Las tres cuartas partes de mi actividad son mentales. Pienso que paso demasiado tiempo pensando. Pienso que tengo que pensar menos y hacer más. Pienso que pensar tiene su tiempo, y lo tengo que encontrar.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Navidad, Navidad, salada Navidad.

Lo de salada Navidad es porque yo soy más de jamón y embutidos variados que de turrones. No es la navidad una de mis temporadas favoritas. ¿Qué por qué? Porque la relaciono con el frío y con los peces en el río, con estruendo de panderetas y zambombas, con el  gorrito rojo con el ribete blanco. Y, para lo poco que veo la tele, no hacen más que poner películas ñoñas de Santa Claus, paseando en su trineo de ciervos con cascabeles que hacen música de campanitas, resolviendo desgracias y desamores, en un mundo de calles llenas de luces y tiendas, donde hay mucha gente comprando a destajo, con mucha prisa y cenando a las seis de la tarde (las cosas de los guiris), y que siempre terminan muy muy bien, con un final más que perfecto, eso sí, gracias a la magia navideña de Santa Claus. La vida misma. De todas formas me lo tomo con deportividad y me quedo con lo bueno, que también de esto hay. Me encantan las comidas familiares, esas que te pasas todo el día cocinando y poniendo la mesa bien bonita, y luego llegan los comensales, se lo trincan todo en dos coma tres y se van corriendo. Me cago en la leche. Perdón, es que acaba de venirme a la mente esa cocina llena de platos y esa bolsa de basura hasta las trancas de cabezas de gambas. Y eso no  es lo peor. Lo peor viene después, cuando tras cocinar para el triple de personas que venían a cenar, te pasas comiendo las mismas sobras los tres días siguientes. ¿Y qué me dices de la ilusión de la lotería?, si, ya lo sé, que está muy bien pero dura muy poco, justo lo que tarda en salir el gordo y comprobar que este año tampoco te ha tocado. Pero, hasta ese momento, has acabado con el hambre mundial, le has quitado las trampas a toda tu familia y te has comprado una cantidad ingente de tonterías que ni siquiera sabes qué hacer con ellas. ¿Sabes qué? que casi mejor que no te toque la lotería, mejor que le toque a Santa Claus, a ver si cambia los ciervos por un seat ibiza y se da un corte de pelo y de barba, que está más visto que el belén de mi casa, que creo que es de mi edad más o menos. Por fin termina el 2013, que yo soy tela de supersticiosa y he estado todo el año acojonada, esperando los males del trece. Bueno, aún sigo con los dedos cruzados, que nunca se sabe. Y es que después de ver el anuncio de la lotería de este año, se me han puesto los pelos de punta y me ha dado por pensar que es la imagen viva de lo horrible, una premonición de algo horroroso. Bah, qué tontería. Igual me entra el susto que me lo quito intentando razonar. Hasta que mi madre aparece poniendo una cara rara y moviendo la mano como en la canción de cinco lobitos tiene la loba y diciendo, lalalalalá la la la, y  me entra el susto otra vez. Que le ha hecho gracia a la buena mujer lo de Raphael y anda todo el dia imitándolo. Estoy por congelarla y ponerla  en el belén, al menos hasta que se le olvide la sintonía, al lado de las ovejas y los patos. Cumpliendo con la tradición navideña de felicitar las fiestas, aprovecho este momento para hacerlo y para desearle a quien lea esto, un feliz año nuevo. A ver si es posible que podamos vivir en paz y armonía, hombre ya.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Arquitectura versus arquiternura

Hace mucho tiempo que tenía la necesidad de hacer algún cambio en mi casa. Algo no encajaba y tenía que solucionarlo, pero nunca encontraba el momento. Mi vivienda es un piso normal y, como tal, tiene los problemas normales de los pisos normales, es decir, los dormitorios dispuestos para que todos los vecinos durmamos cabeza con cabeza. Esto lo solucioné rápido, colocando armarios en lugar de cabeceros, pero perdí los enchufes e interruptores dispuestos para la colocación de las mesillas de noche, que han quedado tapados y anulados por los armarios. Desde aquí hago un llamamiento a los decanos y decanas, si hay alguna, de las facultades de arquitectura y similares, para que hagan el favor de dejar claro, en todas y cada una de sus asignaturas, que si alguien quiere dormir con su vecino, se instala en su casa y se deja de historias virtuales con tabique de por medio.  El otro problema que no solucioné en su momento y que me daba quebraderos de cabeza era el salón. Aquí, el lince que diseñó la vivienda decidió poner los enchufes de televisión y teléfono en la pared menos indicada, con lo que tuve que forzar la disposición de los muebles para que todo encajara, y la cosa no quedó bien, no me resultaba cómoda, así que no hacía más que darle vueltas y vueltas hasta que hace poco me decidí. Es importante sentirte a gusto en tu casa.
Llevo aproximadamente un mes re-decorando mi casa conforme a un plan previamente fijado, cerrado y sellado, que ha ido diluyéndose y cambiando de color conforme pasaban las horas. Para eso parece que son los planes, para huir de ellos y llegar a la conclusión de que la vida, con sus misterios, produce cambios en los planes de decoración y no hay ningún estudio científico sobre esto. Llamaré a Punset. Ahora tengo claro que en la enseñanza obligatoria hay que incluir el bricolaje. Esto aseguraría más larga vida a tus planes, a esos que llevas varios meses diseñando con ilusión y cuentas matemáticas para que todo cuadre. Así se evitaría tener que escuchar las opiniones de pintores, electricistas... que, en toda tu cara y sin ningún miramiento te dicen que ese color de pared es raro y no quedará bien, o que para qué quieres una conexión de televisión en tal sitio, o qué más da que la lámpara esté aquí o allí, pero vaya, que a ellos les da igual, que cada uno ponga las cosas donde quiera, que ellos no se meten en eso. Pues menos mal. Y tú, después de escuchar opiniones no solicitadas, te quedas con cara de poker, y con cierta vergüenza absurda les dejas claro que eso es lo que quieres, mientras piensas que no los vas a llamar más y que habría que ver sus casas, a ver si de verdad tienen el gusto del que presumen. Lo que hay que aguantar y encima pagando, con lo que me cabrea a mí eso, porque es descubrir que el poderoso don dinero ni siquiera te convierte en la reina de la chapuza casera. No se dónde vamos a llegar. Por suerte en mi familia, como en toda familia que se precie, tenemos un Macgyver que además de dominar las más variadas técnicas del bricolaje, realiza sus trabajos con total precisión y sin darte su opinión, salvo que se la pidas. Gracias a él me he evitado llamar al servicio de bricolaje del seguro del hogar, del que no me fío ni un pelo. Según el clausulado de la póliza tienes tres horas gratis de bricolaje, pero... me da a mí, que el operario se pasaría las tres horas buscando herramientas y, lo peor de todo, opinando si mejor aquí, mejor allí. Me quedaré con la duda, pero no creo que pierda el sueño. Antes tenía un piso, ahora tengo un hogar. Ya sabes, la arquitectura para la estructura y la arquiternura para los interiores.

sábado, 26 de octubre de 2013

El cambio de hora

Ya me están temblando las piernas. Esta noche se cambia la hora. Ese terrible evento que ocurre dos veces al año me tiene totalmente traumatizada. Tengo una amiga a la que no hay cosa que la entretenga más que un cambio horario. En realidad creo que de no ser por ella no me enteraría siquiera de que esto ocurre, hasta que alguien me llamara la atención por llegar una hora antes o una hora después a cualquier sitio y entonces yo miraría mi reloj y diría: no, es la hora a la que tenía que venir, y la otra persona me diría: no, la hora cambió ayer. Ah, vale, no me había enterado, pues nada, pongo el reloj en hora y ya está. Bueno, en realidad eso era antes porque ahora basta con mirar la hora del móvil, que se actualiza solo, y llevarte la sorpresa de descubrir que la hora ha cambiado sin previo aviso. Avances de la técnica podríamos decir. Pero, volviendo a mi amiga, en cuanto oye en la tele el cambio de hora, le entra un cosquilleo por el cuerpo que se le nota en la cara y busca interlocutor para explicarle que, en esta ocasión, el cambio consiste en que se atrasa una hora y, por tanto ¡tienes una hora más! y te lo explica como si fuese algo milagroso, algo que nunca antes ocurrió, algo asombroso que te va a cambiar la vida. Y no tiene bastante con esto que, a lo largo del día, cuando se acuerda supongo, mira su reloj y repite: "a las tres se ponen las dos, y así duermes una hora más". Ahora son las cuatro de la tarde y ya me lo ha dicho unas tres veces. O sea, de aquí a la noche caen fijo otras tantas. Y ya, cuando has cambiado los diez relojes que tienes por cajones y estanterías, y el cambio horario se ha producido oficialmente, aún me quedan un par de días escuchando: "ves, ahora son las tres, pero ayer serían las cuatro. Es que hemos ganado una hora". Y luego viene lo de que "fíjate, ahora amanece antes y anochece antes. Para que veas". Esto ocurre tan seguro como el cambio horario. Ya he oído varias veces comentar lo de "los trastornos que produce el cambio de hora", lo que me hace pensar que nos hemos vuelto tan tiquismiquis que nos afectan cosas tan absurdas como el cambio horario, el fin de las vacaciones, la brisa marina, ... Incluso daban hoy en la televisión un programa sobre "trucos para sobrellevar el cambio de hora" . Me he distraído y no he podido ver esos trucos, así que me quedo sin saber si habría alguno apropiado para mí. Total, que otro año más sufriendo el cambio horario a pelo. Uf qué tarde se me está haciendo. Suerte que mañana voy a tener una hora más. ¿He dicho yo eso? Ay, que todo lo malo se pega.

martes, 17 de septiembre de 2013

Correr es de cobardes

Hasta hace poco mi relación con el deporte ha sido como de amantes de poca calidad. Algún encuentro fugaz, sin compromisos ni complicaciones, sin pensar en el mañana. Un aquí te pillo, aquí te mato y adiós muy buenas. Pero hace unos meses me vi en la necesidad de ponerme en forma, por recomendación médica y porque ya iba siendo hora, digo yo. Hasta hoy he conseguido superar con éxito el irrefrenable impulso de comprar todos los artilugios de hacer gimnasia del Decathlon. Mi trabajo me ha costado. Por suerte, me conozco como si me hubiera parido y por eso me pongo las mejores trampas anti-debilidades, por ejemplo no ir a tiendas de deporte y, si no queda más remedio, ir sin cartera, ni tarjeta, ni siquiera con el carnet de identidad, no vaya a ser que éste sea suficiente para hacer una compra financiada. Oye, que el marketing comercial es cada vez más agresivo y nada más entrar en la tienda te notan en la cara que eres de esas personas convencidas de que si no haces gimnasia con un aparato, artilugio o máquina deportiva, o no vas con la equipación completa y adecuada para cada ejercicio, mejor es dejarlo, no empezar siquiera. Las cosas o se hacen bien o no se hacen ¿qué es eso de probar esto, probar lo otro....? ni que el deporte fuese una cata de vinos. Superadas, como digo, mis debilidades y poniendo en práctica mi método de la atenta observación de la realidad, compruebo que lo único que necesitas para hacer deporte son las ganas, justo lo que menos tenía y encima sin posibilidad de comprarlas por internet, (todo se andará). Y un día, como todo en la vida, empecé a hacer ejercicio. Camino cada día que puedo por esas avenidas kilométricas llenas de gente, andando y andando sin parar, que lo piensas y te dan ganas de reír porque parece que nos han dado cuerda a todos y ahí vamos, para arriba y para abajo, hasta que se acaben las pilas. Y después del trabajo que me costó decidirme, me puse a pensar en los aspectos positivos del deporte, sobre todo para no venirme abajo y dejarlo, que me conozco, y a tratar de entender de qué iba esto del deporte. Lo primero fue admitir que esto de andar o correr, ¡eso no es deporte! ¿Hay un balón? No. Pues entonces eso ni es deporte ni nada, eso, como mucho, es ejercicio, vamos a dejar las cosas claras. Vas a venir tú ahora, después del largo letargo sedentario a vacilar diciendo que haces deporte, ¿pero tú de que vas, pringada? Y otra cosa, hasta que no le hayas gastado la suela a cuatro pares de zapatillas, mejor que no digas que haces ejercicio. Pasado este tiempo de rodaje, yo creo que ya si puedo decir, por lo menos, que hago ejercicio, aunque tengo que advertir que mis zapatillas son tan buenas que dudo mucho que se me gasten ni haciendo tres maratones. Siguiendo con los aspectos positivos del ejercicio, me dicen que mejora mucho la circulación. Debe ser la de las piernas, porque la calle está de bote en bote y cuesta caminar. Ah, sí, la circulación de las piernas, pero, vaya, que mis varices son como tatuajes, esas no te las quitas ni subiendo a Sierra Gorda (si existiera todavía), esas son para mí para siempre. No me importa, ya les tengo cariño. Un día les pongo hasta nombre. Y eso de.... si quieres adelgazar, haz ejercicio. Bueno, eso es una mentira como un camión de grande. Vete fijando en la avenida del colesterol y comprueba que hay gente de todos los tipos. Obsérvalos a diario y ya verás como esto de andar es una auténtica gimnasia de mantenimiento: las personas gordas siguen gordas y las delgadas ni engordan ni nada. Uy, uy, que me estoy rajando. Al final voy a tener que ir a comprar alguna camiseta, calcetines, muñequera o algo para incentivarme. Lo estoy viendo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿somos o somos?

Somo's'omos es el título de una canción que me gusta mucho y que al final colgaré para quien la quiera escuchar. Habla de contradicciones. La vida misma. Porque yo ya no sé si estamos locos o de cachondeo. Hace unos días me llamó la atención un chico que hacía deporte con unos auriculares tan grandes como su cabeza. Pensé que quizás estaría cumpliendo una promesa o preparándose para unas olimpiadas, o tal vez unas ensuciadas de esas que nos pone la tele de vez en cuando bajo el título genérico de reality show. O.... quién sabe, lo mismo era una escayola ultra moderna que le habían puesto tras fracturarse una oreja. Pero no. Nada de esto. Al poco tiempo empecé a ver toda una hilera de estos hermosos (por el tamaño, no por bonitos) artilugios de colores y esto me vino a confirmar que habían vuelto a ponerse de moda esos cascos de cuando yo era adolescente. Qué tiempos aquellos, los del casete y el vinilo, ¡oh! ese Bob Marley chunta chunta en toda la oreja. De ahí pasaron muchos directamente al sonotone, otros tuvimos más suerte y aún conservamos algo de oído, aunque no el suficiente para cantar ni en la ducha, pero total, para lo que hay que oír. ¿Y ahora qué hago yo con mi mp4 con sus pequeños auriculares? Me da vergüenza sacarlos en público, parezco de Atapuerca, aunque, justo eso es lo que a mí me parece el personal de los cascos. Antes no teníamos otra alternativa, pero.. ahora, con lo monos y cómodos que resultan estos pequeños altavoces, ¿para qué demonios tengo yo que ir cargando con ese armatoste?. Tendría que cambiar mi magnífica colección de bolsos para poderlos portar. Van a conseguir que deje de oir música. Y eso no es todo. ¿Qué pasa con los móviles y similares? Pues tres cuartas de lo mismo. Hemos pasado de buscar el móvil más pequeño y ligero, al "móvil grande, ande o no ande". Esto quizás tenga algo más de sentido, teniendo en cuenta que estamos perdiendo la vista a pasos agigantados, con tanto escudriñar en esas pequeñas pantallas que lucen toda nuestra vida y milagros. Así que quizás es hasta recomendable optar por algunas pulgadas más. Pero, en cualquier caso, ¿qué nos pasa? a ver si nos aclaramos porque, en serio, parecemos marionetas teledirigidas por un poder oculto que nos hace desdecirnos y abjurar de nosotros mismos en lo que duran un par de anuncios con gancho. Me da a mí que en algún sitio debe haber alguien partiéndose de risa al vernos ir y venir de un lado a otro del escenario, sin conocer siquiera el guión. ¿Somos....o somos?

http://www.youtube.com/watch?v=Z0i9eDOGN5I

domingo, 25 de agosto de 2013

Las gracias que no tienen gracia

Una mañana estupenda para pasarla en la playa. Alguna que otra nube que te permite soportar el calor al tiempo que te achicharras sin darte ni cuenta, porque la leve brisa alivia la quemazón y hace que aguantes ahí tumbada, vuelta y vuelta, como los pollos del asador. Quiero con todo este rollo decir que estaba en la playa y se estaba de puta madre. A mí me pasa como a las muñecas, me tumbo y se me cierran los ojos, así que, al no ver nada, tengo que imaginarlo todo según lo que oigo, y voy poniendo caras y gestos a los sonidos. De vez en cuando abro los ojos para ver si mi imaginación tiene algo en común con la realidad, o si, por ver tanta película americana, resulta que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. Esto es entretenido, la verdad. Esta mañana, una de las veces que he abierto los ojos veo cómo se instalaba una troupe compuesta de hombre, mujer y niña adolescente. Llegaron aprisa, como si estuviera a punto de empezar la función. Ya ves, la playa va a seguir allí cuando se larguen y al día siguiente y al otro, y al otro..... El hombre empezó a clavar la sombrilla con la misma prisa con la que había llegado y siguió con las sillas en las que, inmediatamente, se instalaron la mujer y la adolescente. Ya convencidos de que el sitio era suyo y nadie se lo iba a quitar, el hombre, mira hacia un lado y hacia otro para comprobar qué tipo de personal linda con su parcela de arena, y claro, teniendo en cuenta que a primera vista la categoría te la da la ropa y aquí estamos todos medio en pelotas, no aprecias si eres más o menos que los demás. Eso le debió dar seguridad en sí mismo y se acercó a la orilla, con los brazos en jarra, como si portara dos bombonas de butano en cada uno, pretendiendo, supongo, realzar su figura, aunque sólo consiguió que pareciera que tenía golondrinos en las axilas, ya que era aire lo que había entre sus brazos y el tronco, y no músculo. Cuando comprobó que el agua estaba a una temperatura que no le iba a dejar en ridículo por la impresión, se metió hasta el cuello. Hecho esto, el espíritu bucanero se apoderó de él y alzando los brazos y gritando llamaba a la mujer y a la adolescente para que vieran su hazaña. Éstas le sonreían como si estuviesen contemplando a Poseidón ofreciendo mares en calma de forma gratuita para todos. Tengo que reconocer que yo estaba "la mar" de entretenida con todo esto, hasta el punto que me incorporé para que no se me cerraran los ojos y verlo todo tal cual era, sin tener que imaginármelo, porque aquello, la verdad, no tenía desperdicio. A todo esto nuestro hombre decide dejar de hacer la sirenita y sale del mar, y dirigiéndose a toda la audiencia, o sea, en voz muy alta, le dice a la mujer y a la adolescente "está el agua caliente, alguien se ha dejado el termo encendido". Menudo nivel humorístico, pensé. ¡Venga, al agua! les dijo a la mujer y a la adolescente. Ésta última hizo caso, se levantó y se metió en el agua. La mujer se lo pensó algo más y él convenciéndola hasta que, quizás por no seguir oyéndolo, la mujer se levanta y se dirige al mar. En sus ojos se adivinaba que su intención era suicidarse allí mismo, pero no, sólo era mi imaginación. Al ponerse en pié la mujer, el hombre le mira el culo y le dice ¡anda, que estás más blanca....! Aún no lo entiendo porque justo en el culo llevaba una braga oscura. Otra gracia del gracioso. Pasé del tema. Me volví a tumbar y se me cerraron los ojos. Esto ocurre automáticamente. Al rato, vuelvo a incorporarme y veo al capitán Nemo saliendo de nuevo del mar y dice "que el agua está caliente, alguien se ha dejado el termo encendido". No me lo puedo creer, ¿otra vez? ¿es el único chiste que se sabe? Como lo diga por tercera vez le echo arena en los ojos. Pero no, no era el único chiste, sólo que el resto de gracias las decía bajito porque su diana era la mujer que estaba tomando el sol justo al lado de ellos y además, todo el que pasaba por allí. Lo sé porque la mujer y la adolescente, que tenían la misma poca gracia que su ídolo, miraban descaradamente a la mujer y le reían las gracias al salmón caducado, que no dejaba títere con cabeza. Al cabo de unos minutos, la mujer diana recogió sus cosas y se fue. Al cabo de otros minutos, recogí mis cosas y me fui. ¡Para tí la playa, boquerón!

sábado, 6 de julio de 2013

Lo que tiene una cerveza sin tapa.

¿Cómo va el sábado? Yo estoy en la gloria, y no me he muerto todavía. Tengo que decir que he madrugado bastante, como es costumbre en mí, y a estas horas he hecho una cantidad de cosas que si las repaso me da hasta vértigo. Es lo que tiene empezar el día bien pronto, casi con el sol, como si fuese el último sábado que tienes por delante, como si lo que no hagas hoy ya no lo pudieras hacer nunca. Bueno, vale, estoy exagerando un poco. La verdad es que madrugo sin querer, porque mi cuerpo está habituado a madrugar para ir a trabajar y no me da tiempo a hacerme un formateo en lo poco que dura el fin de semana, así que mantengo la costumbre biológica de acostarme pronto y levantarme temprano. Y ya que no me quedan pilas para aprovechar la magia de las noches locas, trato de aprovechar las ventajas de los cálidos amaneceres. Como diría Les Luthiers: un ritmo alocado, paradójicamente a cargo de las cuerdas. (Advertencia: la palabra paradójicamente no está en el diccionario de la Real Academia Española, pero como he puesto una frase literal la escribo tal como la dijeron Les Luthiers). Por cierto que los vi en directo hace ya varios años y me desencantaron porque  contaban las mismas historias de cuando yo era estudiante y me partía de risa con sus ocurrencias. No sé si es que cuando me reía me hacían gracia de verdad o era el efecto de los cubatas de garrafón que nos metíamos entre pecho y espalda, o tal vez es que la edad me ha hecho más seria. Aunque no lo creo porque las arrugas de mi cara se corresponden exactamente con los pliegues que me salen cuando me río. Y han ido cogiendo terreno hasta conseguir autorización para empadronarse en mi fisonomía. A estas alturas tienen ya hasta el usufructo de mi cara que, como la de cualquiera, es el espejo de mi alma. De lo que se me ha instalado en el resto del cuerpo hablaremos otro día, porque una cerveza, sin tapa, no da para más. Ese tema requiere ya un par de whiskys, por lo menos.

miércoles, 26 de junio de 2013

El guardián entre el cemento

Ahí está, agazapado, en su frondosa terraza, fumando un pitillo y vigilando la entrada para que no se le escape ni una.Es la mayor base de datos que nadie pueda imaginar aunque de un reducido mundo. Es el Wikiladrillo. Sabe con quién entras, con quién sales, dónde trabajas, con quién vives, quién te visita y a qué horas, si sales andando o en coche, si tienes el ADSL con Movistar, Orange o Vodafone, si los muebles lo has comprado en Ikea o en Muebles Peralta, las obras que haces en tu vivienda y hasta las plantas que tienes en tu terraza.
En toda comunidad que se precie existe uno. Es el guardián del bloque, el celoso protector de lo común, el que vela porque no se rompa la estética del edificio y todo guarde su perfecto orden para que la vida en comunidad sea ejemplar, al menos para él. Está siempre de guardia, vigilante. Lo encuentras en el portal, en el rellano, en la azotea. No hay rincón que no conozca y no tenga inspeccionado con una diligente periodicidad. Sabe todo lo que se cuece fuera y dentro de las puertas, porque él investiga, no se conforma con los indicios y profundiza en todas las cuestiones que considera necesarias para salvaguardar la seguridad del edificio. Presidente vitalicio y honorífico, por la gracia de su madre. Perro del hortelano. Usado por el resto de vecinos para las tareas ingratas, ya que siempre está de guardia y dispuesto para actuar. Cada año, se auto-reelige mano derecha y se pega como una lapa a quien en turno le haya tocado la presidencia, para vigilar que cumpla su cargo adecuadamente,  porque él es quién más sabe de todo y de todos, el que mejor contrata los servicios de la comunidad, el que nunca se equivoca. Él decide el orden del día de cada reunión y recaba los apoyos necesarios para que sus propuestas salgan adelante. Es el organizador de las fiestas comunales. En sueños aspira a controlar los bloques de los alrededores, todos los que su vista alcanza y que ya conoce bien, porque no hay nada mejor que una jubilación para poder dedicarse en exclusiva y hasta que el cuerpo aguante a lo que a uno le gusta de verdad, el poder del cotilleo des-comunal.

martes, 18 de junio de 2013

El realismo del sur, o el sur-realismo

Sábado por la mañana. Desayuno sin diamantes y enfilamos para el museo a ver al genio del surrealismo. A pesar de llevar las entradas preparadas para evitar colas, gracias a la advertencia de una buena persona, no como la taquillera del tren, no pudimos librarnos de una extensa pandilla con cicerone que nos acompañó todo el recorrido, obligándonos a esperar que vieran cada cuadro, con su respectiva explicación y despejaran la zona dejando espacio al resto de personal que vagábamos salvajes por las salas, observando las pinturas en bruto, sin explicación ni leyendas inventadas. A mí me gusta más así. En el fondo lo mío es el impresionismo. Me quedo con las impresiones de las cosas, o me gustan o no me gustan y no necesito que nadie me diga si un cuadro es bueno o no, yo tengo mi propio criterio. Pero con esto de las pinturas siempre te llevas alguna sorpresa. Acostumbrada a ver los cuadros en libros o pantallas, cuando por fin los tienes delante, la cosa cambia. Por ejemplo, el cuadro de los relojes derretidos no es más grande que una cuartilla. Eso me decepcionó, pero no empañó la visita que resultó verdaderamente interesante. Tan alucinante como los cuadros nos resultaron sus títulos, con los que fuimos pasando del asombro de "Niño geopolítico contemplando el nacimiento del hombre nuevo" a la sonrisa de "Construcción blanda con judías hervidas", terminando con la risa desternillante de "Rostro del gran masturbador". No es por nada, pero el dueño de "Autorretrato con cuello rafaelesco", está claro que era un cachondo, que se ha reído hasta de su sombra. La "carne de gallina inaugural" se nos puso más de una vez ante esos tremendos puzles llenos de detalles, como una particular rue del percebe 13, en el que siempre aparecía de fondo "El espectro del sex-appeal". Ole Dalí.


domingo, 16 de junio de 2013

12 más 8 son 20 y tira pá Madrid

Viernes,  ocho de la tarde,  ojeras XXL y el fin de semana que acaba de arrancar.  Llegamos con tiempo de sobra a la estacion. En realidad, llegamos con tanto tiempo que hay dos trenes antes que el nuestro, que van a Madrid. Una de las viajeras que me acompaña aprovecha para comprar un lápiz de labios y se deja engatusar por la vendedora que le muestra solícita todas las ofertas del establecimiento,  y mi amiga,  que es de monedero rápido,  se hace con un surtido. Finalmente decidimos bajar al andén. Pasamos el equipaje por el detector curioso mientras le hago un gesto al vigilante para que me diga si debo pasar también el libro y los papeles que llevo en la mano.  Me dice que no y yo le sonrío pensando ¿por qué este hombre está tan seguro que no porto armas letales en este pedazo de libro?  ¿Tengo cara de persona formal,  o quizás mi tamaño impide imaginarme como una loca peligrosa?  Bueno,  como quiera que sea,  el "segurata" me deja pasar y nos acercamos a la ventanilla donde cuatro personas hablan sonrientes de sus cosas. Una de ellas,  una chica de color,  nos coge el billete y nos dice : vía 2,  vagón 12.  ¿Qué cree que no sabemos leer?  ¿O acaso es que los billetes de tren te ponen un vagón al azar que luego te tienen que confirmar?  ¡Jo qué cosas!. Ya que nos retirábamos de la ventanilla tras el absurdo aviso,  la chica creo que también pensó en su absurdo comentario,  (que ya sé que es cortesía de la casa y un intento de evitar que las personas despistadas acaben montándose en un tren que no les corresponde), y decidió obsequiarnos con algo más útil y nos dijo con voz decidida y tono sentenciador: "su vagón caerá donde haya un 8 pintado en el suelo".  Le dimos las gracias y bajamos a la vía. A decir verdad ya me mosqueó que el número 8 estuviera más cerca de mi casa que de la taquilla de control,  pero,  en fin,  no era plan de estar relatando todo el día.  Estaba cansada y no tenía ganas de pensar. Pasaron dos trenes y por fin anuncian el nuestro.  Por increíble que parezca el vagón 12,  el nuestro,  fue a parar justo donde estaba el 8 pintado en el suelo.  ¡Guau!,  no veas qué control tienen la chica de la ventanilla y el conductor del tren,  que parece que se han puesto de acuerdo.  Seguro que están liados.  O a lo mejor se trata de una circular interna que obliga a que el vagón 12 pare donde haya un 8 pintado en el suelo. En fin,  vete tú a saber cómo funcionan en esta empresa.  Pasajeros al tren.  Justo antes de subirme,  miro hacia el final del tren sin conseguir verlo entero ya que tenía una longitud exagerada, y observo a un revisor o "azafato" o lo que sea,  corriendo como las balas, desde allá lejos hacia donde estábamos montándonos,  agitando vigorosamente la mano en señal de rotunda negativa de algo.  Esto, visto así,  en cuestión de segundos,  te da hasta un poco de susto porque es como verte venir encima a un potro desbocado.  Pensé saltar de inmediato dentro del tren y librarme del peligroso corredor,  pero no me dio tiempo,  el hombre empezó a gritar ¡que el tren está fuera de servicio,  ¿es qué no lo ven?!  ¡Tienen que ir al tren que está situado a continuación de éste! Y todo esto lo decía ese señor con un elevado grado de enfado,  como si el mundo estuviera lleno de tontos y le había tocado a él encontrárselos a todos juntos, esa misma tarde,  en ese mismo sitio.  Total que el andén se convirtió en una improvisada San Silvestre. Corrimos hacia el invisible final del tren,  dándose la circunstancia de que el vagón 12,  ahora era el último de esa interminable hilera de vagones y,  por supuesto,  no había ningún 8 pintado en el suelo.  De hecho,  si llega a haber un número pintado en el suelo habría sido el 350 por lo menos.  Lo digo por el largo trayecto que tuvimos de recorrer.
Vuelvo dentro de dos días y cuando eso ocurra, lo primero que haré será dirigirme a la ventanilla de control de billetes, y más le vale a la chica de las cábalas no encontrarse en su puesto, porque en ese caso se va a enterar. A ver si consigo que me explique si su errónea predicción fue fruto de una repentina posesión del espíritu de nostradamus, o si sólo pensó que nos vendría bien dar unas carreras por el andén, mientras el revisor desbocado nos llamaba tontos a todos los que habíamos seguido las instrucciones de la chica.
Voy a pedir la grabación, que seguro que la hay, pero no la de la carrera, sino la de la cabina de control de billetes y como vea una leve sonrisa en la cara de la chica, se va a enterar de lo que vale un peine.

domingo, 9 de junio de 2013

Y llegó el verano

Me dí cuenta el viernes, cuando me cobraron el peaje a precio de temporada alta. Y yo con mi jersey puesto. Y pasado el peaje vi una caravana de coches intentando acceder a un pueblo playero. Y aún así, negándome a creerlo, pensé que quizás habría un concierto o una feria, porque, en mi opinión, aún no había llegado el auténtico verano meteorológico, ese que en mayo nos deja ponernos manga corta a la gente friolera, como yo. Y llegó el verano, y con él, además de los precios veraniegos, las tardes eternas que se juntan con las noches, las noches tan cortas que se juntan con el día, las siestas que quieres pero que, por unas cosas y otras, no puedes dormir, y las que duermes sin darte ni cuenta, vencida por el cansancio. Decidí tras una corta reflexión aceptar la cruda realidad, es cuarenta de mayo y estamos en verano. Eso es lo que hay. En estas circunstancias lo suyo era aprovechar para hacer mis primeras incursiones en la playa. Qué gustazo. Me encanta eso de tumbarme en la arena y dejar que el sol caliente mi cuerpo, mientras cierro los ojos y mi mente se deja llevar por el vaivén de las olas. Y estar así un buen rato, ajena al paso del tiempo, sin saber si llevo una hora o cuatro, si son las once o las dos menos cuarto.
El primer día que pisas la playa te sientes un poco tímida porque llega la hora de sacar tus blancas lorzas a pasear, pero eso se te pasa enseguida, tan pronto como pones un pie en la arena y ves ese desfile de cuerpos de todas las tonalidades y edades, a veces con formas imposibles, despreocupados, relajados, dando vida y color al paisaje, disfrutando del sol, del mar. Viendo esto me siento tranquila y pienso lo sencillo que resulta encontrar un momento de paz. Y canto eso de "antes sencilla que muerta" (¿o era al contrario?)
Oye, ¿quién ha apagado la luz? Eah, se acabó. Llegó el verano y con él las nubes. A la porra la luz y el color, la tranquilidad y el vaivén de las olas. Ay, qué poco dura lo bueno.

domingo, 19 de mayo de 2013

El árbol de los deseos

Hace varios años mi madre me regaló un pequeño árbol, de madera, hecho de piezas que encajan entre sí. Es el árbol de los deseos, me dijo, sin que yo le diera mucha importancia a eso. Al mirar dentro de la caja donde venía, comprobé que incluso tenía instrucciones. ¡Vaya! pensé, a ver si en lugar de un souvenir es ingeniería práctica. Leí parte de las instrucciones que decían así:

"ÁRBOL DE LOS DESEOS
Antigua tradición escandinava
Según la leyenda el árbol debe colocarse en un lugar visible (esto puede hacerse porque además es una hermosa pieza decorativa)
Cuando surge un deseo, se retira una pieza del árbol, se escribe el deseo en un papel, se envuelve la pieza retirada con dicho papel y se guarda aparte.
El árbol tratará de estar completo otra vez y canalizará la energía del propietario para que se cumpla el deseo y usted vuelva a colocar la pieza en su lugar.
...."

Me quedé pensando un buen rato. Siempre he tenido problemas para desear. Se me han escapado un montón de estrellas fugaces pensando qué podía pedir. Un día decidí pensar un deseo y memorizarlo para no perder más oportunidades con los chispazos celestes. Resultó inútil, lo olvidé porque para mí los deseos son más fugaces que las estrellas. No es que lo tenga todo, no tengo tanta suerte.... ¿o sí? Es más bien que me apaño con lo que tengo, sea más o sea menos. Tardé en darle uso al árbol y la primera pieza que le quité fue para un deseo ajeno. Y llegó el día en que necesité del árbol para mí. Quité otra pieza y dejé al árbol en un otoño extremo. Sólo tiene cuatro piezas y los favores solicitados eran deseos a largo plazo, complicados de conseguir, con lo que era imposible emocionarse pidiendo favores. Pero el tiempo dio sus frutos. Los dos deseos se cumplieron, el propio y el ajeno. Habían pasado años, pero era el tiempo requerido para que ambas cosas pudieran producirse. Por fin pude recomponer el árbol y devolverlo a una merecida primavera sin flores, y su copa volvió a lucir completa. Lo deposité en la estantería y me olvidé de él. Al poco tiempo me surgieron varios deseos. Son los trozos de papel que se ven en la imagen. Está claro que olvidé las instrucciones. Pero hoy, buscando algo, las encontré y decidí leerlas comprobando que no lo estaba haciendo bien, porque no debía insertar los deseos en el árbol, sino desprender sus piezas, como hice con los dos primeros deseos. Esta segunda vez sí que he leído las instrucciones completas y ¡he descubierto dónde radica la verdadera magia del árbol!.

Segunda parte de las instrucciones:
"...
NOTA IMPORTANTE: Para completar la leyenda escandinava con la sabia tradición española y hacerla más eficaz, debe tener en cuenta dos consejos.
NO LE PIDAS PERAS AL OLMO. El deseo solicitado debe ser coherente con sus circunstancias y acorde con sus posibilidades.
A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO. No le deje todo el esfuerzo al árbol. Trabaje usted también para facilitar la consecución del deseo."

Ahora lo entiendo todo.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Hay que jugar en serio

Hace unos días, mi sobrina de seis años propone jugar a policías y ladrones, con unos walkies muy chulos que tenía. Se esconde con su walkie y a mí me dan el otro para que le hable. Pulso el botón y digo: águila roja llamando a gaviota blanca, cambio y corto. Espero, pero no oigo nada. Repito: águila roja llamando a gaviota blanca. Nada, no me contesta nadie. Pues debe ser que no funcionan o que yo no sé manejarlo, pensé. Al poco rato aparece la niña con cara de enfadada y le digo ¿qué pasa, no me oyes, porqué no contestas? y alzando la ceja y los brazos me dice ¡Porque no has dicho nada que tenga sentido! Pero bueno, vamos a ver, le dije, ¿tú no has visto en las películas cuando sale un avión con problemas, que el piloto coge su walkie y dice: "aquí gorrión escayolado llamando a central, cambio y corto", y entonces la central le dice: "aquí central, díganos su posición, cambio y corto"? La niña me miró con cara de decepción, como si acabara de descubrir que tiene una tía inútil para el juego, porque no dice más que tonterías con el único objetivo de enfadarla y librarse de jugar. Suerte que con ella todo es cuestión de tiempo. Como tiene buena memoria, un día verá una película donde un avión en apuros llamará a la central pidiendo auxilio y se acordará de los walkies y del águila roja. Entonces comprenderá que eso de decir cosas sin sentido es mucho más corriente de lo que parece. Y lo peor viene cuando además de decir cosas sin sentido, las hacemos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Cuatro palos

Ayer, casualmente, (digo esto porque no es una actividad nada habitual en mí y quiero que así conste antes que nada) vi un poco de un documental de la 2. Era Hawaii, un auténtico paraíso de islas donde los habitantes de tan especial lugar llevan flores en el pelo y se visten con pareos llamativos. No averigüé de qué vivían, quizás de alguna subvención europea, no sé, lo digo porque se les veía totalmente relajados, jugando en la playa a tirar jabalinas a un coco, tocando los timbales, bailando... Que les entra hambre, pues a pescar, que les da sueño, pues a dormir, que están marchosos, pues te montan un botellón playero en menos que canta un gallo, eso sí, con agua de coco. Y esto será así hasta que llegue a esas playas una baraja de cartas. Entonces ya se estropea todo, porque empezarán a jugar, a apostar, a mosquearse por perder, a querer trabajar para sacar dinero para apostar a la cartas..... y ya se sabe, se convierten al "normalismo" que es lo peor que nos puede pasar.
No sé si era la música de fondo que le habían puesto al documental, pero aquello emanaba una paz difícil de encontrar en la calle donde vivo, en la que todos los sábados, a las ocho de la mañana, tienes a los del Ayuntamiento con la máquina esa que es como un cañón de aire, que suena como un cortacésped y que utilizan para hacer montones de hojas secas que luego recogen como toda la vida, con cepillo y cogedor. ¡Qué cosas!. Así empieza un sábado por la mañana y continúa cuando despierta mi vecina, que también es del Ayuntamiento y que en su afán por convertir su pequeño piso de protección oficial, en uno de esos  chalets de la sierra,  donde viven sus amigos, y así sobresalir del resto del personal que poblamos el barrio que a ella le ha tocado en suerte, y que no llegamos a su altura, (sobre todo en tontería), le ha dado por hacer una cantidad de arreglos tales como, colocar césped artificial en la terraza, simulando el jardín de su chalet, con el típico tresillo de todas las terrazas y de todos los folletos del carrefour, leroy merlín, ikea..., y también ha colocado unas antorchas solares para alumbrar por la noche, que pierden el pulso con las farolas de la calle, y lo que más me irrita, un potente ambientador insoportable, muy desagradable, para darle glamour a su terraza, aunque lo único que consigue es incomodarme y marearme, casi quitarme las ganas de salir a mi humilde terraza, sin césped, con una mesa de plástico blanca, de esas de toda la vida, que además me la ha prestado mi hermana, hasta que un año de estos yo encuentre una que me guste y se la devuelva. Ahora, que yo me he dicho, ¿tú qué quieres, pelea? pues pelea vas a tener y me he comprado un bote muy grande de Casa Jardín con el que practicaré la legítima defensa, esto es, repelar sus agresiones con los mismos medios, y ya, de paso, aprovecho para matar los bichos de mis plantas.
Ya ha tenido suerte que le haya tocado yo de colindante de terraza, porque si le llega a tocar mis colindantes de puerta, a esa mujer le da algo. Mis colindantes de puerta tienen una terraza sin glamour, pero muy divertida, con un gigantesco girasol de plástico que se ve desde que vienes por la calle a bastantes metros y que seguro que ella recalca: no, mi terraza no se ve desde aquí, porque da a la otra calle. Y con eso ella marca la diferencia entre su césped y el girasol.
Su terraza es como un diminuto Hawaii flotante, un remanso de paz perfumado artificialmente. Un precioso jardín mal ubicado, cubierto por toldos para que el entorno no estropee su magia. Sólo le falta un detalle, la música ambiental, porque la de los pájaros del barrio no le pegan mucho, y eso que cantan bien. Y ya, de paso, estaría bien que el vecino de arriba no diera tantas voces, ni siquiera si el Barcelona marca un gol, porque eso rompe de forma abrupta la exquisitez del lugar. Y mientras tanto, los sueños, sueños son. Quizás algún día le toque la lotería y pueda comprarse un chalet en la sierra, al lado de sus amigos, o quizás alguien le regale una baraja de cartas y se convierta al "normalismo". O, peor aún, mañana me encargo el césped y el tresillo en el leroy merlín, que hay oferta.

domingo, 21 de abril de 2013

Etiquetas

El tema etiquetas me saca de quicio. Y no me estoy refiriendo a las que les ponemos a las personas,  o a las que algunas personas se ponen a sí mismas intentando darse el plus ultra que les falta,  como si los demás fuésemos tontos.  Que una cosa es comprar en los chinos y otra muy distinta no entender de marcas y de la diferencia entre el puente chino y el corte inglés. Todos sabemos que el puente chino es mucho mejor porque es más barato y porque todo lo que compras en el corte inglés es "made in china" y también porque las excelentes copias de los chinos nos demuestran lo tonto que, en ocasiones, resulta pagar una marca.  Por eso seguimos haciendo ricos a los chinos y fomentando su vicio explotador cada vez que entramos en sus enormes almacenes con olor a petróleo, perseguidos por unos ojos achinados a cada paso que damos por las hileras de estanterías repletas de cosas insólitas, muchas de ellas tan inútiles como intentar matar a James Bond. Es como si escupiéramos para arriba, sabiendo que ese escupitajo nos va a caer encima.  Y así vamos por la vida.  No he ido a China,  pero... me da a mí, que los trabajadores del corte inglés de China,  van a ser chinos también.  Si al menos fuesen españoles podríamos decir eso de "quid pro quo".

Etichette per l'abbigliamento con simboli Detersivi closu-up. Shallow DOF. Archivio Fotografico - 11085906
Pero no, no era eso de lo que yo quería hablar hoy.  Estaba pensando en las etiquetas comerciales. Esos pedazos de dossieres adosados a cualquier camisetilla de tirantes, con dos o tres frases escritas en varios idiomas y una retahíla de símbolos para indicarnos si la camiseta es inflamable o tóxica o no se puede lavar a más de 30 grados. Las etiquetas se han convertido en auténticas enciclopedias uni-producto que no tienen más función que cumplir una exigencia legal,  pero que para nada cumplen con el objetivo que la ley pretende con su imposición. Los consumidores seguimos igual de desprotegidos/desinformados con o sin etiquetas. Claro ejemplo, los canelones con carne de caballo. ¡Y anda que no tenia letras la caja de los canelones!, una parrafada de ingredientes, siglas y números.....aunque ni rastro de la carne de caballo. Imperdonable olvido. Pero si no leemos ni los contratos del banco, la luz o el agua, y mucho menos las condiciones de las contrataciones on line, que aceptamos sin parpadear, ¿para qué queremos tanta etiqueta?.  Además, lo primero que hacemos cuando llegamos a casa es cortarlas y tirarlas  junto con los tickets de compra.  Un auténtico suicidio consumista. Parece que es darle emoción a la compra y ver qué pasa si la prenda está hecha de un tejido que me da alergia o no se puede lavar, y ambas cosas las descubrimos después de usarla y no podemos cambiarla porque le hemos cortado la etiqueta.

No me quejo de que se nos dé información, pero sí del formato. La actual etiqueta es una broma pesada, es como decir "no quieres información, pues toma información, a ver si tienes valor de conservar la etiqueta pegada a la prenda, con sus tres folios de tela, y llevarla puesta, con la ropa, ahí, para que se sepa qué mezcla de productos llevas encima, cuánto has pagado por ellos y si contaminan o son insolidarios", o también, "no quieres información, pues toma información, ahora vas y te compras una caja para guardar etiquetas y pegatinas para etiquetar las etiquetas, que así todas juntas, no se sabe de qué son cada una." Y una tercera opción, más cercana a la realidad sería "no quieres información, pues toma información, ahí te pongo lo que me exige la ley, pero que sepas que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. ¡Suerte!" Mientras más controles se imponen, más fullerías se generan y acaban provocando una constante sensación de ser conejillos de indias, absolutamente desprotegidos y objeto de burla.
Creo que deberíamos cambiar el actual sistema de etiquetado, dejar en paz las camisetas, sábanas y manteles, que esos, con verlos, ya sabemos de qué están hechos y los calambrazos que nos van a dar, y ponerle etiquetas a lo que de verdad las merece: la mentira, la falta de honradez, la irresponsabilidad, la poca gracia que tiene, por ejemplo, conceder a Sevillana Endesa el premio C de Consumo (hace varios años de esto). Es como institucionalizar y legalizar el robo a mano des-armada y el des-interés común. Deberíamos publicitarnos como "producto de Europa, más falso que una copia china".

domingo, 31 de marzo de 2013

A mí la legión

Una de las cosas que más me llaman la atención de la Semana Santa es ese momento en que la legión,  sacando pecho peludo y con la cabra de mascota,  coge a pulso a ese Cristo doliente y des-entonan ese "soy el novio de la muerte... ". Los pelos como escarpias se me ponen de pensar qué pasaría si esa tropa,  lista para la guerra a la voz de ya,  tuviera que defendernos de un ataque extraterrestre.  Ya lo estoy imaginando,  todos con las barbillas levantadas hasta lo imposible,  viendo cómo se les viene encima un platillo volante,  sin atreverse a perder la formación para no ser castigados sin merienda,  y esa cabra,  que,  como animal que es,  presiente las cosas raras de la naturaleza y se pone a ladrar para llamar la atención, porque sabe que si bala,  lo mismo también se queda sin merienda por distraer a sus compañeros.  Y el platillo venga a caer hasta posarse delante mismo de la legión, con su Cristo a cuestas, saliendo mucho humo, una niebla densa e inesperada que apenas deja ver un palmo y que se dispersa rápidamente, como si le hubieran dado al botón de "efectos especiales off ". Los legionarios sin mover ni una pestaña,  dejan de cantar,  pero mantienen sus brazos de hormigón en alto,  sus culos apretados y sus barbillas exageradamente erguidas. No se sabe si es que no tienen miedo,  o que se han quedado patidifusos y no son capaces de reaccionar,  o que están echándole un pulso a los extraterrestres,  para que sepan con quien se juegan los cuartos.  En cuestión de tres segundos eternos se abre una escotilla de la nave y aparece un monstruito verde,  con los ojos colgando de dos alambres,  sin orejas,  con una boca muy grande y, lo más increíble de todo,  con una peineta de carey,  sujetando una mantilla negra de fino chantilly. Se hace un silencio sepulcral,  se masca la tragedia.  El bicho verde abre la boca y con voz muy aguda, amplificada milagrosamente, dice: ¡Oh, la saeta al cantar, al cristo de los legionarios, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar.....! Entonces, el jefe de los legionarios grita, ¡Atención, soldados!, levanta el brazo derecho y todos los legionarios, con el brazo que les quedaba libre, cogen sus trompetas y se ponen a acompañar al extraño saetero, que sigue .... ¡cantar de la tierra mía, que echa flores,.....! La gente echa a correr despavorida y, lejos de lo que pudiera imaginarse, a nadie, pero a nadie, le oigo decir ¡a mí la legión!

sábado, 23 de marzo de 2013

Lo que es un no parar

Hay días intensos. Como hace dos semanas, por ejemplo.  Allí estaba yo, dispuesta a no perder un segundo de la más rabiosa actualidad, para luego contarlo todo como realmente sucedió, no como nos cuentan. Y así, me planté con mi saco de dormir y mi fiambrera en plena cola para el concierto de Justin Beaber, soportando los gritos histéricos de quinceañeros ajenos a las penurias de este mundo, porque siguen creyendo que los cien euros que les dan sus padres para comprar una entrada a un concierto, equivalen a un todo incluido de por vida. En pocos años descubrirán que sólo era una manera de engañarles. Ni la vida es un concierto, ni Justin Beaber es un ejemplo a seguir. Mientras tanto, ellos hacen cola de dos semanas en la calle, llueva o llueva, (porque también la lluvia es intensa a veces), para luego pasar un mes contando a sus amigos desgraciados que no tuvieron suerte, que ellos estuvieron ahí ese día histórico, el del concierto de Justin, que ya desde aquel día es como de la familia. Sí, un día histórico del que no encontraremos referencia alguna en ningún libro de historia. Y contarán lo bien que lo pasaron esas dos semanas de hacer cola, porque luego el concierto..., lo que es el concierto en sí, es lo que menos recuerdan. Claro, a ver, es que llevaban dos semanas tirados en la calle, y eso no hay cuerpo que lo aguante. Dos semanas a tope además, practicando coreografías imposibles mientras berreaban a voz en grito en un "spanglish" malsonante, hasta conseguir retrasar la primavera y provocar inundaciones, a las que los meteorólogos aún están buscando explicación.  Y en éstas estaba yo, cuando recibo una notificación con acuse de recibo avisándome que en breve daría comienzo el cónclave. Así que cogí mis bártulos, le regalé la fiambrera a la panda de al lado, le hice un corte de manga a la primera de las 1500 fotos del Justin que poblaban la zona y puse rumbo al Vaticano. Cuando llegué estaban ultimando la colocación de la chimenea. La plaza estaba abarrotada, pero el ambiente era totalmente distinto. Aquello parecía la torre de Babel,  con una tremenda variedad de lenguas,  banderas, colores de piel...  Allí no cabía ni un alfiler.  Me compré un bocata y me senté a esperar.  De pronto empezó a llover y me acordé de las hordas de fans de Justin y de la madre que los parió.  El montaje del escenario del Vaticano dejaba el concierto del  flequillero en una verbena de barrio. Me alegré de haber cambiado de espectáculo. De repente empieza a oirse un murmullo in crescendo,  y yo......  ¿qué pasa,  qué pasa?  Alguien señala al tejado y allí estaba la chimenea más fea del mundo y más complicada de instalar,  echando un humo negro abundante que parecía reírse del personal, diciendo uuuuuyyyyyy,  por poco (como cuando un futbolista chuta hacia donde está la portería y todos dicen ese uuuuuyyyyyy,  aunque la pelota pase a diez metros de donde debia entrar). Esto mismo ocurrió pasadas muchas horas, hasta que, por fin, a la tercera, ¡chachán!, humo blanco. Parecía que el mundo se detenía sobrecogido, con la vista concentrada en una ventana lejana en la que se revelaría un misterio de vital importancia para el mundo mundial. Se hizo la noche y yo ya me estaba aburriendo cuando de repente se descorrió la tremenda cortina que cubría la ventana y apareció un hombrecillo tambaleante, que con una vocecilla entre nerviosa y emocionada dijo ¡Habemus papam!. La gente estaba muy contenta, tanto, tanto, que daba igual quien hubiera resultado elegido Papa, le habrían aclamado igual. Y antes de que se me pasara el resacón papal, se lía parda en Madrid porque dos jueces se enzarzan en una absurda pelea por quedarse con el caso Bárcenas. ¿Cuándo y dónde se ha visto pelearse por trabajar? Esto suena pero que muy raro y estamos a la espera de que las altas esferas judiciales pongan orden, que ya están tardando. Mientras Bárcenas se troncha de risa yo cojo el Ave a Sevilla, porque desde que se inventó el Ave se extinguió el tren. Allí, entre nazarenos, Macarenas, Gran Poder, Victorio y "Luc-chino" y Duquesa de Alba, me intereso por la nueva procesión, la que hace estación de penitencia en el prado de San Sebastián. La más costosa y la más dolorosa. La que tiene de capataz a la juez Alaya y procesiona al conseguidor y su larga retahíla de pecadores, ladrones y chusma variada. De costaleros, los contribuyentes. Lo dicho, un no parar.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Me quedo con esto

Cuando tu trabajo consiste en atender a personas , hay dias que terminas desquiciada,  porque hay personas que te sacan de tus casillas,  otras son desagradables, otras son tan negativas que después de diez minutos atendiendolas estás sin energia. Pero suerte que hay personas que te alegran el dia y no lo digo sólo por las que te sonríen, te tratan con amabilidad,  te agradecen tu atención,  lo digo sobre todo por aquellas otras que hacen que te brote la risa y tengas que contenerla,  ya casi a punto de escaparse indiscreta,  en la misma comisura de los labios,  y se te pone esa mueca en la cara,  como si te picara algo que no te puedes rascar o como si te hubiera entrado ese dolor incisivo que te da de vez en cuando y reprimes un ¡ay!. Esto ocurre,  por ejemplo cuando una chica te dice que ha contratado movistar infusión, o cuando un señor te cuenta que en su hipoteca le han puesto un olivo muy raro,  que se llama suelo y que le impide pagar menos cuando el olivo baja,  o cuando una persona te dice que quiere pedir un abogado de protección oficial,  o la paga de la independencia porque está cuidando a su padre, o cuando otra te dice que tiene una filtración de aguas fiscales en su casa o que ha solicitado la "potabilidad" de su linea telefonica a otra compañía.  ¡Ay,  si no fuese por estos ratos..  No podría soportarlo.

domingo, 3 de marzo de 2013

¡Feliz cumpleaños!

Estoy nerviosa. Hoy es el cumpleaños de mi sobrina y me ha invitado. "A las cuatro de la tarde", me ha dicho. O sea, a la porra lo mejor del domingo, esa sobremesa eterna concebida para vaguear, en la que debería estar prohibida por ley cualquier actividad que suponga esfuerzo físico o mental que vaya más allá de tragarte las películas incalificables de la tele. A ver quién le dice a una niña de seis años que es un rollo acudir a su cumpleaños y tener que aguantar a sus amiguitos chillones, y que sería mejor hacer un cumpleaños para sus amigos y luego, otro día que no sea domingo, celebrar otro para familiares adultos, con su tarta, su vela y sus regalos, (completely equipped). Imposible decirle eso, no soy capaz, a sabiendas de que a la niña seguro que le importa un pimiento si voy o no voy, si lo paso bien o no, lo único importante será ver sus regalos, como tiene que ser. Total, que ya que no me queda otra que asistir y aguantar el tirón, lo mejor es participar activamente, así al menos te distraes. Además cuento con la colaboración de una voluntaria que se da mucho arte para estas cosas, así que nos fuimos al hipercor a buscar chucherías variadas sin tener muy claro qué hacer con ellas, porque ni la voluntaria ni yo hemos asistido a ningún cumpleaños tipo Mato, Botella, etc..., ni podíamos comprar un cañón para tirar confeti porque mi hermana, la madre de la niña, directamente nos partiría la cara por dejarle la casa hecha unos zorros, que ya tendrá bastante con los chorreones de chocolate y los pegotes de tarta repartidos por sillones y muebles varios. Elegir chucherías no es nada fácil, hay muchas, todas saben igual y todas son tan bonitas que da pena comérselas. Haciendo un esfuerzo nos hicimos con un cargamento de gominolas (palabra no contemplada en el diccionario de la Real Academia Española, pero que seguro que todo el mundo entiende), de varios tipos, tamaños y colores, además de esponjitas rosas y blancas y otras cubiertas de chocolate, los kinder no sé qué, unas pulseras de bolitas comestibles, horrorosas, chupetes de caramelo, chupa chups, botellitas de colores que no sé lo que llevan dentro,    gusanitos y no sé cuántas cosas más. Eah, ¿y ahora qué? a buscar recipientes para distribuir la mercancía. Vimos vasos de diferentes colores y tamaños pero no nos convencían. Al final, como siempre, los chinos tienen la solución: un paquete de bolsas en forma de cucurucho, con dibujos de cintas y globos de colores, muy monas, la verdad, y un rollo de cinta rosa. Ya sólo queda el reparto equitativo de las chucherías y un lazo de fácil apertura para no cabrear a los chiquillos. Creo que después de esto, estamos listas para ser nombradas ministras de sanidad y consumo. Y si no, por lo menos, para que nos den un trozo de tarta.

viernes, 1 de marzo de 2013

En el cielo como en la tierra

Está claro que necesitamos algunos milagros. No digo yo que no. Pero hay cosas que no me cuadran. Mientras los bancos roban casas legalmente a muchas familias, que tienen que cobijarse donde pueden, y de paso les roban, también legalmente, quizás la única oportunidad de salir adelante en esta crisis que todos veíamos venir, mirando hacia otro lado o cerrando los ojos y cruzando los dedos, como si se tratara de un meteorito que viene cayendo del cielo y a lo mejor impacta en la tierra, a lo mejor no, pero que seguramente si cae en la tierra a mí no me va a dar, porque las desgracias siempre ocurren en otro sitio, exactamente en los arrabales pobres, donde la miseria se junta con más miseria, no como en los arrabales ricos, donde como ya sabemos, dinero llama a dinero y nunca pasa nada que el dinero no pueda arreglar, pero arrabales son unos y otros, y arrabaleros sus moradores, de uno y otro lado, y mientras estas cosas ocurren, pienso en la suerte que tengo, preguntándome cuánto me ha de durar y qué puedo hacer por conservarla, cuando si algo ha quedado claro en toda esta hecatombe, es que no importa tu esfuerzo, tu responsabilidad y mucho menos tu honradez, que no la paga quien la hace, sino quien pasaba por allí y no sabe de qué va la película, que los sinvergüenzas son los que han pagado su casa al doble del precio de lo que costaba, no los que les pusieron precio porque tenían que pagar comisiones para poder construir encima de un río o en una ladera deslizante de tierras movedizas, que nadie denuncia a nadie porque todos tienen algo que callar, que los malos gestores son premiados con millonarias indemnizaciones y los buenos.... sencillamente no existen, que los consejos de administración son un mercadillo de prêt á porter, en el que siguen engordando sus cuentas los desechos de la política, que nadie va a resolvernos "nuestros" problemas, antes tendremos nosotros que resolver "sus" problemas y asegurarles su pingüe situación y luego.... si eso, ya se verá, que importa más Europa que España, el fútbol que el hambre, "sareb" que "dación en pago", que le reímos la gracia a un hombre básico por dentro y por fuera, cuya única habilidad es dar patadas a un balón y que en su tiempo libre estrella vehículos de alta gama, que le quedan muy muy grandes, y a todo este absurdo, a modo de colofón, le sumamos una impresionante cola de personas, en una calle de Madrid, o de cualquier ciudad, decididas a pasar varias noches a la intemperie, aunque tienen casa, y aunque llueva o nieve, para besarle los pies al Cristo de Medinacelli y pedirle uno o varios milagros y de paso ver qué miembro de la casa real será este año el que acuda a orarle al cristo, ¿quizás la infanta Cristina? hay quien sigue pensando que ella necesita un milagro, yo, sin embargo, sigo pensando que no, y en estos casos siempre recuerdo la frase de "para pedir siempre hay tiempo" y también algo que alguien me dijo una vez ¡lo que le pidas a los santos, si te lo conceden, luego te lo cobran! Ya ves, en el cielo como en la tierra, amén.

sábado, 23 de febrero de 2013

Demasiadas nubes

Entre que el día está nublado, que el debate sobre el estado de la nación se parece mucho a una pelea de bandas juveniles en el patio de un instituto,  y que los que denuncian la corrupción no buscan justicia, sino venganza, haciendo que los juzgados se conviertan en platós de telecinco, con más interés por quien entra y sale de ellos, que por lo que se cuece dentro, me ha dado por cuestionarme qué pasará cuando haya cambio de gobierno. Todo mi pensamiento ha sido un enorme interrogante que empieza y acaba así: ¿el próximo gobierno, tenga el nombre que tenga y se atribuya la ideología que sea, quitará las tasas judiciales,  rebajará el IVA a una cuantía razonable, obligará a los bancos a aceptar la dación en pago en los casos de imposibilidad de abonar la hipoteca y controlará la actividad bancaria para evitar los grandes desmanes que ahora salen a la luz sin que nadie haga nada por repararlos, repondrá los derechos laborales que teníamos los trabajadores, tomará medidas efectivas para evitar la corrupción, devolverá la paga extra hurtada y los días de asuntos propios sustraídos, dará curso razonable a las solicitudes de dependencia, hará que el suministro eléctrico vuelva a ser un bien de primera necesidad en lugar de un lujo que muchos no pueden pagar, seguirá manteniendo en condiciones de dignidad los hospitales sustentados con el dinero de los que trabajamos sin gobernar, modificará el sistema de sueldos, dietas, pensiones y demás prebendas de las que actualmente gozan nuestros políticos sin merecerlas en absoluto? Podría seguir, pero estoy agotada. Cierro aquí el interrogante con el convencimiento de que, ojalá me equivoque, pero no creo que quien venga nos reponga nada de esto. El día está nublado y el futuro también.

martes, 19 de febrero de 2013

No soy minera, por suerte.

Yo, ni maldigo mi suerte,  ni minera nací,
 y si me ronda la muerte, de ella tengo que huir.
 Si, me da envidia el dinero, y quiero el bolsillo lleno
 y ser la más rica de toda Sierra Morena,
de toda Sierra Morena.
Voy al trabajo cantando porque yo se que al final
cobro mi paga currando y así yo puedo pagar,
pero al final se me gasta
y tengo que currar más.
No soy minera, ni templé mi corazón con pico y barrena
no soy minera y con cañas y buenas tapas curo mis penas,
no soy barrenera porque a mí eso me espanta
y sólo quiero el sonido de una tasca.
Compañero, éste es el peor momento para ser niño,
que entre ladrones con sueldo, corruptos y los indultos, yo
yo pierdo dinero.
Compañero, mira cómo está la cosa, hasta en el cielo
que el papa se ha despedido, cobrando su finiquito, yo
yo pierdo dinero.

domingo, 17 de febrero de 2013

For Sale


Acabaré pensando que la vida es una gran mentira. Ni los deportistas son tan magníficos sin sustancias, ni los ricos ganan su dinero, ni la justicia repara, ni los periódicos cuentan la verdad, ni la administración es pública, ni puedes poner la estufa en mi trabajo. Me da miedo comprobar que la profesión más desempeñada es también la más antigua, la de vendedor. Vayas donde vayas encontrarás a alguien vendiéndote algo. Incluso si no vas a ningún sitio, el vendedor te encontrará. Te llamará por teléfono justo a la hora en que vas a almorzar para decirte que has ganado un premio y que si lo quieres recibir tienes que..., o que es mejor que te cambies de compañía telefónica porque te están engañando, o que por ser la mejor cliente de tu banco te regalan un préstamo (ésta si que es buena). Lo último es poner las noticias y ver a Mario Picazo vendiéndote un coche, un seguro o un detergente. Me estoy volviendo paranoica, veo más anuncios en los programas de televisión, que entre programas. En mi buzón la publicidad supera a las facturas, que desde hace años es la única correspondencia que recibo. En el parabrisas de mi coche, en las farolas, en las bolsas de la compra, cada tres minutos en cualquier emisora de radio,...Todo se vende, aunque no sé si todo se compra. Somos mercaderes por excelencia, pero también mercancía. Producimos para consumir y consumimos para seguir produciendo, en un bucle peligroso que gira sin cesar. He intentado bajarme de esta noria, pero no hay manera, así que siguiendo la antigua máxima de "si no puedes con el enemigo, únete a él" he decidido ponerme en venta yo también. Ahí queda eso.

domingo, 10 de febrero de 2013

Un día de película

Amanece que no es poco y aún con la voz dormida me dispongo a empezar un nuevo día. El resplandor del sol entra por la ventana indiscreta y me grita ¡abre los ojos ! La piel que habito se eriza y me avisa que el día va a ser frio. Desayuno sin diamantes pero con fresas y chocolate, y al terminar  me preparo un bocadillo de jamón jamón para el camino.  Arranco mi gran torino y me adentro en la marabunta de vehículos que cada día destrozan la magia de los amaneceres. Enciendo la radio para saber en qué punto se encuentra la guerra de los mundos, el real y el ideal, y compruebo que la ficción nunca consigue superar a la cruda realidad. Necesitamos una metamorfosis, así no podemos seguir. La vida se ha convertido en los juegos del hambre y la culpa es de todos, de los que hacen y de los que dejamos hacer. Mientras la radio sigue intentado amargarme el día, llego al paseo marítimo y camino un rato. A lo lejos veo un tumulto, me acerco y compruebo que son diez mujeres al borde de un ataque de nervios. Al parecer, según me cuenta otro curioso que andaba por allí, han visto una aleta de tiburón a lo lejos, mar adentro, y no se ponen de acuerdo si llamar a Jean-Claude Van Damme, a Arnold Schwarzenegger, o a Jackie Chan. Al final se deciden por las Tortugas Ninja, así que me voy rápido no sea que lleguen y me den un golpe con los luchacos. Sigo mi camino y a la altura de la iglesia oigo el repicar y me pregunto por quién doblan las campanas. Llego hasta la puerta y asomo la cabeza, pero sólo están los chicos del coro que hoy tienen, según una lista que hay pegada en el portón, cuatro bodas y un funeral. A estas horas el calor convierte la mañana en el imperio del sol. Es hora de almorzar así que me acerco al parque con mi bocadillo de jamón y busco un banco con algo de sombra. Se acercan los carnavales y las calles están animadas y repletas de superhéroes americanos, Superman, Batman..., además de princesas, Blancanieves, mosqueteros, Piratas del Caribe y un largo etcétera. La verdad es que esto parece un parque jurásico con tanto bicho. Después de hora y media la mar de entretenida sin moverme del sitio, me pongo en marcha de nuevo con la intención de hacer más kilómetros que Forrest Gump, pero los días son tan cortos que casi se convierten en los días no vividos. El sol empieza su despedida y yo me bato en retirada. Con el crepúsculo llegan los otros, esos ángeles y demonios que duermen de día y viven frenéticamente de noche, y a mí no me gusta ese mundo, es demasiado fantástico. A lo único que aspiro es a pasar una noche tranquila, sin pesadilla en Elm Street, y esperar a que amanezca un nuevo día, para volver a empezar.

miércoles, 30 de enero de 2013

Tú y Ter.

De verdad que lo intento. Yo quiero ser una persona moderna, adaptada a los tiempos, atrapada por las redes sociales, sin intimidad, con la vida expuesta en los escaparates computarizados, con "amigos" de facebook, un blog para contar mis chorradas, el whatssup en constante tintineo revelándome los más mínimos movimientos de mis contactos telefónicos, con múltiples concesiones de permisos para estar controlada de forma sincronizada en cada momento. Protegida por un ejército de antivirus y antispam que tratan de impedir sin éxito que lo más cotidiano de mi vida sean los anuncios. He vencido todas estas resistencias rindiéndome a ellas, pero hay algo que no termino de entender, y mira que lo intento: el twitter. ¿Alguien puede decirme qué sentido tiene?. Por supuesto tengo mi cuenta de twitter, en la que cuento a 112 seguidores y en la que sigo a 198 cuentas. No tengo interés en ningún tema en particular y lo único que encuentro ahí son las mismas noticias del día, que igual te las cuentan los periódicos que te las repiten sucesivamente los twitteros añadiéndoles un par de palabras, como personalizando la noticia, que en definitiva no es más que la misma triste noticia una y otra vez, con diferentes envoltorios, de ironía, de cabreo, de aplauso, ..., pero al final el mismo licor de cereza dentro del bombón. Hay tweets muy ocurrentes. Hay hashtags interesantes que dan mucho que hablar. Hay mucho famoso, mucho comentarista, mucho tweet inútil, mucho retweet absurdo, mucho insulto, solidaridad, preciosos gestos, feroces intolerancias, mucha filosofía barata. Es un mundo raro de desconocidos luchando por destacar unos sobre otros, utilizando 140 caracteres y atesorando seguidores, como el que busca cromos para un álbum. Y todo esto a una velocidad de relámpago. Los tweets aparecen y desaparecen rápidamente sin darte tiempo casi a leerlos. El twitter es como una sesión continua de cine, interminable, incontrolable. Lo entendería si fuese un concurso con premio, pero sólo para autocomplacencia....., demasiado agotador. Paso del microbloggin. Yo me quedo aquí, con mi maxi-blog, donde puedo escribir lo mismo 140 que 1400 caracteres, donde escribo a mi ritmo y a mi rollo, donde hago preguntas sin esperar respuestas, sin pretensiones ni pretendientes. Y ahora me voy corriendo a mirar mi facebook, a ver qué se cuece por ahí que hace ya rato que no lo miro y estoy intrigada, voy a contestar varios whatssup que tengo pendientes, y además tengo que revisar el correo, jugar a apalabrados, actualizar el linkedIn.....

viernes, 25 de enero de 2013

F2 : inicia el juego

A medida que avanza la semana me voy desconfigurando. Mis cejas se van poniendo salvajes,  mis ojeras cada día más profundas y marcadas,  las uñas como armas de destrucción masiva,.. Total, que si no es porque a mitad de semana me hago un "reset " para ir tirando y el fin de semana me formateo y me descargo todas las actualizaciones que encuentro por ahí,  llegaría al viernes en muy malas condiciones. Y eso que yo  para sobrevivir no suelo mirarme al espejo ni mucho, ni muy cerca. Por eso,  cuando de repente me meto en un ascensor,  con esos gigantescos espejos a dos palmos de la cara,  ¡me llevo cada sorpresa... ! Automáticamente digo siempre lo mismo ¿así he salido yo a la calle?  y me pongo de espaldas al espejo, porque bastantes desastres hay ya en el mundo como para preocuparme por esas cosas. Soy demasiado benevolente conmigo misma, me lo perdono todo. Lo que tiene apaño procuro arreglarlo y lo que no tiene solución, por ejemplo el gallo de mi pelo, lo disculpo con un "tampoco es para tanto", "hay cosas peores" o simplemente me olvido del tema, hasta que vuelvo a verme en un espejo. Y así voy por la vida, más feliz que una perdiz. Siempre tengo la batería a medio gas y el disco duro totalmente desaprovechado, con una cantidad desorbitada de espacio por rellenar, porque voy haciendo repaso de las cosas que voy guardando y, las que realmente valen la pena, las paso al disco duro multimedia que, ojo, tiene un terabyte de capacidad, vamos que me cabe el mundo entero en él. Si dudo de la utilidad de algo, las paso a un pen drive y las dejo en cuarentena hasta que decido qué hacer con ellas. En definitiva, que creo que me he convertido en una "smart person", o lo que es lo mismo, un artilugio que cuesta mucho, que tiene muchas funciones, pero que como nadie se lee el libro de instrucciones, está totalmente desaprovechado, pero mola mogollón.

domingo, 20 de enero de 2013

Cartucho, que no te escucho

Llevo ya muchos días intentando escribir y no lo consigo. Se me fué la inspiración con tanta ciclogénesis explosiva, bárcenasgate, el toldo hecho jirones y la última factura de la luz, que parece que he hecho en mi casa una fiesta con Boney M. Me resulta todo muy absurdo, pero sin gracia ninguna. Y para colmo me he cabreado con un oponente aleatorio del juego de apalabrados. El susodicho se llama Luis. Yo figuro con pseudónimo. Casi todas las partidas las gana él, pero hubo una en que le pegué un palizón que todavía le duele. Al acabar esa partida me preguntó si yo era hombre o mujer. La carcajada que solté todavía está produciendo eco. Le contesté, "mujer ¿por?" y salió por peteneras, que si el pseudónimo, que si pin que si pan, tonterías. Yo, que soy mal pensada, imaginé que seria un tipo de éstos que no considera posible que a un hombre le gane una mujer ni en una partida de canicas. Eso me divirtió, y comenzamos otra partida. Al poco rato este hombre decide renunciar al juego. Esto vino a confirmarme mi teoría, claro, este hombre no quiere jugar con una mujer, y menos sabiendo que a lo mejor le gana. Pues que se vaya a freír espárragos. Al día siguiente, que yo ya ni me acordaba de su existencia, comienza dos partidas al mismo tiempo y empieza a escribir en el chat de una de ellas diciendo, "aquí no juegues; esta partida es sólo para hablar; luego te lo explico". Qué intriga ¿no? Al rato siguió escribiendo en el chat y puso: "como verás aparezco en mi foto de perfil con una niña, que es mi hija, por tanto estoy casado, y a mi mujer no le gusta que juegue a juegos on line y menos con chat; a veces ella coge el teléfono, por eso ayer borré la partida; supongo que te extrañaría ¿verdad? jajajaja" Todo eso escribió ese hombre en un momento. Yo no sabía si reírme o cabrearme porque las dos cosas me gustan por igual, así que decidí reírme al principio y cabrearme después, total si puedo hacer las dos cosas.... Analicé su retahíla: primero, que tenía una niña, por tanto estaba casado. ¿Qué edad mental tendría este hombre que piensa que los que tienen hijos tienen que estar casados?. Segundo, que a su mujer no le gusta que juegue a juegos on line y menos con chat. ¡Y a mí qué me importa!. Por supuesto no le contesté absolutamente nada, no encontré mejor forma de expresarle mi absoluto desinterés por su vida. Al cabo de un rato borró el chat y esa partida que empezó sólo para chatear. No sé si lo haría para que no lo viera su mujer o porque sus extraños razonamientos habían caído en un pozo sin fondo ni respuesta, y eso da un poco de repelús. Pero vamos a ver hombre, tú has visto muchas películas. Yo estoy jugando a apalabrados y tú ¿a qué juegas?. Si realmente piensas que por echar tres partidas ya somos amigos, lo tienes crudo. Anoche, después de ganarme otra partida, volvió a intentar hablar, pero mis escuetas respuestas no le dan mucho juego. Aún así el tipo es idiota y perseverante, me dijo "buenas noches que descanses". ¿Qué descanse, y tú qué sabes si estoy cansada o acabo de levantarme porque soy murciélago y me paso todas las noches de imaginaria? La gente está fatal. Y esto es lo más interesante que me ha ocurrido esta semana que pueda contar. O sea, nada.

domingo, 6 de enero de 2013

El principio del fin

Parece que se acaba la Navidad,  pero no es así. Ahora viene la segunda parte "Las ansiadas rebajas ". Tengo que reconocer que en mi anterior vida,  si es que la hubo,  yo debía ser rica porque no hay cosa que me ponga los pelos más de punta que ir a comprar en rebajas. Me entra pánico cuando veo la marabunta arrasando con todo lo que encuentra a su paso, como si fuese el último dia en que podrán comprar durante el resto de sus vidas.  Y compran y compran y vuelven a comprar. Para mí es una imagen apocalíptica. Así que espero pacientemente a que los compradores compulsivos devuelvan la mitad de lo comprado,  bien porque tengan un momento de lucidez, bien porque no tengan manera de colocar lo comprado ni en sus cuerpos,  ni en sus casas.  Y ahí estoy yo,  esperando.  Ese es mi momento de rebajas,  lejos de tumultos y artículos tirados por los suelos o colocados en lugares donde nunca los buscarías.  Cada uno se especializa en lo que quiere.  Están los profesionales de las rebajas,  esos que madrugan para llegar los primeros a los establecimientos, generando el pánico a los guardas jurados que deben abrir las puertas y que saben,  que cuando esto ocurra,  un tropel de gente entrará con desesperación, dispuestos a llevarse por delante al mismo guarda jurado si éste decide interponerse en su camino o trata de poner orden en la marea "rebajera ". Esas marujas contables, que ya saben lo que quieren y llevan meses esperando ese momento y están dispuestas a matar si alguien decide estropearles el plan, esos jubilados con ansia de aventura, que cuentan triunfantes su safari por las rebajas exhibiendo sin pudor las piezas cazadas y sus precios,  esa juventud que busca oportunidades,  o lo pillo en rebajas o no lo pillo nunca.  En fin que no piso yo una tienda hasta pasado mañana como muy pronto, no creo que tarde mucho más el desvalijo. Y hay que ver como dejan las tiendas,  como si hubiesen pasado cincuenta elefantes republicanos huyendo a toda pastilla de un rey torpe,  con una escopeta de última generación, con mira macroscópica, hecha especialmente para quijotes y miopes. Lo que no tiene apaño son los pasamanos de las escaleras mecánicas, que van más rapidos que las escaleras, acelerando a las personas que van subiendo escalones al tiempo que el brazo se les va estirando. En realidad no sé si es una estrategia comercial o un daño colateral ocasionado por personas obesas aficionados a las compras que ralentizan con su peso las escaleras.  Por eso yo nunca me agarro,  para ir a mi ritmo, pero siempre me coloco a un lado para que el resto de pasajeros pueda circular al compás de los estiramientos que vayan sufriendo. Y dentro de cuatro días,  con el frío y con la nieve,  todos los escaparates estrenarán la nueva moda primavera.  Luego dicen que no venden.  Si es que..

jueves, 3 de enero de 2013

Ya vienen los reyes magos

¿Quién inventaría el tema éste de los Reyes Magos? Desde luego está claro que no lo hizo bien. Debería ser como el ratoncito Pérez, que dura, como mucho, hasta el último diente de leche. Después, si se te cae un piño, en lugar de esperar dinero del ratoncito, espera la factura del dentista. Por cierto, no he visto profesionales peor organizados que los dentistas, siempre te hacen esperar y eso me indigna. Yo espero si es gratis, pero pagar por estar jodida en una sala de espera..... me pone enferma, me hace sentirme tonta. Y mientras más rato espero peor, porque no hago más que darle vueltas al asunto y mirar con cara de mala leche a la recepcionista-enfermera-secretaria, que además siempre es una chica joven, (porque si es mayor está claro que es la mujer o la hermana del dentista, o una mujer muy desesperada), pensando en decirle ¿qué pasa contigo, te gusta tener compañía o qué? que no sabes dar citas, que te crees que no tengo nada mejor que hacer que estar aquí viéndote con la agenda y el teléfono, y encima el dinero que me va a costar, y lo único que hace falta es que además me provoquen dolor. Y justo cuando estoy a punto de levantarme para decirle, ¡mira, ya está bien, esto no es razonable, me voy!, zas, me llaman. Mi mente se pone en blanco y en cuanto me tumbo en la camilla y me dicen abre la boca, lo que se me pone en blanco son los ojos y ahí ya me olvido hasta de mi nombre. Pero en cuanto se me pasa la anestesia me vuelvo a acordar y siempre me propongo recoger firmas para pedir al gobierno que obligue a los dentistas a atender en un tiempo razonable, que te digo yo, diez o quince minutos. Y todo lo que pase de ahí que lo indemnicen, como la Renfe cuando se retrasa un tren. ¡Que el tiempo es oro, oiga! Pues sí, el ratoncito Pérez me gusta mucho más que los Reyes Magos, donde va a parar. Recuerdo un día que me llamó por teléfono un amigo y me dijo que tenía que hacer de la mujer del ratoncito Pérez, para explicarle a su sobrina que el ratoncito se había ido a trabajar, pero que yo le dejaría el recado de que pasase por su casa para cambiarle el diente por un regalo. No nos quedamos con la niña, más bien la niña se quedó con nosotros porque me siguió el rollo estupendamente, incluso llegó a regatear con el precio del diente, y horas más tarde de la conversación le confesó a su tío que no se había tragado nada. Y mira que yo puse empeño. Claro que si me hubiese avisado con más tiempo, lo habría preparado mejor. Lo mío no es ser actriz, está claro. Pero la ocurrencia de mi amigo tuvo su gracia. Lo dicho donde se ponga el ratoncito Pérez.... Por cierto, cuidado con los caramelazos de los Reyes Magos, que te pueden echar abajo los dientes y tú ya no los tienes de leche ¿eh?

martes, 1 de enero de 2013

Volver a empezar

Siempre que empieza un nuevo año me gusta hacer limpieza y deshacerme de todas las cosas inútiles que vas acumulando con el tiempo. Esto lo hago con cierta desazón porque tengo la mala costumbre de ir cogiendo carrerilla y acabo tirando cosas que no debía. Como ese día en que a mi madre se le rompió la picadora y compró otra exactamente igual, aunque guardó la antigua pensando que podría arreglarla. En un arrebato de limpieza cogí la bolsa de la picadora antigua y me la llevé al contenedor. A ver para qué quería dos picadoras iguales. Arreglar ni arreglar. Oye que empiezas a guardar cosas por si esto, por si lo otro, y acabas que no puedes ni andar por la casa. A los dos días oí una voz desconcertada que preguntaba por su picadora nueva. Me acerqué despacio y de lejos miré la escena. Horror, mi madre tenía en la mano una picadora. O sea, no es que no encontrara su picadora nueva, es que no la iba a encontrar en la vida. Miré mi hucha para ver si podía reparar el entuerto. Que va. Me persigné, me acerqué y reconocí mi error. Desde entonces, si mi madre me oye decir que voy a hacer limpieza, se me pega como una lapa, "a ver qué es lo que vas a tirar, que te conozco". Vaya, que matas un gallo y te llaman matagallos. Estos alias te duran años y años. A veces hasta te sobreviven. Desde aquel día, no he perdido mi costumbre destructora, pero la realizo con cierta precaución. Vale, es mentira, sólo tengo precaución los veinte primeros minutos, luego me entra la prisa y tiro y tiro sin parar. Lo más grande que he tirado han sido unas literas, con sus colchones y todo. Estaba cansada de verlas. No me servían y ocupaban toda una habitación. Pero, claro, empiezas con el "por si", por si esto, por si lo otro...." y te planteas, ¿me voy a deshacer de ellas....., mira que si luego me arrepiento? Al tercer planteamiento, las planté en la puerta de la calle. No se alarmen. Previamente llamé a esas empresas disfrazadas de asociaciones que les arreglan la vida a la gente de malvivir, y que te invitan a colaborar con ellas donándoles aquello que ya no quieres. A mí particularmente me producen más sentimiento de alivio que de solidaridad.
Hoy la limpieza ha consistido en poner orden en una libreta donde voy apuntando miles de cosas, contraseñas, teléfonos, direcciones..... Lo más inútil que apunto son las cosas que tengo que recordar. Pero vamos a ver ¿acaso me voy a acordar de mirar en la libreta? No. Está claro que no. Pero las apunto igualmente. Hecho esto, la libreta parece que ha sido sometida a un drástico régimen de adelgazamiento que la ha dejado con más muelle que hojas. Qué fea está la pobre. También le ha tocado el turno al correo electrónico. ¿Alguien repasa los correos antiguos? No contesten, por favor. No sea que me digan que sí y me entre la angustia. Aunque ya está hecho.
No sé, me parece muy catártico. Es como empezar el año más ligera pero, sobre todo, con más espacio en los cajones.
Ahora sólo me queda esperar a que pongan la caja en el rellano (donde abandoné mi pijama de Epi y Blas) para terminar con la tarea. Y ya estoy preparada para volver a empezar, con espacio vital suficiente para llenarlo de papelajos, facturas, recibos, anotaciones absurdas en mi libreta, el dibujito de mi sobrina, ....