Esta segunda opción, en principio, .... No. Ni de coña. Sin duda, esta segunda opción era la peor. Casi sin darse cuenta, cogió la bayeta y quitó las migas de pan, dejando la encimera limpia. Asunto resuelto.
Optó por pensar en otra cosa y dejarse de tonterías. Entró en la habitación sigilosamente para buscar una camiseta. Tenía sensación de frío aunque sabía que no hacía, pero cada mañana, al levantarse de la cama y posar su pie derecho sobre el suelo, notaba ese frío que ya le acompañaba hasta después de la ducha, momento en que su cuerpo se ajustaba a la temperatura real. Abrió el armario. Todo estaba en perfecto orden, como siempre. Buscó en el cajón de las camisetas de estar en casa, eligió una y salió de allí. Fue al salón y cogió un folleto del Hipercor que encontró en ese espacio de la estantería donde se depositan los folletos que van llegando. Periódicamente él revisa este hueco para que no se acumulen folletos antiguos. ¿Por qué? porque acumular cosas inútiles da mala energía, carga el ambiente. Lo leyó en el libro de Feng Shui que compró en el Círculo de Lectores hace ya algunos años. Volvió a la cocina, se sirvió otra taza de café y se puso a ojear el folleto. En la hoja número tres había una oferta de barras de pan, segunda barra al cincuenta por ciento. Pensó de nuevo en las migas de pan. ¿Por qué tenía que respetar las manías de los demás? ¿No era suficiente con padecer las suyas propias? por ejemplo, esa terrible locura, que es la manía en grado superior, de sumar los números de las matrículas de los coches que veía desde la ventanilla del autobús, camino del trabajo. Era algo que hacía desde pequeño, surgido posiblemente de algún juego infantil, o de una apuesta con algún amiguete del barrio; pero con los años, se había convertido en una función automática de su cuerpo, que se activaba ante la presencia de matrículas. Sumar y sumar sin parar, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha... Si en algún momento del trayecto dejaba de ver matrículas, era como tornar a la realidad de golpe. Paraba en seco y miraba rápidamente al interior del autobús para ver si alguien se había dado cuenta de la tremenda gilipollez que estaba haciendo. Entonces no volvía a mirar por la ventanilla (hasta el trayecto de vuelta).
Claro que esto de las manías quizás tenía un componente genético ¿o a qué viene que su hermana tienda la ropa poniendo las pinzas del mismo color que la prenda que tiende? bragas celestes, pinza celeste, calcetín blanco, pinza blanca, camiseta de colores, puedes elegir pinza o poner una de madera, que es la pinza comodín. ¿eso dónde se ha visto o leído? Y lo de su primo Antonio no tiene nombre. Cada vez que tiene que hacer una gestión pierde un par de kilos. Es ponerse a buscar documentos y se caga las patas abajo, pero literalmente ¿eh?. Qué nervios, oye.
Aunque no es su familia la única afectada por este problema. Su compañera de trabajo, sin ir más lejos, cada vez que busca algo en el bolso, lleve el bolso que lleve, siempre saca ese delfín de cristal amarillo, como si el delfín tapara todo el interior del bolso y no viera nada con él. Qué cosas. Seguro que el delfín tiene nombre y todo. Si es que.... (continuará)
jajajajajajajajaa no es por nada... pero... cuidado con quien cuenta los números de las matrículas sin parar... jajaja puede ser un trastorno obsesivo compulsivo o psicopático jajajaja
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