Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El séptimo sentido

Los sentidos vienen a ser como los planetas, cuando menos te esperas te anuncian que hay uno nuevo. Toda la vida pensando que tenemos cinco sentidos y de pronto, zas, van y anuncian el sexto sentido. Muy interesante la película, por cierto. Pero no queda ahí la cosa. Ayer comentaba con mi amiga May, que es la mayor inventora de frases curiosas sin patentar, lo difícil que resulta cuando trabajas atendiendo a personas, recordar caras y nombres y aún peor ponerle nombre a las caras, o al revés. Ella me contaba que tiene una larga lista de teléfonos a los que añade alguna pista junto al nombre para poder recordarlos, pero había llegado a un punto en que ni así. Por eso, me dijo, que con los años de experiencia,  ella ya sabía que cliente era interesante y cuál otro le iba a hacer perder el tiempo para nada. Y eso lo sabía ella a los dos minutos de hablar con la persona en cuestión. Esto le había facilitado reducir su larga lista de nombres con pistas, porque había desarrollado un sentido que es 'me importas una mierda" y que supone el borrado automático del nombre, la pista y la cara. Así que ya sabéis, existe un séptimo sentido, el de borrar datos inútiles de tu mente. Me gusta. Lo veo práctico, tanto como la vista, el oído, el olfato, el tacto, el gusto, el en ocasiones veo muertos y, por fin, el me importas una mierda. Es que May es mucha May.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Sin punto medio

Vale, lo reconozco, soy una exagerada para algunas cosas, pero son cosillas sin importancia. Por ejemplo, hace un año más o menos que me compré un colorete porque se me estaba acabando el que tenía en uso. Pues bien, aún no lo he abierto, porque todavía tengo y eso que lo uso a diario, y ya hasta con ansiedad porque no me explico que no se acabe. Incluso he examinado a fondo la caja para ver si es que cuenta con algún dispositivo de regeneración espontánea. Pero nada. He cambiado la brocha por una más grande, para que recoja más. Me pongo dos parches en las mejillas con avaricia, que parezco la prima de Heidi en mitad de los Alpes. Pero nada. Estoy pensando incluso hacer una degustación gratuita de colorete por internet. También barajo la idea de pintar el pasillo con él. Visto lo que dura creo que me permitirá darle dos capas a la pared. Cualquier cosa para que se acabe el puñetero colorete antes de que le coja manía o peor aún, le tome tanto cariño que entre en depresión cuando mi relación con él llegue a su fin. Si, si, lo sé, ya lo he dicho, soy una exagerada, pero quiero decir en mi favor que intento corregirlo. Así lo hice con la leche. Tenía tantas cajas que me caducaban. Suerte que esto no pasa con el colorete, y si pasa que nadie me lo diga, que no quiero saberlo, ya me avisará mi cara con un par de ronchas, si eso. Decidí medirme con la leche, porque nada me irrita más que tirar alimentos sabiendo la de gente que pasa hambre. Me siento mal por esto. Me tomé tan a pecho aquello que acabé quedándome sin leche. Ocurrió una mañana. Eran las seis, el sol no había salido y mis vecinos y vecinas dormían plácidamente. Puse mi cafetera y abrí el frigorífico para sacar la leche. Me cago en la leche. No había ni para un café. Tuve que reprimir las ganas de abrir el lavadero y gritarle al mundo !Ahhhh!  Lo sabía, sabía que esto pasaría, si es que me conozco como si me hubiera parido. Por eso me pongo trampas, para no caer en mis habituales errores. Por eso mismo  me perdono mi exageración, porque es el mejor método que tengo para resolver mis descuidos.

domingo, 26 de junio de 2016

Loterías y otras apuestas

Por favor, recordadme que no vaya más a votar, así sea la última votante del último país con elecciones, que me da a mí que esto es hasta posible. Después de una noche insomne, me he metido dos horas de carretera para ejercer ese derecho que más de cuatro consideran una obligación, pero que, afortunadamente, no lo es. De otra forma vendría exigido por ley con su consiguiente sanción por incumplimiento, que el afán recaudatorio no tiene límites. Ahora bien, eso despertaría el ingenio incumplidor que nos caracteriza, generando mil quinientas formas de transguedir la norma, hasta que la propia ley recogiera la excepción de objeción moral o algo por el estilo. A lo que iba, que después de los kilómetros recorridos llego al sitio indicado, donde había tres mesas. La mía era la del centro, justo frente a la puerta, pero eso no lo sabías hasta que no atravesabas el dintel, y claro, no veas la cola que había, que casi me toca esperar en la calle. Mi maldita manía de contar con un mínimo de espacio vital, y evitar soplarle el cogote a la persona que tengo delante, que ya tengo bastante con que me lo soplen a mí, provoca que todo el que tiene que atravesar mi fila, siempre lo hace por donde yo estoy. Tengo el tope de cortesía en tres personas, cuando la cuarta se cuela empiezo a relatar en voz alta y a cerrar el paso , arrimándome lo que mis escrúpulos me permiten a la persona de delante y cerrando el duty free. Ni por esas, oye. Cuando haces pop, ya no hay stop. Por fin me llegó el turno, voté y salí de allí como alma que lleva el diablo. Me metí de nuevo en carretera para volver a mi feliz destino vacacional y preparar la noche electoral con un buen salmorejo y pizza, eso sí, de casatarradellas, que a mí me gusta lo español, diga tarradellas lo que diga. Toma. Y llegó la noche. Mientras dábamos cuenta del salmorejo y de la tortilla de patatas por la que cambiamos la pizza, por ciertas discrepancias sobre qué es y qué no es español, evitando que el hambre de la discusión nos hiciera comer el salmón noruego, que entonces sí que lo habríamos hecho mal, con lo bueno que está el bonito del norte, mientras tanto, digo, observábamos la televisión curva, tamaño natural, súper inteligente, que no podíamos oír porque estaba dentro y el personal fuera. Ese artilugio modernista, con una definición de imagen sensacional, no dejaba de mostrar los resultados de un sondeo previo, que todo el mundo daba como tan cierto que a Van Gogh le habían cortado una oreja. Ya ves, sólo porque sale en un autorretrato con el lóbulo vendado. El sondeo no gustaba a ningún comensal, de manera que casi nos da una indigestión. Yo incluso busqué cobijo en tierras lejanas, donde tengo algún conocido. Ay, qué desatino. Por fin empiezan a llegar resultados reales y los ánimos se van calmando al ritmo de escrutinio, hasta llegar al resultado final, momento en que las mentes vuelven a agitarse al comprobar que nada ha cambiado y que todo ha sido como el sueño de una noche de verano, esperando la combinación ganadora del bonoloto. Y a lo lejos se oye una voz metálica que repite "pruebe de nuevo, pruebe de nuevo"

sábado, 25 de junio de 2016

Reflexión

Llevo días pensando en el término reflexión. Después de darle muchas vueltas creo que ya sé lo que quiere decir, así que me levanté esta mañana y me dije, ha llegado el día.   Después de mis estiramientos para desarrugar el cuerpo y antes de proceder al ritual del desayuno, doblé mi torso hasta el suelo, una vez y otra más. Ya está, ya he reflexionado. Después de un rato cogí mis bártulos y me fui a la playa, que era lo que pegaba. Me acerqué a la orilla para que me diera el fresco y vi venir una bolsa  de plástico más bailando que nadando. Me llamó la atención y la observé detenidamente mientras se acercaba y yo pensaba, no, si me voy a tener que quitar para darle paso y todo. En éstas estaba  cuando la bolsa saca una cabeza de pez y después la hunde y saca su cola chapoteando. Ostras, es un pez. No entiendo de peces en crudo, pero si de los cocinados, y me parecía a mí que eso debía ser una carpa disfrazada de lubina. Muy grande, por cierto. La lubi-carpa se acercaba a la orilla haciendo lucir su cuerpo plateado, lanzando destellos que provocó que empezara a acumularse gente a mi lado. Primero llegó una mujer mayor con porte atlético y dice, qué le pasa al pescao éste, está raro, no? Eso es que está malo porque habrá comido plásticos y cosas de esas, seguro. Y yo le digo, pues seguro. Si es que algunos peces están zumbados, mira que comer plástico. Y la mujer repite, eso es que está malo porque habrá comido plásticos y cosas de esas, seguro. Y añade, como la gente echa de todo al mar. La miro y le digo, pues seguro. Y en lo más apasionante de esta conversación viene una franchute y pregunta algo en francés. La miramos a ver si es que no la habíamos entendido y la mujer mayor me mira como pensando qué dice ésta y se vuelve con cierto tono de "qué tontería" y le dice, pero qué dices, que está mala, que se ve que ha comido plásticos y cosas de esas, seguro. La franchute miró al pez y volvió a decir algo, pero para entonces yo había desconectado y estaba pendiente del otro flanco al que había llegado otra mujer, típica de la tierra, con su móvil, para grabar las acrobacias de la lubi-carpa y que piensa en voz alta, Uy, que raro, parece que quiere salir del mar, debe ser que nació aquí y ahora vuelve a sus orígenes. Luego nos mira y dice, vaya no sabía yo que los peces buscaban un sitio particular para morir. A todo esto, miro a mi amiga, que llevaba allí todo el tiempo soltando carcajadas con cada comentario que oía, y es que no era para menos, y veo que está pendiente de otra conversación cercana y presté atención. Era una pareja de mediana edad que observaba con atención a la lubi-carpa. El hombre, porque era una pareja típica, con su hombre y su mujer, y su sombrilla de playa, levanta la cabeza para ver con qué audiencia contaba y sentencia: "es que ha perdido el sentido del equilibrio". Toma ya. Y se largó, supongo que temeroso de seguir oyendo las carcajadas de mi amiga que ya, con este último comentario, estaba que se partía. Lo último que oímos, mientras abandonábamos el escenario suicida de la lubi-carpa fue, " parece un tiburón pequeño. Vi a mi amiga riendo mientras hacía una flexión y otra más. Eso es reflexionar y no lo de esta gente. Tiburón ni tiburón.

viernes, 24 de junio de 2016

Brexitoso

Los ingleses deciden marcharse de Europa, convencidos de estar por encima de todo y de todos. Los ingleses, muy a su pesar, son esos europeos que conducen por el lado contrario, los que usan su propia moneda, repudiando al euro como moneda paria, los que nos imponen su idioma como un moderno esperanto, que todos esperan hablar algún día porque abre más puertas que un manojo de llaves. Los ingleses se van de su casa para refugiarse en sus castillos de reinas madres, padres y abuelas. Se marchan despreciando la hermandad. Pero bueno, mira, por mí que se vayan a hacer gárgaras, eso sí, en inglés. Lo que de verdad me fastidia, porque yo de política económica no sé ni papa, ahora, en economía doméstica soy un hacha,  es que vengan los pseudo revolucionarios  que viven aquí y trabajan en Bruselas, no, no, quiero decir que cobran de Bruselas, aplaudiendo, como si el brexit fuese un acto heroico que todos deberían copiar. Lo realmente brexitoso sería que se fuesen al admirado país a vivir y dejen de hacer "puzzles" de todo lo que tocan.

jueves, 23 de junio de 2016

Playas de segunda mano

He llegado tan temprano a la playa que las gaviotas estaban durmiendo. El mar me ha recibido con tal alboroto que no me he atrevido a abrazarlo pensando que me partiría el espinazo. Al poco rato de llegar he observado cómo la gente se prepara para la mágica noche de San Juan, llenando la arena con todo lujo de provisiones, como si fuesen a echar raíces. El despertar es lento todavía.  Cuando abandone este pequeño espacio que he escogido a placer, en primera linea, con la arena bien peinada, y para hacer un poco de contraste, con la brisa marina poniéndote el cabello salvaje,  rápidamente será ocupado por esos que llegan los últimos y se plantan los primeros, mirando a su alrededor con satisfacción, como para reírse de los que han llegado sólo diez minutos antes y han tenido que colocarse en la tercera fila. Es como mandar a freír espárragos al refranero popular, ese que dice "a quien madruga, dios le ayuda". Claro que, desde mi punto de vista, teniendo en cuenta que les dejo el espacio mojado, con la arena removida, si que creo en el refranero, porque yo he estrenado la arena y he disfrutado de la paz y el silencio. Al siguiente le toca aguantar los gritos de los niños meones, las madres llamando a voces a los churumbeles para que se coman la tortilla y esa jodida pelotita, como diría Serrat, pasándole por delante de las narices al ritmo del toc, toc, toc, de las palas de madera. Seguro que cuando estos que han llegado a la playa de segunda mano lleven media hora, también se acuerdan del refrán. Ahí vienen. Me largo como las gaviotas que hace rato perdí de vista.

domingo, 12 de junio de 2016

And the Oscar goes to "volver a empezar"

Pues ya estamos otra vez de campaña electoral. Vuelta a las mismas películas, mismo reparto, mismo guión. Viejos discursos, ausencia de propuestas interesantes, pero bastante interesadas. Ya es tradición ver en la cartelera los insultos entre los hunos y los ostrogodos, que ya me los sé de memoria y hago un perfecto playback de ellos. Un completo aburrimiento, la verdad. Pero, sin duda, el resultado de estas elecciones se me antoja diferente. Con esta amplia gama de colores, como una pacífica primavera española, donde brota y rebrota la palabrería, siempre se me viene a la cabeza la serie juego de tronos, pero como sólo he visto una temporada y hace tanto que ni me acuerdo, no sé si existe algún paralelismo con el panorama político que tenemos.Ahí lo dejo. Como no soy afín a ninguna ideología y me dedico a sobrevivir, que no es poco, me cuesta bastante decidir mi voto, si es que voto, o si no voto, o si voto en blanco. Mi técnica suele ser el descarte. Vamos allá. Voy a partir de una cuestión que me parece básica. Empezaré con una linea divisoria, por supuesto horizontal, entre los que reparten pobreza y los que reparten promesas.
Los primeros son los ocupas de lo público, los de donde comen dos, comen cuatro, pero dos, siempre gratis. Los de todo es de todos. Y una porra, amigo, lo mío es mío que ya me lo curro. Hablan de descuentos, de nacionalizar y de nacionalismos. Lo que viene siendo un divide y vencerás. Son los actores secundarios que aprovechan la enfermedad del titular para hacerse notar. Los videntes de las ferias. Son los de los cupones descuento, los del mundo feliz en blanco y negro. Los que se alimentan con ideologías desfasadas de guerrillas medievales. Son los del gratis total. Los de la ley del embudo. Los que no hablan de empleo, porque no se si piensan trabajar en algo, o seguir siendo los reyes magos del sorpasso, porque no se si saben que tanta dádiva requiere bolsillo amplio, y que ese bolsillo siempre es el mismo, el de los que estamos cansados de trabajar para mantener el estado del "qué bien estás " gachón que no te falta detalle sin dar un palo al agua, o ganando más que nadie sin pagar merced. Son los que han unido sus fuerzas, que no sus esfuerzos, para arrasarnos disfrazados de aire nuevo, pero que huele a rancio y podrido. Son los que ahogan sin apretar.
Y después están los otros, los que reparten promesas, los de siempre y los de ahora, los de estás conmigo o contra mí. Son los que tiene claro cuál es la gallina de los huevos de oro porque llevan años explotándola, o viendo cómo la explotan otros. Los de los avances y la modernidad a base de billetes ajenos, enajenados. Los que te dan una y se llevan cuatro, y además tiran porque les toca. Los que hacen de los impuestos una montaña rusa que sube hasta la próxima campaña, pero que nunca cae en picado, seguramente porque la campaña es más rápida de lo que parece y siempre es mejor prometer que cumplir, ¡dónde va a parar!. Son los listos, los prácticos, los que hacen economía emergente y urgente, en lugar de poesía insurgente. Los que, como la espuma del cava, suben rápido para acabar haciendo agua. Los de la "trampaherencia". Son los que aprietan sin ahogar.
Así las cosas, me he quedado sin más opciones que, no votar, votar en blanco, hacer voto nulo o mandarlos a todos a tomar.....
Es lo cierto que no me resisto a una rima fácil. Pero, en serio, si algo tengo claro como el agua, es que prefiero lo malo conocido que lo bueno por conocer, y las promesas a la pobreza.
 Y ahora, vas y lo cuentas. 

miércoles, 8 de junio de 2016

Insert coin

No sé qué ocurre últimamente. Estoy agotada, física y mentalmente. Necesito unas vacaciones urgentes y remuneradas, como dios manda. Lo he visto claro cuando planchando una camiseta he encontrado en su bolsillo un cacahuete. Lo he planchado y ha pasado a ser un cacahuete tostado. Pero, mirando al pequeño tizón, tras su sesión distraída de rayos uva, no he podido evitar como si una voz de ultratumba me dijera, "niña, si es que pareces una máquina dispensadora". Y así es, así me siento, como una máquina desconchada, colocada en cualquier rincón de un centro comercial, mostrando en su gran cristal una variada cantidad de remedios, soluciones, consejos y alguna que otra bronca contenida. Llegar al trabajo es como si me enchufara y encendiera todas mis lucecitas atrae-consumistas. Petrificada veo pasar una tras otra a toda una colección de personas, a modo de paseo de los miis de la wii, tan iguales y tan distintos, que seleccionan producto y tiran de la palanca. ¡Tenemos la cláusula suelo, la tarificación adicional, el coche de segunda mano averiado, oiga! ¡Soluciones para todo! ¡ Tire de la palanca, señora, que yo le resuelvo su problema! ¡No se lo piense, señor, elija su solución entre la gran variedad de esta máquina! Es agotador. Ni siquiera me consuela la cara de satisfacción del que sabe que ha elegido el mejor producto. Y cuando dan las tres de la tarde y las luces se apagan, grito con todas mis fuerzas ¡GAME OVER! y hasta el día siguiente.

domingo, 5 de junio de 2016

No es un lunes cualquiera

El mejor día para ir a la playa, sin duda, es cualquier lunes de principios de verano. La playa te recibe con cansancio, con la resaca de los domingueros. Parece que mil batallas se hubieran librado en sus arenas y sus aguas. Y después de la tempestad, la calma. El lunes es el día de los que cierran por descanso del personal, de los guiris y sus hijos con extraño calendario escolar, de los jubilados, de los asuntos propios o de las vacaciones de ahora o nunca. En mi caso es el lunes de escapar para pensar. El lunes te permite ese espacio vital que no encuentras otro día. Ese silencio a tu alrededor que engrandece las olas, que te deja ver el horizonte. El lunes todo va más despacio, como queriendo alargar el día. El lunes precede al martes, ese otro día en que  vuelves a tu rutina y el lunes queda como el recuerdo de un momento feliz. Pero eso será mañana. Hoy, a explotar el día y cantar eso de "hoy será, será, será, mi primer día y mañana también, y el resto de mi vida....'

miércoles, 27 de abril de 2016

Asociación de ideas

Mira que plantarme en la provincia de Ávila y no comerme un chuletón... Tiene delito la cosa. Dos días completos, con sus noches incluidas y el menú tenía menos carne que un palillo de dientes sin estrenar. Mucha vaca, cabra y oveja rellenando el paisaje durante kilómetros, en los que se te iba haciendo la boca agua pensando en chuletas y quesos, para acabar recalando en mitad del campo, con preciosas vistas y con ranas, perros y pájaros de todo tipo y flores de lo más variado, dando con gente frugal, aficionada a la ecología y la vida sana. Oh my God, que diría mi amiga Mayte si se viera privada de tal manjar. Bueno, estoy segura que ella habría mandado la ecología a tomar viento y no habría parado hasta meterse entre pecho y espalda, un par de chuletones con medio queso de cabra, diciendo eso tan suyo de "esto está de mueeeerte".  A lo peor habría cogido una escopeta y habría puesto fin al cautiverio de la jabalí descomunal que habitaba en un corral perteneciente a la casa. Y luego, para bajar la comida se habría puesto a saltar en la cama elástica, dando gritos de alegría, y se habría subido a todos los árboles de los alrededores evocando su época de joven salvaje. Aún hoy es joven, y también un poco salvaje. Se le alegran los ojos cuando cuenta sus aventuras/locuras de adolescencia y dice ese famoso "riá" que nos hace reír y con el que indica un gesto brusco, que lo mismo sirve para retorcer el cuello a una gallina, que para arrearle un mamporro a algún indeseable. Y luego, al calor de la chimenea, tras un largo día en el que todos están destrozados, menos ella, que es como una central eólica, quizás hablando de películas y con el mismo entusiasmo que si fuesen las once de la mañana, te preguntaría ¿has visto la película tal o cual? y al contestarle que no, pondría cara de incredulidad exagerada, echando el cuerpo hacia atrás, como si el pecado mortal que es no conocer esa película la empujara, y diría ¿pero chica, cómo que no la ha visto? no puede ser. Pues es, Mayte, es, no la he visto, lo juro. Y entonces ella te hace un resumen a su manera, empezando por el final y mezclando las escenas más asombrosas con sus conclusiones. Y ahí interviene Diana, callada hasta entonces, y con cara entre risa y enfado la corrige y deja claro que cualquier parecido de su historia con la proyectada en el cine, es pura casualidad. Mayte se resiste un poco, pero al final claudica concediendo la razón a Diana y, en cuanto puede, cambia de tema. Es difícil enfadar a Mayte, antes se pone triste que cabreada, pero, en cualquier caso aguanta el tipo como nadie. Total, que nos quedamos sin chuletón, pero, la verdad, no me acordé de ello hasta que no pusimos rumbo al sur, y volví a ver las vacas, cabras y ovejas por esos campos verdes sin fin. Por suerte las gambas de Huelva están buenas en cualquier sitio y con buena compañía la comida es lo de menos. Y no, Mayte no vino a Ávila, pero le habría encantado.

lunes, 25 de abril de 2016

Tres eran tres y ninguna era buena.

Y no me refiero a mi amigas, que eran tres también y de las que podría escribir un libro si tuviera ganas, pero no es el caso. Aunque, por lo menos, las presentaré por sus nombres artísticos: La lirios, La niña de las hormigas y la señorita Pepi's. Andábamos celebrando tardíamente el cumpleaños de la lirios, como debe ser, a destiempo, alargando los plazos de las cosas buenas. Y mientras las horas transcurrían a su ritmo, la señorita Pepi's decidió que no hay cumpleaños que se precie que no tenga su sorpresa y así, cuando nadie lo esperaba, se puso blanca como la pared y se desvaneció. Para ser sincera dio más susto que sorpresa, y eso que la puñetera sonreía hasta desmayada y no paraba de decir que estaba bien, como si no hubiésemos sido capaces de entender su broma y lo que pegaba era reírse y no preocuparse. Pero que va, ni risa ni ostias, que diría Karra Elejalde, aquí se llama al 112 y punto. Y así lo hicimos, y nos llevamos otra sorpresa al comprobar que este servicio estaba compinchado con la señorita Pepi's y le seguía la macabra broma, sin darle mayor importancia al asunto. Pero no contaban con la astucia de la cumpleañera, ni con la de la niña de las hormigas, curtida esta última en historias de miedo y misterio, y así, ambas, haciendo alarde de rodaje en bromas pesadas, cogieron a la desmayada, la metieron en el coche y se la llevaron a urgencias. Al llegar al hospital, me planté en el  mostrador de admisiones para explicar lo ocurrido, lo más dramáticamente que podía y siguiendo al pie de la letra las indicaciones de la lirios, que me recalcó con insistencia que dijera que la desmayada se había puesto gris y había soltado un  ronquido, lo que en el guión de la sorpresa debía venir como efectos especiales, pero que en el argot hospitalario sonaría a ingreso en UCI. Pero qué frustración, apenas me dejaron hablar, un par de preguntas sobre datos personales de la enferma y nada más. Me dieron una pulserita de papel y varias etiquetas, como para seguir la fiesta con todo incluido. Pasé  a la sala de espera donde las tres amigas esperaban partidas de la risa, como si de una cámara  oculta se tratara. En seguida llamaron a "clasificación". No nos dieron los resultados de dicha clasificación, pero no debió  ser buena porque nos mandaron a otra sala de espera, creo que con la clara intención de castigarnos. Ya se sabe, quien ríe el último, ríe  mejor. Tomamos asiento en una banca pegada a la pared, para evitar ataques por sorpresa y sin imaginarnos que aquella sala de espera era, en realidad, el escenario de un sainete, de lo más divertido, al estilo de La Cubana, donde todo el público actuaba, entrando y saliendo por las diferentes puertas de las consultas, cada vez que su número, como en los 100 montaditos, sonaba por megafonía. Mientras esto ocurría, un guarda jurado se paseó lentamente por la sala, como si desfilara por la pasarela Cibeles, exhibiendo su porra y su walkie, y se metió por un pasillo al fondo de la sala donde intentó sin éxito abrir una puerta. Ni corto ni perezoso pulsó el botón de su walkie para hablar con la central de operaciones secretas, solicitando la clave que debía marcar en un panel con números para poder abrir la maldita puerta, que estaba todo el mundo mirando y la puerta sin abrirse después de darle cuatro tironazos. Este señor dejó bien claro su nivel mental al ir diciendo en alto, justo al tiempo que pulsaba los botones, uno por uno, los números de la clave para abrir la puerta. Suerte que nadie tenía interés en ver qué había detrás, que si no....Frente a nosotras se encontraba una señora, que llevaba, según nos dijo sin preguntarle nada, siete horas esperando diagnóstico. Quiero dejar claro que no me gusta criticar a la gente por su físico, porque eso supone que no tienen nada importante que criticar, pero, teniendo en cuenta que no es mi intención hacer crítica alguna, sino, tan sólo, contar lo que allí pasó, pues, la verdad, me resulta imposible pasar por alto esa Venus de Willendorf, con la cara de Benny Hill, y privar al escenario de sus adornos principales, dignos de un Goya. Qué digo Goya, de un Oscar de esos que hacen historia, que se comenta por los siglos de los siglos, como el relato de las hormigas, que dejo para otro día, no sea que esto me salga por dos tomos. La señora Venus estaba tan desesperada que se dedicaba a indagar en las miserias de todo el que pasaba por allí. Eso, hasta que llegamos nosotras y nos colocó como objetivo de su siguiente hora de espera. No dejaba de mirarnos con sonrisa exagerada intentando provocar una conversación que fuimos evitando hasta que, cansada de nuestras estrategias de escapismo, se lanzó al ataque y tras preguntar si estarían preocupados nuestros maridos y obtener risas por respuesta, decidió que éramos gente rara y seguro que no teníamos, así que, en un momento de silencio de la sala, la mujer nos gritó "niñas, lo que tenéis que hacer es buscarse un marido". Mientras ahogábamos una carcajada que habría provocado nuestra inmediata expulsión de aquella sala, por aquel avispado guarda jurado dispuesto para la acción, los ojos y las cejas se nos subieron simultánea y vertiginosamente hasta las plaquetas del techo, como si se nos acabara de cagar un pájaro. La señorita Pepi's casi se desmaya de nuevo, la lirios casi se cae de la silla, yo no sé cómo acabé sentada de medio lado y, para colmo, la niña de las hormigas se escondió detrás de su móvil y empezó a soltar comentarios de los suyos que nos obligaban a no mirar a la mujer para no morir de la risa. Ay madre, que cumpleaños más original. Hasta coraje nos dió que aquello se acabara cuando llamaron a la señorita Pepi's para decirle que todo estaba bien y que podía marcharse sin tratamiento ni nada. Si es que no hay mejor cura que la risa. Salimos de aquella película y nos fuimos a seguir celebrando el cumpleaños. Eso sí, me quedé con las ganas de decirle a la venus que lo que ella debía hacer era buscarse un potente Neptuno, recién salido del agua, con el torso mojado, que la pusiera mirando para las ermitas y después la atravesara con su tridente y la dejara clavada en la pared.

jueves, 10 de marzo de 2016

In nomine

Se me murió el cepillo de dientes eléctrico como consecuencia de la obsolescencia programada, esa terrible artimaña de fabricantes sin piedad, que no te deja tiempo suficiente para cogerle cariño a tus cosas y así deshacerte de ellas sin miramientos, incluso con la ilusión de dar entrada a algo nuevo en tu vida, aunque sea un cepillo de dientes. Así que enfilé al centro comercial más cercano, confiando en que tendrían más variedad que un pequeño comercio, y qué puñetas, porque tienen mejores precios y, sobre todas las cosas, me dejan devolver lo que compro sin problemas ni preguntas, y el arrepentimiento es un valor en alza que pronto cotizará en bolsa, como las acciones de Bankia.
A lo que iba, que me enrollo sin querer. Me acerco al estante de los cepillos y allí estaban todos, tan bien colocados en sus cajitas, que parecían los soldados de siam. Elijo marca, por ir descartando, y me pongo a investigar las características técnicas de los cepillos, sin perder de vista los precios, que eso ayuda mucho a decidirse, y conforme voy leyendo se me empiezan a arquear las cejas por efecto del alucine que me entra al leer los nombres de los cepillos. Dí dos pasos atrás pensando que me había equivocado de estante y que, por mucho que aquellos palitos de colores parecieran cepillos de dientes, eran, en realidad, merchandising star wars. Pero no, allí lo ponía bien claro, "cepillos de dientes eléctricos". Pero vamos a ver, no es posible que un cepillo de dientes se llame Trizone, que parece que te va a ocupar tres paredes del cuarto de baño, o que se llame Oxyjet, como si fuese una máquina de oxígeno voladora, o, ya esto es el colmo, Cross Action con conectividad bluetooth, ¿Eso para qué es?, que parece que pones el bluetooth en el móvil y le lavas los dientes a tus contactos. Desconcertada me pasé al estante de las aspiradoras, por ver si encontraba un poco de cordura en estos extraños bautizos. Ohhhh noooo, fue aún peor, Megane 3G Eco Turbo, Civic 2500, Exeo 2500, Yaris 2500. Vamos, que sólo  les faltaba poner si eran diesel o gasolina. A esto que se acerca un señorito muy mono, que me dice ¿puedo ayudarle señora? Pues sí, le dije, ¿tú cómo te llamas? José Manuel, me dijo. Le solté una carcajada y le dije mientras me marchaba, ¡anda ya!.

domingo, 7 de febrero de 2016

Invierno azul

No se si es este cálido  invierno, o si el insólito panorama político, hacen que constantemente evoque aquel verano azul, tan español. Recuerdo a sus personajes como me da la gana. Quiero decir con esto que cualquier parecido con la serie, quizás,  sea pura casualidad, pero como son mis recuerdos... Ese bonito pueblo andaluz, con esa paradisíaca playa, donde figuraban empadronados Chanquete, el pescador jubilado, y Julia, la pintora moderna, que vivían plácidamente, alejados del mundanal ruido, hasta que, de repente, (aunque esto se veía venir), aterrizan en el pueblo una panda de pijillos urbanitas, dispuestos  a enseñarles a aquellos catetos pueblerinos lo que vale un peine. Venían a comerse el mundo, pero sólo  alguno se comió  una rosca y con mucho trabajo. Qué verano más largo, por dios, bicicleta para arriba, bicicleta para abajo, amores y desamores, el piraña devorando helados, el pequeño Tito chivándose de todo, y el pobre Pancho, más negro que un tizón haciendo eso, de pobre, marcando la diferencia y tratando de demostrar que es posible la amistad entre ricos y pobres. Chanquete acabó muriendo. Creo que le dio un infarto. Pero eso fue después de que, por culpa de la cláusula suelo, intentaran quitarle su barco-casa. Suerte que los pijillos, capitaneados por Pancho, que era del pueblo, hicieron de pioneros de la plataforma stop desahucios, y abortaron la operación. De paso se montaron un par de escraches por el pueblecito, poniendo a todo el mundo de rebomba, como si se hubiera adelantado la feria real. En fin, mira, llegó un momento en que yo ya deseaba que empezara el cole y se acabara el verano, el verano azul, el rojo, el morado y el naranja. Y así estoy ahora otra vez, quién me lo iba a decir, que sueño con los exámenes, el recreo y las cartillas Rubio. Esto no es normal, de verdad.

sábado, 23 de enero de 2016

Encuentros en la tercera fase

El congreso parece una reunión de la comunidad de vecinos eligiendo el color de los toldos, con todos los componentes típicos de estas reuniones, la vecina rabalera, el vecino siniestro, el presidente autonombrado, el moroso y la que boicotea siempre la unanimidad y va buscando peleas por los rellanos. Por su parte, el senado, como siempre, es el casino mercantil de cualquier pueblo, donde van los jubilados que viven de las rentas a echar sus partidas de dominó, ajenos al mundo real y convencidos de que se merecen su pingüe situación. Qué panorama más chungo.
Recuerdo a una señora de mi pueblo, a la que por cierto llevo mucho tiempo sin ver, que una vez, comentando cosas de su barrio, me dice: yo me voy todas las tardes a andar un rato, mientras mi marido se queda en la moncloa. Al preguntarle qué era eso de la moncloa, me explica que es el parque que hay en su barrio, donde se reúnen todos los viejos a arreglar el mundo. Qué ingenioso. El nombre le venía que ni pintado a esa peña sin local, que se reúnen frecuentemente para hablar de los problemas del mundo y no resolver absolutamente nada. Visto así, no hay plaza que se precie que no tenga su propia moncloa, como un comité de sabios, víctimas de la crisis (de valores) que los coloca en el olvido y la indiferencia.
Y a pesar de las semejanzas que podríamos encontrar con la Gran Moncloa, existen un montón de diferencias: la moncloa de mi pueblo está al aire libre y nadie se queda allí a vivir. Sus  asientos son duros y sin espaldar y los tienes que compartir con otras personas y además, si te distraes, pierdes el sitio. Las pensiones de una y otra moncloa varían por un par de ceros nada más, y nada menos. En la pequeña moncloa la entrada es libre, no precisas invitación. No hay protocolos, ni turnos para hablar. Cada uno dice lo que le da la gana, cuando le da la gana, y los demás replican o pasan completamente del orador. No hay móviles ni tablets que te distraigan de lo que realmente importa, intercambiar opiniones a destajo, sin miedo porque no hay nada que les pueda empeorar su situación, ni sus opiniones empeoran la situación de nadie. Y cuando terminan las sesiones, nadie espera a su coche oficial, cogen su bastón y para casa a ver el telediario para enterarse de los problemas del mundo y comentarlos mañana en la sesión ordinaria. Nadie echa a los inquilinos de las pequeñas moncloas. Se van un día y, a veces, nunca vuelven. 
Qué absurdo, ¿no? La Gran Moncloa digo.

viernes, 15 de enero de 2016

Margaritas y Manolitos

Margaritas y Manolitos son dos tipos de personas, fáciles de encontrar y con los que conviene usar guantes y mascarillas, ya que son muy abrasivos.
Las margaritas son florecillas silvestres, aparentemente inofensivas, pero dotadas de un potente elixir tóxico que siempre se les escapa inoportunamente provocándoles un suicidio involuntario. Su muerte, como su vida, no deja de sorprender por el nivel de absurdo que llegan a adquirir. Son muy capaces de defender, con desmedida vehemencia, opiniones adquiridas en los foros a los que se hacen pertenecer (más por indumentaria que por una ideología propia y clara), despreciando cualquier postura contraria, a la que no dudan en calificar de idea asesina mundial. Casi ná. Las margaritas son maquiavélicas de campo que se entrenan en el llanto,  al que consideran el mejor método de lucha contra los imaginarios contrincantes, a los que ganan en desdichas de las que somos responsables el resto de la humanidad. Nada reporta mejores resultados que ir llorando por las esquinas. El fin justifica los medios. Son perdedoras natas que siempre apuestan por jamelgos.
Y luego tenemos a los manolitos, esos seres dotados de un halo imaginario que les hace parecer incluso bien parecidos. Ganadores por excelencia que siempre apuestan en carreras de único corredor. Siempre al lado del poder como un pequeño Nicolás invisible que, a veces, se transforma en broche con forma de serpiente para poder lucir, con relativa discreción, en las solapas de cualquier superioridad. Los manolitos son taimados. Obtiene su conocimiento con la destreza del más hábil piojo chupasangres, chupatintas, chupaculos. Aislados y aislantes, no quieren a nadie a su lado porque saben que un alambre les hace sombra. Inseguros pero arriesgados. Cuando no les sale bien la jugada escurren el bulto y hacen mutis por el foro hasta que pasa la tormenta.
Se recomienda usar con precaución. En caso de intoxicación, acuda a urgencias.

domingo, 10 de enero de 2016

Quejas contra la risa

Me cansa oír esa risa polifacética que siempre suena de fondo, cuando pega y cuando no pega.
Esa risa que sucede con inmediata precisión a todas las ocurrencias, tengan o no tengan gracia.
Esa risa que se mete en todas las conversaciones, sobre todo en las ajenas, poniendo en evidencia el verdadero sentido de las frases.
Esa risa que no entiende la ironía y la convierte en chistes baratos.
Esa risa sin ganas, forzada, que pretende ser colaborador necesario.
Esa risa que a pesar de ser falsa, acaba convirtiéndose en auténtica, pesadilla.
Esa risa nasal, sucedáneo de ronquido, tan practicada, tan poco espontánea, tan estridente en el silencio, y siempre,  siempre,  tan inoportuna.
¿La oyes?