Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

jueves, 23 de junio de 2016

Playas de segunda mano

He llegado tan temprano a la playa que las gaviotas estaban durmiendo. El mar me ha recibido con tal alboroto que no me he atrevido a abrazarlo pensando que me partiría el espinazo. Al poco rato de llegar he observado cómo la gente se prepara para la mágica noche de San Juan, llenando la arena con todo lujo de provisiones, como si fuesen a echar raíces. El despertar es lento todavía.  Cuando abandone este pequeño espacio que he escogido a placer, en primera linea, con la arena bien peinada, y para hacer un poco de contraste, con la brisa marina poniéndote el cabello salvaje,  rápidamente será ocupado por esos que llegan los últimos y se plantan los primeros, mirando a su alrededor con satisfacción, como para reírse de los que han llegado sólo diez minutos antes y han tenido que colocarse en la tercera fila. Es como mandar a freír espárragos al refranero popular, ese que dice "a quien madruga, dios le ayuda". Claro que, desde mi punto de vista, teniendo en cuenta que les dejo el espacio mojado, con la arena removida, si que creo en el refranero, porque yo he estrenado la arena y he disfrutado de la paz y el silencio. Al siguiente le toca aguantar los gritos de los niños meones, las madres llamando a voces a los churumbeles para que se coman la tortilla y esa jodida pelotita, como diría Serrat, pasándole por delante de las narices al ritmo del toc, toc, toc, de las palas de madera. Seguro que cuando estos que han llegado a la playa de segunda mano lleven media hora, también se acuerdan del refrán. Ahí vienen. Me largo como las gaviotas que hace rato perdí de vista.

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