Primera mañana en territorio extraño.
Preparando el viaje vimos que Córcega tiene variados vinos y hasta nueve denominaciones
de origen, lo que suponía un auténtico aliciente para la tercera pasajera y
para mí, aficionadas como somos a catar vinos de toda clase, que no de todos
los colores, ya que nos tira más el rojo, en todos los sentidos.
Así que pusimos rumbo al mundo
enológico, empezando por el norte, para recorrer el Cap Corse con
tranquilidad, disfrutando del paisaje, haciendo un alto en Centuri donde probaríamos
la famosa langosta de "La Macciotta". Uy, esto parece una reseña de
la guía Michelín y no van por ahí los tiros, porque los únicos michelines
dignos de reseña son los que portábamos en nuestros caparazones.
Andando, que es gerundio, recorrimos la costa viendo
pequeños pueblos de grandes vistas, hasta que una puñetera curva nos metió
de lleno en una montaña, y después otra, con su correspondiente
interminable carretera de montaña, con sus cada vez más altos acantilados
que te ponían los vellos como escarpias, con sus frondosa vegetación entre
la que, cuando menos te lo esperabas, aparecía un pueblo a modo de
imitación en miniatura de las casas colgantes de Cuenca. Y el tiempo y los
kilómetros iban pasando nublando a tal punto mi mente, que empecé a ver
langostas y botellas de vino colgadas en los árboles.
Y al fin empezamos a bajar de las nubes, aterrizando
lentamente en el destino buscado.
Llegamos pronto, así que no encontramos mesa.
Así es allí la cosa: si llegas pronto es tarde y si llegas tarde no comes.
Recomiendo hacer noche en el lugar escogido y saltarte el desayuno,
total no es tanto rato y así juntas un poco de hambre, hombre. Mientras esperábamos
que nos dieran mesa observamos a una pareja dando cuenta de unas langostas olímpicas, aunque no podíamos
verles las caras por el enjambre de moscas que tenían en la mesa. Qué asco
más grande!!. A la porra la langosta, que es comida de moscas. Nos
dan mesa y pedimos unas cervezas. Aquí descubrimos una de las
maravillas de Córcega, la Pietra ambrée. Nos gustó tanto
que la adoptamos como mascota y nos acompañó todo el viaje. No así
con las moscas, con las que nos enzarzamos en una pelea que ganaron ellas,
sin duda. Y ahora a buscar el vino. Y venga a buscar y venga a buscar. Y
venga a encontrar un montón de cavas, sobre todo en Patrimonio, pero todas
cerradas.
De verdad que esta gente es rara, pero qué
extraños horarios tienen, no hay quien entienda esto. En esas cábalas
estábamos cuando un resplandor nos cegó. Haciéndonos perder casi la
conciencia, y en esa somnolencia vimos como se nos acercaba la virgen de Torrelodones
y con voz susurrante nos dijo: !Gilipollas, que es domingo!!. La luz
se apagó y nos despertamos de golpe descubriendo en ese instante cómo
llegan los mensajes divinos, lo tont@s que somos y, sobre todas las cosas
, que ese día no íbamos a comprar vino.
Anda que..
No ha sido nada fácil publicar esta entrada. El blog me está dando problemas. Pero, después de cuatrocientas operaciones ahí está. Espero que os guste.
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