“Historias
del hospital: ¿Esto es una sala de radioterapia o el camarote de los
hermanos Marx? Me explico. Tengo que tumbarme en una camilla, con los
brazos hacia arriba, apoyados en unos soportes, de manera que parece
que te han puesto en una camilla de ginecología, pero al revés, en
lugar de las piernas colgando y abiertas, son los brazos los que
pones en esta posición. Después de moverte milimétricamente, para
que los puntos perennes que te han dibujado en el cuerpo cuadren con
otros puntos que tú no sabes dónde están, las enfermeras dicen "ya
lo tengo" y cogen un mando a distancia y comienzan a mover la
camilla a trompicones, para arriba, para abajo a derecha e izquierda.
Qué tensión me entra, sólo puedo pensar: ¡madre mía que me van a
descuadrar!. En fin, yo ahí, quieta, intentando no moverme con las
sacudidas de la camilla. Y, cuando ya ellas consideran que aquello
está en condiciones se van corriendo y una máquina descomunal
empieza a hacer un ruido de campo magnético, como si te fuesen a dar
un calambrazo de campeonato. Pero no sientes nada, sólo ruido. Todo
esto que acabo de relatar dura apenas diez minutos. ¿Uds, ven lógico
que en este corto espacio de tiempo y en el transcurso de una semana,
hayan pasado por ahí, un celador y un informático? ¿Qué pasa, mis
tetas y yo somos espectaculares, o pura basura? Y si alguien tiene la
osadía de decir que esto no tiene importancia, o que no es para
tanto, le reto a que se ponga con las tetas o los huevos al aire
(cada uno lo que tenga), en esa extraña pose, más propia de una
película sadomasoquista que de un tratamiento médico y quede
expuesto a la vista de un celador que llega a dejar unas sábanas, o
de un informático que va a ver si le pasa algo a la pantalla de
ordenador. ¡Pero SI SOLO ESTOY DIEZ MINUTOS, no pueden esperarse un
momento!. No lo entiendo. Estoy muy cabreada. O me dan pronto el alta
o me voy a cagar en todo el que trabaja allí. Soy una persona,
oiga.”
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