Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.
martes, 11 de septiembre de 2012
Historias del hospital: (parte final, 07/09/2012).
Por fin vacaciones. Ya estoy sentada mirando al mar, no hay nada que me guste más. Llevo dos días siguiendo el consejo de mi abuela que decía "niña, hay que desechar". Es verdad abuela, ni te imaginas la de veces que me he acordado de ti en estos últimos días. Y te voy a hacer caso, me olvido de lo chungo y me quedo con lo bueno. En los malos momentos se descubren muchas cosas interesantes. En el hospital, por ejemplo, he tenido la suerte de conocer a gente especial, excepcional. Ahí estaba Isabel, con la que me cruzaba cada tarde en el angosto pasillo que llevaba hasta la máquina, con su rápido caminar, siempre iba corriendo como si tuviese muchas cosas que hacer. Ella era la que entraba cuando yo salía, y siempre le tenían que reñir porque nos parábamos a comentar las jugadas más interesantes del día. Inma, ¿cómo estás hoy? y de fondo se oía ¡Isabel, venga ya, mira que charla esta mujer! Y las dos nos reíamos y nos despedíamos hasta el día siguiente!. Siempre, al entrar, se oía una voz muy alegre que me decía ¡Eh, hola amiga, hoy has venido más tarde, hoy has venido muy pronto, hoy va la cosa para rato, hoy ya estaba yo diciendo qué raro que no haya llegado ya.....! Esa era la hermana de Carlos, un hombre silencioso que parecía no querer cuentas con nadie, lo que pasa que con su hermana allí era imposible, porque esa mujer (cuyo nombre no llegué a saber) era una perfecta relaciones públicas, nos conocía a todos, sabía nuestros nombres y nuestros achaques. Era muy alegre (y muy controladora), pero lo de llegar y encontrarte con su recibimiento me resultaba cálido y divertido. Me pregunto de dónde sacaría tanta información. ¿Sería un topo del hospital? También estaba Francisca, una señora mayor, muy callada, que era la perfecta abuelita cariñosa, como la de Heidi pero más modernilla. Poco supe de ella, aunque trataba de leer en su cara. Si le decías ¿qué tal Francisca, cómo va la cosa? siempre decía, bien, bien. Nunca se quejaba de nada, aunque la tuvieran mucho rato esperando. La paciente perfecta. Sin duda la persona que más me ha impactado ha sido Carmen, con sus pañuelos a juego con su ropa y su risa, siempre nos hacía reír con sus ocurrencias. Y, entre bromas, me preguntaba bajito ¿a ti te dan lloreras?. La conocí en la sala de abajo, donde esperamos con las batas puestas. Ese día las batas eran de las gordas, que daban un calor horroroso y al sentarme a su lado dije, uf, qué calor. Esa mujer de inmediato me pasó un abanico y me dijo, toma hija, yo lo llevo siempre, y nos pusimos a charlar. Esa mujer se ríe hasta de su sombra, es increíble. El día que me dijo que ya terminaba le dije, ¡vaya! te voy a echar de menos. Y la eché de menos, a ella y a las otras, todas terminaron antes que yo. Ellas hicieron agradable aquellos malos ratos y siempre las voy a recordar. Posiblemente volvamos a vernos, aún nos queda un largo camino, pero seguro que va a ser más corto con gente así. Desde aquí y como quien piensa en alto, les digo adiós y... como decía Carmen, ¡oye, si no nos vemos que sea por culpa de la niebla!
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