Alguna mujer piensa que
su empresa debe darle las gracias por ir a trabajar. Eso, y
pagarle el sueldo. Por ello se permite el lujo de desaparecer de
su puesto cuando le apetece, porque ella lo vale. Relato. Tengo
las siguientes instrucciones: cuando llegues al hospital te
acercas al mostrador y le dices a la enfermera tu nombre y la
máquina que te corresponde. Vale, es sencillo. Pero nadie me ha
dicho qué hago si la enfermera no está. Tampoco se lo han dicho
al resto del personal, por lo que no puedo copiar a nadie. Eah,
eso es lo que hay. Por fin llega, relajada, sin prisas, total
ella tiene que estar ahí hasta las 9 de la noche, ¿para qué va
a correr? si la gente que la esperamos no tenemos nada que hacer,
de hecho vamos al hospital por gusto, a dar por saco, a hacer
gasto, más concretamente vamos a joderla a ella, así que ya nos
jode ella antes por si acaso. Bien, ya la tenemos en su puesto,
se sienta, te mira con cara de fastidio. Tú le pones tu mejor
sonrisa y le dices "buenas tardes" y no le dices "cacho
cabrona", mi nombre es Inmaculada Muñoz, máquina 1. Y
ella, te sonríe con desgana, mira la pantalla del ordenador con
la cabeza muy alta y te dice, Ana Miranda ¿no? No, Inmaculada
Muñoz. A ver.... ah, sí, Pilar Morales ¿no?. Te callas
pensando ¿esta tía está de cachondeo, o de verdad es así de
tonta? y le vuelves a decir, ahora elevando la voz, Inmaculada
Muñoz, máquina 1. Ah, sí, ya está. En ese momento me doy
cuenta que tengo las cejas más de punta que Zapatero y los
dientes apretados. Y pienso, señor, dame paciencia porque si me
das fuerza....
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Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.
martes, 11 de septiembre de 2012
Historias del hospital (2ª parte, 29/08/2012)
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