A medida que avanza la semana me voy desconfigurando. Mis cejas se van poniendo salvajes, mis ojeras cada día más profundas y marcadas, las uñas como armas de destrucción masiva,.. Total, que si no es porque a mitad de semana me hago un "reset " para ir tirando y el fin de semana me formateo y me descargo todas las actualizaciones que encuentro por ahí, llegaría al viernes en muy malas condiciones. Y eso que yo para sobrevivir no suelo mirarme al espejo ni mucho, ni muy cerca. Por eso, cuando de repente me meto en un ascensor, con esos gigantescos espejos a dos palmos de la cara, ¡me llevo cada sorpresa... ! Automáticamente digo siempre lo mismo ¿así he salido yo a la calle? y me pongo de espaldas al espejo, porque bastantes desastres hay ya en el mundo como para preocuparme por esas cosas. Soy demasiado benevolente conmigo misma, me lo perdono todo. Lo que tiene apaño procuro arreglarlo y lo que no tiene solución, por ejemplo el gallo de mi pelo, lo disculpo con un "tampoco es para tanto", "hay cosas peores" o simplemente me olvido del tema, hasta que vuelvo a verme en un espejo. Y así voy por la vida, más feliz que una perdiz. Siempre tengo la batería a medio gas y el disco duro totalmente desaprovechado, con una cantidad desorbitada de espacio por rellenar, porque voy haciendo repaso de las cosas que voy guardando y, las que realmente valen la pena, las paso al disco duro multimedia que, ojo, tiene un terabyte de capacidad, vamos que me cabe el mundo entero en él. Si dudo de la utilidad de algo, las paso a un pen drive y las dejo en cuarentena hasta que decido qué hacer con ellas. En definitiva, que creo que me he convertido en una "smart person", o lo que es lo mismo, un artilugio que cuesta mucho, que tiene muchas funciones, pero que como nadie se lee el libro de instrucciones, está totalmente desaprovechado, pero mola mogollón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario