Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Los muñecos de whatsapp

Como estamos en época navideña me gustaría empezar con un villancico: "Los muñecos de whatsapp se dirigen al portal para demostrarle al niño su cariño y su amistad". Suficiente. Lo que yo quiero comentar sobre estos terribles muñecos es su capacidad de interpretar pensamientos, hasta el punto que podemos decir que un muñeco de whatsapp vale más que mil palabras. No domino mucho este idioma. Me pasa como con el inglés, me sé cuatro palabras y con esas lo digo todo. Igual hago con los muñecos, me apaño con cuatro: el pulgar hacia arriba, la cara con las lágrimas azules de la risa, la cara amarilla y morada desencajada con las manos en las mejillas como si hubiese visto al mismo diablo, la cara amarilla con la boca de asombro y la niña blanca y morena de pelo (como puedes elegir raza y religión...) que lo mismo te dice hola que adiós con su brazo hacia arriba, y para de contar. En contra de lo que pueda parecer, es increíble la de cosas que se pueden decir con estos cuatro muñecos. Por ejemplo, cuando recibes esos extensísimos mensajes/cadenas que lo mismo contienen un mensaje filosófico profundo de barrio, que la promesa de un premio si lo reenvías a doce personas, incluida la que te lo ha mandado, (que ya hay que ser tonto para querer recibir el mismo mensaje varias veces, o tener mala leche y obligar a la gente a que te lo envíe, aunque sea por cortesía y aunque nadie lo haya leído, pero das por saco un poquito)... Ehhh que se me va la olla. Como iba diciendo, recibes una letanía y la contestas con el pulgar hacia arriba. Es una respuesta polivalente, lo mismo puede interpretarse como.... Muy bien chiquito que se lo lea tu padre, o también, qué maravilla de mensaje me pongo ahora mismo que no tengo otra cosa que hacer a reenviarlo, o podría querer decir... Vale, tú lo has querido, te bloqueo ahora mismo que ya estoy harta de tus memeces. Lo mismo pasa con las lágrimas azules de la risa, o te estás partiendo el culo, y no vas a poner un culo ahí, que está muy feo, que lo mismo estás llorando de pena de las tonterías que tienes que leer al cabo del día (mismamente mis pensamientos), pero sin decirlo claramente, que hablar claro está muy mal visto. A nadie le interesa lo que de verdad piensas, prefieren que les sigas la corriente, aunque mentalmente les estés mandando a la porra. Mi favorita es la muñeca que saluda, sin mover una pestaña te dice buenos días, buenas tardes, buenas noches, hola, hasta luego, adiós, hasta nunca, que te parta un rayo. Para que veas lo bien que viene un icono, que te saca de más apuros que un billete de  veinte euros. Y hasta aquí llega mi reflexión, comprenderéis que cuatro iconos no dan para más. Me despido hasta el año que viene, con el propósito de aumentar mi iconoléxico.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Por más que lo veo no lo entiendo

Qué alguien me explique a qué viene tocar todas las piezas de pan que hay en el cajón del supermercado, todas, apretándolas y rompiéndoles la crujiente corteza, desfigurándolas, contaminándolas. ¿Eso provoca placer? Parece que sí por la de gente que lo hace. Es increíble. Se me quitan las ganas de comprar pan en estos sitios. Creo que deberían clasificar el pan en "recién hecho" y "recién sobeteado" y colocarles unos sensores a los panes, de manera que cuando llegues a la caja te cobren el que llevas y los que has tocado, así dejas de tocar los panes y los cojones, digo los panes de los cajones.

Y ya puesta, a ver si alguien me explica también porqué siempre, siempre, siempre, hay alguien que tiene que saltarse las lineas rojas, amarillas o verdes, que ponen en el suelo, para marcar el espacio que no puedes rebasar, hasta que llegue el momento oportuno. No sé qué clase de impulso vital obliga a estas personas a rebasar esa linea, como si con eso adelantaran algo más que el cuerpo y su mala educación. Esta mañana, por ejemplo,llego a una sala de espera, provista de un numerito que cojo en la puerta de la sala y con el que tengo que acercarme, cuando me toque, a una ventanilla donde me dan otro número y me siento a esperar a que este segundo número salga en una de las dos pantallas gigantes que hay en la sala y, en ese momento, puedo acceder a otro espacio reservado, rebasando "en ese preciso instante", la linea roja que hay marcada en el suelo para que la gente no se agolpe molestando a los que están siendo atendidos.
Pues mientras mi segundo número salía en las pantallas gigantes observé a un señor pegado a la linea roja que, cada vez que el personal se despistaba, la traspasaba, sólo un paso, no más, obligando al personal a llamarle la atención hasta en tres ocasiones. ¿Qué sentido tiene esto? Supongo que básicamente dar por culo, porque hasta que su número no saliera en la pantalla ya podía estar bailando la conga en mitad de la sala, que no iba a pasar.

La gente es muy rara, hacen cosas raras que por mucho que las vea no llego a entender.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Black Friday

Vivo asustada desde que decidí pasarme el black friday por el arco del triunfo. Miro al cielo continuamente pensando en qué momento, lugar y forma me caerá encima el castigo del todopoderoso dios del consumismo. Cómo iba yo a imaginar que este nuevo invento español, copiado, como todo lo nuevo que inventamos, de nuestros domesticados americanos, se ha convertido en una especie de rito religioso, fanático, que mueve masas de personas que se pasean por las calles comerciales, de tienda en tienda, atorando las aceras, amontonándose en los semáforos como si fuesen manifestaciones sindicales improvisadas, (creo que esto existió alguna vez. Creo. Cuando los sindicatos tenían actividad, y eso). La Red colapsada por las aceleradas y compulsivas compras On Line, que te ahorran un par de euros, pero te dan cuatro horas de vida intensa, emocionante, y encima, si te arrepientes lo puedes devolver todo de forma que sólo has perdido el tiempo. Aprovecho para recordar que el tiempo es oro. Ahora que nadie me oye, tengo que decir que no he sentido impulso de compra alguno y eso me preocupa. He cogido hora con mi médico de cabecera a ver si tengo algo malo, y podemos cogerlo a tiempo, porque, a ver, no es normal no sentir nada pese a que lleve un par de semanas oyendo, hasta en sueños, "Black Friday", como un mantra repetitivo, acompañado de tantos por cientos y marcas comerciales y mensajes que te advierten de que se trata de una oportunidad única que tardará en repetirse más que el cometa halley en pasar. No he soportado tanta presión y he decidido que ni el marketing más agresivo va a conseguir que me meta en una bulla de gente para buscar objetos soñados, totalmente innecesarios, que no llenan mi vida por más que ocupen un montón de espacio. Y grité "A tomar por culo el black friday" sin pensar en las consecuencias. No es que esté arrepentida, ya digo, pero si asustada. ¿Puede alguien decirme qué les ocurre a las personas inconscientes, que deciden no seguir las consignas comerciales importadas de USA y tira? Qué incertidumbre tengo. ¡Por favor, envíeme ya el castigo, que no puedo con esta espera!

lunes, 16 de noviembre de 2015

Yo también estoy cansada de la familia Rivera

Pues si, así me siento a veces, como una pantoja dramática, haciéndose la víctima mediante un complicado ejercicio de malabarismo, intentando convertir en luz el gas licuado. Me cansan profundamente las noticias de actos violentos, pero aún más las clasificaciones de estas actuaciones, como si esto fuese posible. La misma náusea me provoca una bomba que una cuchillada mortal, una guerra santa que una guerra fría. No soy capaz de decidir si una es peor que la otra. Y así, asisto perpleja al espectáculo de clasificación energética de los horrores, esa pirámide de colores que te indica la mejor relación entre la cantidad de violencia ejercida y el efecto conseguido, para que podamos elegir el más eficiente, el más ecológico y el que más  ahorro nos produce. Y mientras pienso en esto no puedo evitar que se me escape un "estoy cansada, de la familia Rivera, estoy cansada...."

sábado, 7 de noviembre de 2015

Violencia de género.

Cada 25 de noviembre, para quien no se haya enterado todavía, es el día internacional contra la violencia de género. El término violencia de género ha pasado por una sucesión larga de consideraciones, hasta que, por fin, sociedad y legisladores han entendido que se trata de un fenómeno particular, que no puede subsumirse en otras categorías, como, por ejemplo, la violencia doméstica, ni es comparable con cualquier tipo delictivo de lesiones o daños a la integridad física, moral o psicológica de cualquier persona, porque el elevado número de mujeres que se encuentran en esta situación, y más concretamente, el número de crueles asesinatos que se producen anualmente, revela que no hablamos de hechos aislados. Hablamos de un grave y reiterado, y aún peor, largamente justificado, ataque a los derechos de la mujer. Y esto ocurre por el simple hecho de ser mujer. No hay ninguna otra causa para este bárbaro proceder, no encontraremos ninguna respuesta razonable que pueda justificarla. La única verdad es que esta violencia nace, crece y se reproduce por el mantenimiento interesado de la desigualdad entre mujeres y hombres.

Los asesinatos son la expresión más cruel de la violencia sobre la mujer. La punta del iceberg, como se suele decir. Pero son muchas las mujeres muertas en vida, enterradas en insultos, vejaciones y coacciones, amenazadas, aisladas, sin amistades, sin familia, a las que quizás nunca les pongan una mano encima, ni falta que hace para destrozarles la vida. Destrozarles la vida a ellas y a sus hijos e hijas que impotentes se ven obligados a vivir en continua tensión y miedo, con la sensación de ser un problema añadido para su torturada madre, cuando no son ellos/as mismos/as las víctimas de tan tremendos abusos. En uno y otro caso sufren graves daños psicológicos y, en el peor de todos, son asesinados/as sin que, hasta ahora, hayamos tenido la decencia de contabilizarlos/as como víctimas de esta violencia.

Por fin empezamos a tomar conciencia, al menos a nivel legislativo; socialmente quizás tengamos que esperar más tiempo o, aún peor, quizás nunca lleguemos a entender determinadas situaciones, y sigamos dejándonos llevar por los mensajes subliminales que inundan nuestros sentidos, en forma de imágenes, videos, comentarios en redes sociales y medios de comunicación, haciéndonos creer que lo de la violencia de género no es más que un invento político-electoralista y que sólo sirve para que cuatro locas, mentirosas, y, por supuesto, putas y guarras, cobren una paga. No son sólo mensajes, son expresión de violencia de género a través de terceras personas, todas las que reproducen estas ignorantes y perniciosas ideas. Apología del terrorismo en estado puro.


La violencia de género existe, nos pongamos como nos pongamos. Es algo terriblemente cruel que ninguna mujer debe soportar, ni tampoco sus hijos e hijas. Está claro que si no conocemos el concepto ni sabemos cómo se siente una víctima, nunca vamos a comprender porqué no denuncia a su agresor, porqué retira la denuncia o, simplemente, porqué va con una sonrisa por la calle. No es preciso saber porqué ocurre esto, aunque sería conveniente, porque nadie está libre de verse en esta situación, y una mínima información podría permitirnos evitarla o superarla. La información nos permite elaborar nuestra propia opinión sobre las cosas y nos dota de un espíritu crítico respecto a otras opiniones, además nos ahorra la osadía de la ignorancia. Y de paso, nos preparamos para la que se avecina. 

jueves, 29 de octubre de 2015

Jalogüín, mi primo el calabaza.

Aquí estoy viendo a ver si me decido por un disfraz, para celebrar el día de mi primo el calabaza, aunque en mi pueblo todos le llaman Jalogüín. Es complicado, porque miras a tu alrededor y ves que este país se ha convertido en un parque temático de lo más completo. Contínuamente ves pasar a Alí Babá y los 40 ladrones, montados en los dinosaurios de toda la vida, asaltando a la gente por los caminos y peleando a muerte con Supermanes con coletas y gafas y con Laras Crofts de zapatos bajos y ropa ancha. En fin, que la realidad es tan rocambolesca que queda poco hueco para la imaginación.

Empezaré por descartar los típicos disfraces de estas fechas. No me gustan para nada los zombis, con esos chorreones de sangre y esas camisas rotas, como si vinieran de una boda gitana, con una tajada monumental, dando tumbos, con esas bocas abiertas y las lenguas fuera, como si llevaran tres días andando por el desierto con la cantimplora vacía. Que no, que no me veo de zombi. Ni de esqueleto tampoco, con esos cuchillos ensangrentados atravesando la cabeza, que luego te metes por algún sitio estrecho y se te engancha el mango del cuchillo y ya la hemos liado, al final te sale sangre de verdad. Y ni mucho menos de bruja, con esos pelucones de los chinos, de pelos brillantes y electrizados y esos sombreros de cucurucho negro, con toda la punta torcida, que parece que un buitre leonado hubiera hecho un aterrizaje de emergencia en el sombrero. Y luego no sabes si acompañarlo de una escoba o de una varita mágica, para llamar la atención más que nada, porque la varita no pega ni con cola, vaya.
Siempre se puede echar mano de los clásicos personajes de cómic, pero la verdad es que suelen vestir, si llevan ropa, con colores vivos y no pegan mucho en una noche de muertos.  Bueno, Batman si, porque viste de riguroso negro y podría colar como vampiro. Pero, claro, con mi estatura, vestida de Batman, es muy probable que me confundan con otro tipo de bicho y me lleve un pisotón.
Animales, princesas, bailarinas, magos, japonesas, leñadores, romanos, futbolistas y fontaneros quedan descartados totalmente. Y, por supuesto también, bob esponja, doraemon, elvis presley o harry potter. Los dos primeros porque no me caen nada bien. Elvis porque ya es hora de dejarlo en paz, que lo vamos a resucitar con tanta tontería y Harry Potter, no sé......porque la verdad, de estos cuatro es el único que pega un poco con Jalogüín, pero, no sé.... , que no, no me convence.
Qué pocas opciones me quedan. Ummmm, pensemos.
Se me acaba de ocurrir uno....., ¿qué os parece un disfraz de "El cobrador del frac"?. Bonito no es que sea, pero tampoco tiene porqué ser feo, es de color oscuro, a la par que elegante y va con un maletín en el que siempre puedes guardar el móvil, el espejito, la barrita de labios, la cartera.... esas cosillas. Es siniestro, no me digas que no, la gente se pega cada susto...., vaya que vas a saludar a alguien y sale corriendo, oye. Pero, claro, también tiene la ventaja de que a lo mejor tienes suerte y te pagan. Claro que a lo mejor tienes mala suerte y cobras. Que la gente está muy susceptible y muy violenta, no te puedes confiar.
Creo que esta año también lo voy a dejar pasar. Ya, si eso, para los carnavales me busco algo. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Un perol de profesionales

Lo que voy a contar es una historia verídica. El sábado amaneció algo nublado, pero ni unas nubes, ni chuzos de punta que cayeran iban a impedir que yo catara el prometido arroz con bogavantes de la, autocalificada, mejor cocinera del mundo entero y parte del extranjero. Y así, a eso de las doce, saltándome el ángelus de rigor, metí en mi coche una botella de vino y a dos amigas y pusimos rumbo al sitio indicado, llegando a la hora prevista. Poco a poco fue llegando el resto del personal, hasta completar el aforo con un grupo heterogéneo de personas y animales en perfecta conjunción. Era como el Arca de Noé, pero sin paloma de la paz. Allí estábamos, en plena naturaleza con todas las comodidades de la urbe. Según pasaban las horas fui comprobando que aquello no era lo que se esperaba, no era un perol cualquiera, no, nada de eso. Se trataba de un acto cuasi solemne, en el que nada quedaba al azar. Empezaremos por la mesa alrededor de la cual nos fuimos colocando manteniendo la distancia de seguridad mientras rompíamos el hielo. Esa mesa iba vestida de gala, con un mantel de tela. Ojo, he dicho tela. Sobre ella se fueron posando unos refinados platos magníficamente presentados, con exquisitos manjares, como si de un concurso gastronómico se tratara. Me habría dedicado a contemplarlos si no fuera por el hambre que tenía y porque los demás le metieron mano y, total, no era un concurso y si lo fuera ganaría quien más comiera. La cocinera, una profesional. Los bogavantes eran espectaculares, grandes, monísimos, con unas pinzas de miedo. Los bogavantes, unos profesionales. De fondo sonaba la música de la radio que daba ritmo a las torpes conversaciones iniciales e iniciáticas, hasta que, por fin llegó la Dj con su barra de sonido, que parecía un edificio en miniatura. Sólo le faltaba un par de arbolitos, un cochecito y dos muñequitos paseando por las avenidas. Yo le habría puesto también un balcón con tres trapillos colgando. Alucinante resultaba ver a esa mujer colocando aquella barra como si fuese un jarrón de porcelana china. Una vez  la tuvo perfectamente instalada, empezaron a sonar canciones cuidadosamente elegidas, si bien, la Dj, repetía cada vez que tenía ocasión que ella ponía la música que le gustaba, como dejando claro que si a los demás no nos gustaba.... que nos dieran. Y nos dieron, nos dieron las tres y las cuatro, las cinco y las seis. La Dj, una profesional. Tanta cerveza, vino, fanta y cocacola provocaron que la cisterna del servicio explotara de alegría. Aquello debía suponer una tragedia griega, pero no fue así. Allí estaba la mañosa maña, que te hace una piscina con una llave inglesa y en un pis pas solucionó la avería. La maña, además tiene otras habilidades. No soporta un vaso vacío y eso la convierte en un surtidor de bebida. A la mínima que te descuidas te tira el culillo porque considera que se calienta y eso no es bueno para el cuerpo ni para la mente, y te rellena el vaso. La maña, una profesional. Los niños se dedicaron a jugar con los cinco o seis perros sueltos que corrían por allí, con lo cual, ni molestaban los niños, ni molestaban los perros. Cuando ya anochecía, se perdieron un rato, tiempo que dedicaron a hacer la casa de la felicidad, metiendo una velas en una especie de jaula. Precioso quedó aquello. Los niños, unos profesionales. Con los amenazadores nubarrones y por cambiar un poco las vistas, nos trasladamos a la casa de la felicidad, con la mesa y, por supuesto, con la barra de sonido, a la que además se le añadió una bola de colores tipo Grease. Y mientras la maña hacía como que vigilaba la barbacoa, desoyendo las peticiones de la cocinera que se había hecho con un manojo de espárragos, con los que pensaba rematar la faena gastronómica del día, y a Dios pongo por testigo que lo consiguió, sucedió algo inesperado, el espíritu de Eva Nasarre invadió a la prudente Silvia, que sin poder oponer resistencia se colocó encima del escalón y comenzó una enérgica clase de aerobic, obligándonos a movimientos acompasados, brazo derecho arriba, pie izquierdo hacia atrás, que lo mismo de bien nos venía el hoy no me puedo levantar de Mecano que el eres tú de Mocedades. Qué pasada. Todavía me tiemblan las piernas. La profesora de baile, una profesional. No acaba aquí la cosa. Durante todo el día, la maestra de ceremonias no dejó cabo suelto. Lo mismo iba por hielo que salía para acompañar a quien se iba o venía, cuidando que nade le faltara a nadie, y cuando digo nadie me refiero a las personas y a los animales. No paró ni un momento y aún le dio tiempo a controlar a la maña, que es como un potro desbocado, llamándola al orden cada quince minutos para que todo y todos estuviéramos en condiciones. La maestra de ceremonias, una profesional. Podría seguir contando pero se hace tarde y hoy, como todos los días, toca a su fin y, como todos los días me deja una profunda reflexión: mira niña, déjate de chapuzas, pon profesionales en tu vida, sobre todo si vas de perol.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Pisando fuerte

Al llegar esa mañana a la playa vi que las traviesas olas habían  dejado un escalón  en la arena. Coloqué  mi silla al borde del precipicio de 30 centímetros, por ver qué  se sentia desde  allí. Me gustan las emociones fuertes. Ya colocada encendí la radio y cerré los ojos para no ver quién  me veía mientras cantaba todo lo que ponían en cadena dial. Ojos que no ven... "Me olvidé  respirar ahahaha, como un beso bajo el aguaaaaaa..." Jolines ¿eso qué es? Aparece de pronto un pedazo de máquina, de esas que son un tractor con una pala gigante, que venía toda dispuesta a embestir a las bañistas (utilizo el femenino plural porque mola más y está menos visto. Las ricas somos así). Petrificada, medio incorporada, con las manos apoyadas en los brazos de la silla en actitud de salir corriendo a la de tres, veo que la máquina, conducida por un señor de tamaño considerable, que yo no sé cómo se había  metido alli, comienza a coger la tierra del escalón en un vertiginoso equilibrio, rebajando el desnivel y aplanando la arena, dejándola en un suave camino hasta el agua. Lo flipas. Claro que para realizar esta operación,  que no tardó más de quince minutos, nos obligó a todas las que como yo se habían  colocado en el improvisado balconcillo playero, a desplazarnos de nuestros sitios, con  las sillas, toallas, sombrillas.. Aún  así, al destructor de escalones de arena no le resultó nada fácil  hacer su trabajo,  porque los guiris de las hamacas (ahora sí uso el masculino plural, porque eran mayoría de tíos y porque voy a criticarlos. Ya sabes, las ricas somos así ) que llevaban toda la mañana tostándose al sol, experimentaron un incontenible deseo de meterse en el agua y rodearon la pala por delante, por detrás, por la derecha y por la izquierda, obligando a Ramón, porque ese hombre con ese cuerpo seguro que se llama Ramón, a respirar hondo y parar constantemente la máquina. El remate fue el de un guiri, de unos treinta años en bañador, vestido quizás parezca otra cosa, con un pie vendado que salió del mar justo cuando la pala iba a pasar por su lado por lo que corrió justo para plantarse delante, emulando al famoso estudiante de la plaza de Tiananmen parando a los tanques, y sólo para comprobar que la venda de su pie seguía  bien puesta. Claro que no era lo mismo, ni había tanques, ni chinos, ni estudiantes porque está  claro que ese guiri no tenía  el cerebro desarrollado. Total que antes de que Ramón  mandara al escalón a tomar viento y se largara de allí, unos veinte guiris se dedicaron a pisotear el liso suelo de arena que Ramón, con profesionalidad y mucha paciencia, iba dejando con su pala. Me pregunto por qué no hicieron esto antes y le habrían  ahorrado a Ramón la original tarea de rebajar el escalón. Volví  a mi sitio, encendí mi radio, cerré mis ojos..." Feliz con lo que tengo woo, feliz con lo que siento, wooo, es que cada momento está lleno de tiiiiiiii..."

jueves, 17 de septiembre de 2015

El tiempo es oro

Acabo de oír al ex presidente de Uruguay, José  Mujica, diciendo que el tiempo que invertimos en comprar cosas inútiles, es tiempo de vida que perdemos. Bueno el mensaje era bastante más  elaborado, pero yo he sacado esa conclusión.  Y la verdad, me he cogido un rebote de cuidado al comprobar que he perdido unas cinco horas y media de mi vida para comprarme un móvil, por increíble  que pueda parecer. Hace varios días  que mi antiguo móvil (con poco más de un año de vida, o sea un bebé) empezó a darme problemas, entrando en coma cuando menos pegaba. Intenté  tener paciencia, pero acabé  perdiendola y enfilando mis pasos al corte inglés. Después  de ver los teléfonos que tenían  por allí  expuestos, que a mi me parecian todos iguales y con precios astronómicos, decidí  acudir al mostrador de vodafone, a ver si por ser cliente me hacían  alguna oferta interesante. No había nadie allí. Tuve que esperar más  de media hora hasta que por fin apareció una chica, muy amable. A esas alturas yo ya habia decidido el modelo que quería,  con lo cual ya le estaba ahorrando el trabajo de ayudarme a decidir, y sólo  tenía  que averiguar cuánto  me rebajaba del precio marcado. A esta tarea dedicó  tres cuartos de hora. Cuando por fin lo averiguó, decidí que era un precio razonable y le dije toda dispuesta, "pues me lo llevo". La adrenalina de la compra inútil se expandió por todo mi cuerpo, pero sólo  una milésima de segundo, justo lo que tardó  la amable chica de los cojones en decirme que no lo tenía. Me fui de allí con pensamientos cuasi asesinos y me acerqué  a una tienda vodafone cercana, que la misma chica amable me había  indicado. Estaba a tope de gente y yo no estaba en condiciones de esperar, con el riesgo de que fuese para nada. Me marché con el convencimiento de que mi "viejo" móvil se recuperaría, que sólo tenía  una mala racha, oye, como cualquiera. Que va, me equivoqué, el muy malaje decidió seguir fastidiándome. Al día  siguiente, por la tarde, me fui a la tienda  más  grande de Vodafone que conocía. Estaba llena de gente y tenía una máquina para pedir turno. Allí  metí  todos los datos que me pidieron y esperé. Pasada una hora oí mi nombre y pegué  un brinco. Lo primero que hice fue preguntar si tenían el terminal que yo quería, ni buenas tardes ni nada de eso. Me dijeron que sí y le dije que me lo llevaba. Ya sin adrenalina, casi sin ilusión, total me tenia que gastar una pasta por un capricho de mi antiguo móvil, que le dio por morirse en este momento. Se supone que esto es una venta de coser y cantar, ¿no? Pues no. El chico que me atendía en esta ocasión tardó  otra hora más en rellenar no se cuantos formularios para poder sacar la factura, que encima la hizo mal y tuvo que repetirla y después  se atrancó con otra cosa y tuvo que llamar a su jefa para que lo sacara del entuerto. A los tres cuartos de hora le dije, "niño, que parece que estoy comprando una casa, hijo". Se sonrió con esa cara de "ja, ja, ja, qué  graciosa". Claro que no voy a decir aquí  lo que mi cara le estaba diciendo a él. Cuando por fin corrigió todos sus fallos y me dio el puñetero teléfono, al que yo ya hasta le estaba cogiendo manía, me dice el chico que pase ahora con su compañero para que me transfiera los contactos y la información de un teléfono a otro. Y una porra. Agarré  la caja del terminal y salí pitando de allí  para nunca volver. Claro, en lo que quedaba de día, porque a la mañana siguiente, y tras comprobar que necesitaba una tarjeta que no me habían dado, antes de que abrieran la tienda ya estaba esta menda allí con su cajita. Saqué  mi turno y según la pantalla informativa no tenía a nadie delante. Aún  así tuve que esperar unos veinte minutos, ¿por qué?, pues ni idea. Lo único que se me ocurre es que en realidad aquello era una tienda de orange o de movistar, camuflada de vodafone con el objetivo de espantar a los clientes. Vaya que después de esta odisea, sólo  espero que me quede vida para disfrutar del móvil  aunque sea.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Si no lo grabo no me crees

Estaba yo sentada, mirando al horizonte tratando de encontrar a un nadador que estaba atravesando la costa entera y que se me había perdido en un despiste, cuando veo en la orilla una cosa rara, que iba y venía al compás de las olas. Me recordaba a la espuma que le sale al cocido, pero en plan ganso, como si el tocino estuviera tratando de salirse de la olla hirviendo. Pero observo que nadie se cosca, así que empecé a pensar que me estaba dando una insolación. Para salir de dudas me acerqué a la orilla y cuando vi ese champiñón gigante con unos tentáculos más largos que mis brazos, contuve la respiración y llamé a mi amiga con la misma prisa que si hubieras visto un famoso de hollywood y quieres que lo vea porque luego si lo cuentas no te cree. Ambas nos quedamos perplejas viendo ese ejemplar de la naturaleza, pero más todavía viendo que nadie se daba cuenta. Pero, por favor, si sólo le faltaba cantar la traviata. Fui por el móvil, le hice una foto y volví a mi silla de cuatro posiciones a seguir buscando al nadador al tiempo que controlaba que nadie se acercara a aquella cosa en un radio de metro y medio. En esas estaba cuando la vecina de sombrilla se da cuenta y se levanta a ver qué era esa cosa rara, y cuando la mujer comprueba que no era un pulpo gigante y que tenia que seguir pensando en el menú del día, se puso a dar alaridos llamando la atención de su amiga que la miraba cómo diciendo, qué haces loca? Y ya viendo que aquello era serio se levantó y después no se exactamente qué pasó porque la playa entera se arremolinó alrededor del champiñón con sus móviles para inmortalizar el espectáculo, sin darse cuenta que el espectáculo eran ellos mismos. Un hombre gordo vino grabando desde su silla y no apagó el móvil hasta que se llevaron el cadáver. Digo esto porque luego veréis qué pasó. Mientras esto ocurría mi amiga y yo estábamos esperando a ver si volvían de su paseo los dos vigilantes de la playa y el socorrista para ver qué hacían, mientras nos reíamos pensando que seguro que salían corriendo. Y allí venían, tan tranquilos, como si fuese normal ver un montón de gente en la orilla grabando algo que no sea un muerto. Por fin llegaron y al comprobar el motivo del desconcierto decidieron, con tranquilidad, que había que llevarse la medusa, así que fueron al chiringuito a pedir una pala y una bolsa. Al llegar con la pala, una mujer que acababa de darse cuenta de qué pasaba, enloqueció de repente y se puso a gritar como una poseída "esperarse, esperarse un momento hombre, que voy por el móvil" y salió corriendo. Por supuesto nadie le hizo el menor caso y los tres agentes improvisados de la autoridad náutica procedieron. El que llevaba la pala debió pensar que aquello era coser y cantar, así que metió la pala debajo de la medusa e intentó levantarla. Casi se cae al suelo. Ay, la juventud, que poca habilidad para el cálculo. Tras varios intentos, demostrando lo tonto que era, el chaval optó por algo más salvaje y animado por la horda, le pegó un palazo a la medusa con el filo de la pala y le arrancó un cacho. Hasta tres bolsas de basura llenaron con los trozos de la medusa descuartizada. Y ya, cuando  le estaban haciendo los nudos a las bolsas, se oyen unas voces "pero qué hacéis, os dije que esperarais, que iba por el móvil, me cago en la leche ya no lo he podido grabar. Hombre, por favor, que he ido a mi casa y todo por el móvil". De verdad os digo que todavía me duelen los músculos de la risa. Total, que los descuartizadores se fueron con el cadáver y la gente se dispersó. Bueno, no todos, la mujer que había ido a su casa por el móvil fue de sombrilla en sombrilla rogando que le pasaran por whatsapp algún vídeo o foto. Alguien se chivó y le contó que el hombre gordo lo había grabado todo, todo, todo. Y allá se fue. Espero que lo consiguiera, porque esa mujer se pondría mala si no pudiera contar esta historia que ni tiene en su móvil ni en su cabeza, porque se lo perdió todo, todo, todo. Moraleja: a la mierda el móvil.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Sin prisa, pero sin pausa.

Sin prisa pero sin pausa he entrado en la Edad Media, esa en la que sabes que ya no eres joven, pero tampoco te sientes vieja. Esa edad en la que tienes más soluciones que problemas, más proyectos para menos tiempo, y màs ganas que desgana y lo mismo te apuntas a una ronda de patadas en la espinilla que al bautizo de una muñeca. La cuestión es no perder un lujoso minuto. En este punto en que toda distancia es poca, cambias tus malas versiones de refranes populares, el "deja para mañana lo que no tengas ganas de hacer hoy" por el consabido "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Lo imposible se transforma en nunca se sabe porque creo que ni siquiera alucinaría si viera un burro volando. Es como si estuvieras de vuelta de todo aunque sabes que ni siquiera ha sonado el pistoletazo de salida. Con la Edad Media adquieres una increíble capacidad de calibrar cosas y personas, colocando a cada uno en la caja que le corresponde, sin titubeos y con mínimo margen de error. Sustituyes lo bonito por lo práctico.Lo inútil va directo a la basura dejando de ocupar espacio en tu cabeza y en tu casa. Hasta para discutir eliges contrincantes a tu altura, nada de perder el tiempo con quien sabes, no que no te va a dar la razón, porque menuda estupidez sería discutir para ganar o perder en lugar de para aprender, sino que no sabe de qué le hablas y la discusión se convierte en un discurrir paralelo de monólogos. Cada loco son su tema. Hacer cosas por compromiso pasó a la historia y el insomne cargo de conciencia ni lo recuerdas porque a estas alturas ya  sabes qué hacer y qué no hacer para evitarlo. Mi falta de imaginación la suplo con mis sueños. Y los sueños.... sueños son.
Me deseo una larga y divertida Edad Media y una lejana Edad de Piedra, esa en la que te quedas petrificada porque los achaques de tu cuerpo y de tu mente no te dejan ni moverte. Pero de eso.... ya hablaremos, si eso.

viernes, 10 de abril de 2015

Más o menos, pero pijas

En este momento tengo en mente cuatro tipos diferentes de personas pijas, con toda la carga de subjetivismo que la calificación supone.
La primera entra en la categoría de pija original. Es la pija de nacimiento, la que lo lleva en los genes y luce su pijerío con una asombrosa naturalidad, asumiendo que es algo consustancial a su propio ser y de lo que se siente orgullosa. Si pudiera, cuando le preguntaran por su estado civil contestaría de forma inmediata y con ese tono de ¿es qué no se nota?  "Soy Pija, claro". Una verdadera pena que no exista este estado civil. Para hacernos una idea podemos imaginar a Paris Hilton con un mono de mecánica (haciendo el esfuerzo ilusionante de imaginar que hay mujeres mecánicas). Seguro que llevaría el cuello del mono levantado como Nati Abascal, los labios en fresa brillantina, y para acompañar el conjunto un discreto bolso deportivo Louis Vuitton, en tonos amarillos para que resalte el bolso y, si eso, el mono, y, en la parte más baja de su cuerpo, o sea, los pies, un par de sencillas Air Force 1 de Nike. En su mano derecha un sándwich (en español se dice emparedado, pero suena hasta raro), con lechuga ecológica, espárragos blancos y dos rodajas de pepino. En su mano izquierda un botellín de budweiser, sin alcohol, claro. Tan particular...

La segunda clase de pija engrosa la categoría de pija disfrazada. Ésta también es pija de nacimiento, pero al contrario que la anterior, trata de aparentar ser una pobre-progre, con un discurso tipo "podemos", cargado de solidaridad, ecología, globalización, me gustan los negros, los gitanos y los moros más todavía, y viva la vida. Sus bellas ideas distan millones de kilómetros de su portátil apple a juego con su iphone y su ipad,  de sus vecinos residenciales, y hasta de la chica blanca, paisana del barrio periférico que limpia en su casa. Esa casa adosada y sus vacaciones en Cadaqués la delatan. Esta pija se da paseos por el infierno sabiendo que siempre volverá a su perfecto cielo, eso sí, con la conciencia muy tranquila por portarse como una auténtica ciudadana terrícola, al menos, de palabra. Oiga, no cuela.

La tercera clase de pija es mi favorita.  Aquí entramos de lleno en la categoría de pija de camuflaje. Esta pija pasa desapercibida hasta para las vistas más avezadas. Nada en su proceder la delata y lleva su tiempo desenmascararla. Se mimetiza perfectamente con cualquier ambiente. No selecciona, todo le va bien, pero, eso sí, sin perder ni un ápice de su particular estilo. Con el tiempo vas descubriendo esos pequeños detalles, ese gusto por lo exquisito..., para que me entiendas: la infanta Cristina con vaqueros, andando por la calle, si no supiéramos que es infanta, claro.

Y llegamos a la última pija a la que encontramos en la categoría de pija por vocación. No nació pija, una auténtica putada. Pero su vocación le lleva a intentar convertirse en lo que siempre ha soñado. Vestir como una pija, hablar como una pija, vivir como una pija. Tras años de dedicación se siente diferente, superior realmente, a los de su clase, a esos que no han sabido superarse y se quedan ahí, como personas normales, sin importarles su apariencia, a esos que son como son, así, sin más, sin una mínima intención de ser lo que no son. Tras años de dedicación se siente diferente, inferior realmente, a los de su adoptada clase, sus ídolos, esos que no han necesitado superarse y se quedan ahí, como pijos que son, sin importarles su apariencia, esos que son como son, así, sin más, sin una mínima intención de ser lo que no son. ¡Vaya, qué curiosa coincidencia! Esta categoría vive en el limbo, ni son como son ni como quieren ser. Oh, lástima.

Yo siempre prefiero originales. Rechazo las imitaciones. Con todo mi cariño a esas amigas pijas que tanto me cabrean como me hacen reír.