Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Vamos a contar manías, tralará... (capítulo 3º)

Si es que.... ¿quién no tiene una manía? Las manías nos amargan la vida. Te obligan a hacer cosas estúpidas y si, por casualidad, aprovechando los escasos momentos de lucidez, te dar por resistirte, consigues que te invada la intranquilidad y el ansia viva. Decidió asomarse a la ventana, para tomar un poco de aire fresco y salir del bucle maniático en que se encontraba. Vive en un cuarto piso, así que siempre que se asoma, mira primero hacia arriba, para ver cuántos vecinos del bloque de enfrente pueden observarle, y si no hay moros en la costa se pone a curiosear mirando a los pisos inferiores. En la planta tercera, vive esa pareja, con pinta de intelectuales, que van de pasotas por la vida pero.... ¡que va!, son unos maniáticos peligrosos. Aún están durmiendo. Lo sabe por la disposición de las persianas de las tres ventanas que dan a la calle. Todas colocadas milimétricamente, casi bajadas del todo. Dentro de una hora aproximadamente, el vecino se asomará con los pelos tiesos, y mientras bosteza irá ventana por ventana, subiendo las persianas. Eso es fácil, porque las subes a tope y ya está. Pero lo de bajarlas.... eso es para premio. No las baja totalmente, deja un espacio abierto, de un palmo más o menos. Las tres ventanas a la misma altura. Eso tiene que tener un significado psicológico (que "Il Cavaliere",comentarista de este blog, nos desvelará). Si él viviera en esa casa, atascaría la cinta de una de las persianas, sólo por ver la reacción del maniático "persianero".
¡No es posible, otra vez con las manías! Siente que se marea, que la cabeza le centrifuga. ¡Madrugar para esto, por Dios! ¿Qué me está pasando?
Sí, eso es lo que hay que hacer, armarse de valor y romper con la maldición de las manías. Ya. Ahora mismo. Lo chungo cuanto antes. Se dirigió al cuarto de baño y abrió la tapa del váter. Así es como tiene que estar, que es más cómoda de usar, no tanto rollo con el shi, con el sha. Sacó un rollo de papel del mueblecito y lo colocó encima de la cisterna. Que hay que ver que siempre se acaba el rollo cuando menos te lo esperas, y tienes que ir con el culo en pompa, medio agachado, a coger el maldito papel del maldito mueblecito.
Siguiente paso, el más difícil, el armario. Ya está frente a él, piensa unos segundos y tira de la puerta. Algo se le resiste, no en la puerta, sino en la intención. Está todo tan bien colocado, tan bien organizado, camisas, camisetas, pantalones. Esta armonía cromática convierte la pesadilla de "qué me pongo hoy", en "la hora feliz". No, no puede hacerlo. Abre un cajón, el de los calcetines, y ahí están todos, hechos unos rollitos de primavera, ¡pá comérselos!. (continuará)

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