadora nueva. Me acerqué despacio y de lejos miré la escena. Horror, mi madre tenía en la mano una picadora. O sea, no es que no encontrara su picadora nueva, es que no la iba a encontrar en la vida. Miré mi hucha para ver si podía reparar el entuerto. Que va. Me persigné, me acerqué y reconocí mi error. Desde entonces, si mi madre me oye decir que voy a hacer limpieza, se me pega como una lapa, "a ver qué es lo que vas a tirar, que te conozco". Vaya, que matas un gallo y te llaman matagallos. Estos alias te duran años y años. A veces hasta te sobreviven. Desde aquel día, no he perdido mi costumbre destructora, pero la realizo con cierta precaución. Vale, es mentira, sólo tengo precaución los veinte primeros minutos, luego me entra la prisa y tiro y tiro sin parar. Lo más grande que he tirado han sido unas literas, con sus colchones y todo. Estaba cansada de verlas. No me servían y ocupaban toda una habitación. Pero, claro, empiezas con el "por si", por si esto, por si lo otro...." y te planteas, ¿me voy a deshacer de ellas....., mira que si luego me arrepiento? Al tercer planteamiento, las planté en la puerta de la calle. No se alarmen. Previamente llamé a esas empresas disfrazadas de asociaciones que les arreglan la vida a la gente de malvivir, y que te invitan a colaborar con ellas donándoles aquello que ya no quieres. A mí particularmente me producen más sentimiento de alivio que de solidaridad.
Hoy la limpieza ha consistido en poner orden en una libreta donde voy apuntando miles de cosas, contraseñas, teléfonos, direcciones..... Lo más inútil que apunto son las cosas que tengo que recordar. Pero vamos a ver ¿acaso me voy a acordar de mirar en la libreta? No. Está claro que no. Pero las apunto igualmente. Hecho esto, la libreta parece que ha sido sometida a un drástico régimen de adelgazamiento que la ha dejado con más muelle que hojas. Qué fea está la pobre. También le ha tocado el turno al correo electrónico. ¿Alguien repasa los correos antiguos? No contesten, por favor. No sea que me digan que sí y me entre la angustia. Aunque ya está hecho.
No sé, me parece muy catártico. Es como empezar el año más ligera pero, sobre todo, con más espacio en los cajones.
Ahora sólo me queda esperar a que pongan la caja en el rellano (donde abandoné mi pijama de Epi y Blas) para terminar con la tarea. Y ya estoy preparada para volver a empezar, con espacio vital suficiente para llenarlo de papelajos, facturas, recibos, anotaciones absurdas en mi libreta, el dibujito de mi sobrina, ....
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